Ayer empezó en Quito el proceso de transición hacia la nueva administración de nuestra capital. Lo mismo ocurrirá en otros cabildos del país.
Y como proceso requiere algunos pasos, el primero de los cuales debe ser la transparencia para poner en claro aquello que para algunos candidatos en campaña solo fueron problemas y ahora son sus responsabilidades inmediatas.
A la vez, esa transparencia pondrá sobre el tapete las exigencias a las nuevas autoridades en la conformación de sus equipos y para armonizar sus planes y ofertas con las realidades.
Evidentemente, el acto de ayer -y los que vendrán-, contrariamente a lo que dicen algunos desde ciertas fobias y prejuicios ideológicos, reafirma nuestra democracia y el proceso de construcción ciudadana para mejorar la calidad de vida.