“El racismo se combate en casa, en la escuela”
Insultos y manifestaciones racistas, como imitar el sonido de un mono, descendieron de las gradas del Estadio Municipal de Gliwice el 20 de abril de 2019. El objetivo era el ecuatoriano Joel Valencia, en ese entonces jugador del Piast Gliwice de Polonia.
Valencia no se inmutó. Ignoró lo que estaba pasando. El árbitro central paralizó el partido en dos ocasiones para llamarles la atención a los hinchas, pero finalmente concluyó con normalidad.
Para Valencia es inaudito que el racismo siga conviviendo en la sociedad en pleno siglo 21. Tiene la esperanza de que la educación y las nuevas generaciones erradicarán definitivamente del planeta la discriminación racial.
Valencia viajó desde niño a España con su abuelo César Valencia. Pasó sus primeros años en Puerto Quito, al noroccidente de Pichincha. En medio de las manifestaciones a escala mundial por el asesinato del afroamericano George Floyd en Estados Unidos, Valencia reflexiona sobre el problema desde su experiencia personal.
Has vivido y jugado en España, Eslovenia, Polonia y ahora en Inglaterra, ¿cómo has lidiado con la discriminación racial?
He tenido algunos episodios de racismo en todos los países en los que he estado, menos en Inglaterra. En España incluso cuando era niño. Personalmente creo que el cambio debe empezar desde abajo con las nuevas generaciones. Hay que enseñarle a los niños a tratar a todos por igual. Ese trabajo se debe realizar en casa, en las escuelas, en los colegios. Es un proceso largo, pero no hay que darse por vencido.
Hoy tienes 25 y dices que lo has vivido desde niño. ¿De qué forma ha asumido el comportamiento de la gente?
Tengo mi familia que siempre me inculcó muchos valores. Tuve una novia española por muchos años, casi 13, y me enseñó a mirar las cosas de diferente manera. Su familia me dio unos valores buenos también. No tuve problemas para crecer con eso, porque ya sabía lo que había.
En casa me lo intentaban explicar, pero soy una persona que no me meto mucho en esas cosas y cuando me dicen algo, paso de ello, pero sé que tal vez no era lo más correcto. De más pequeño te apartas un poco, pero luego tienes más poder para que tu voz sea escuchada. Ahora sí sé que puedo hacer o decir para que alguien me escuche y que cause un impacto.
En ese sentido, ¿consideras que los deportistas deben actuar como activistas, al tener más visibilidad por lo que dicen o hacen?
Cuando eres un personaje público todo el mundo te ve, lo que haces o dices. Mis compañeros de equipo han salido mucho en redes, publicando cosas. Yo soy más callado en ese aspecto, no porque no lo piense, pero simplemente salir a poner algo en Instagram no va a cambiar las cosas.
Va a llamar la atención, pero no lo cambia. Tiene que ser de casa, los niños y las nuevas generaciones, para que el cambio se note. Da igual que lo publique, si un niño vuelve a su casa y escucha a su papá decir: “mira el negro este”. Los niños hacen lo que ven en casa y si no se hace un proceso desde abajo, esto no cambiará.
Hace mucho hincapié en la educación en casa...
No digo que sea la más importante, pero es fundamental. Lo que me resulta tonto y estúpido es que estemos hablando de esto: que haya que educar a la gente para que respeten a los negros, a los musulmanes… No le veo sentido. En 2020 seguimos hablando de las mismas tonterías, porque ves que no cambia, que no avanza.
La FIFA dice que ha endurecido las sanciones para erradicar el racismo, ¿es suficiente?
No, no sirve para nada. En los partidos si se detecta quién hizo estas acciones debería tener prohibido entrar al estadio. Recuerdo un partido en el que hubo una multa de 2.000 euros. Eso lo ganas con la entrada de 10 personas.
También hay los avisos por megafonía. Al tercer aviso se para el partido. No tendría que haber ningún aviso. Si hubiera uno, el equipo de inmediato pierde el partido, a ver si los aficionados siguen yendo. Son normas que quieren ayudar, pero no son radicales y a la final la gente abusa.
¿En algún partido, estas muestras o insultos lo sacaron del partido emocionalmente?
Mientras juego, no. Cuando juego me encierro mucho y da igual lo que me digan. Pero después sí lo medito. En Polonia me ocurrió un episodio, en Gdansk. Me hicieron sonidos de mono y otros gritos. Se paró el partido, después de avisar por megafonía dos veces.
Luego del partido lo pensé en casa y le di más importancia que cuando estaba en el campo. Recibí muchos mensajes de los hinchas del rival, el Legia, diciéndome que lo sienten, que esa parte de la grada son unos idiotas. El problema del racismo en el fútbol es grave, profundo y está lejos de resolverse. (I)