El catedrático fander falconí halló 2 omisiones en el libro, una de ellas fue no analizar el capital natural
Piketty provoca en Quito un debate sobre la mayor acumulación de riqueza mundial (Galería y Enlace)
¿Por qué Thomas Piketty, en su obra El Capital en el Siglo XXI, habla de desigualdad y no de pobreza? ¿Por qué para entender la pobreza se estudia al pobre y no al rico? Esas interrogantes se desprenden del análisis que 3 académicos ecuatorianos plantearon, la noche del jueves en el auditorio de Ciespal (Quito), en torno a la propuesta del economista francés queha puesto a debatir al mundo sobre las reglas del capital que rigen a la humanidad.
El economista y titular de la Senescyt, René Ramírez, apuntó que su obra se expresa desde el mainstream (pensamiento predominante), el capitalismo y la ortodoxia. Entre las conclusiones de la obra destaca: que la desigualdad es consecuencia de decisiones políticas y no de un falso determinismo; que analizar períodos económicos cortos puede generar falsas conclusiones; que es necesario distinguir riqueza de ingresos; que el capital rural evolucionó al capital inmobiliario, industrial y financiero; y que la desigualdad solo puede revertirse con acciones políticas como fijar impuestos progresivos a la herencia y globales a la riqueza, la inversión en educación pública de calidad y la difusión del conocimiento.
La obra también sugiere -anotó- que las Ciencias Sociales reorienten su investigación hacia ese 1% de la población que concentra la riqueza del mundo porque el problema de la pobreza está en los ricos: “El mayor impacto de construcción hegemónica de la derecha fue convencer, incluso a la izquierda, de que para reducir la pobreza había que tener políticas propobres”, dice Ramírez.
La economista feminista e integrante de la Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía, Magdalena León, precisó que para Piketty “las desigualdades sociales no plantean un problema en sí si están fundadas en la utilidad común”. Destacó que la investigación advierte que las ganancias están creciendo más rápido que las economías, un análisis que llegó en un momento tan singular que le permitió proyectarse políticamente: reunirsecon el presidente Barack Obama de EE.UU. o acompañar el proceso de Podemos en España.
También citó las 2 ecuaciones que le permiten a Piketty explicar la dinámica que hace que el capital se reconcentre y el patrimonio crezca más rápido que la producción y los salarios, dos leyes que en el libro articulan: tasa de ganancia, capital, ingreso y ahorros; es decir, explican cómoel rendimiento anual, acumulado en varias décadas, lleva “mecánicamente” a un muy significativo incremento del capital inicial.
De su lado, el economista y catedrático Fander Falconí citó algunos estudios internacionales sobre desigualdad, según los cuales, las 80 personas más ricas del planeta (de las listas Forbes) tienen una riqueza igual a la mitad de la población del planeta (3.500 millones de personas);o que el 0,7% de la población global concentra el 44% de la riqueza planetaria y el 70% de habitantes tiene apenas el 3% de esa riqueza.
Para Falconí, el libro de Piketty es valioso por sus argumentos al decir que el empeoramiento de la distribución de la riqueza es inherente al sistema capitalista y por lo tanto se requieren salidas regulatorias, pero también identificó 2 omisiones: la primera acerca de la interacumulación en el sistema planetario como resultado del comercio desigual hacia los países exportadores de materias primas, las que se desvalorizan en el mercado global; y la ausencia del capital natural en su propuesta.
Según la teoría -dice- a medida que aumenta el ingreso se suponeque hay menor impacto en el planeta porque se produce una especie de desmaterialización de los procesos productivos comovolverse más eficientes en el uso de energía, pero en el plano real existe másconsumo porque hay más producción y eso deja una huella ambiental. “Para generar mejores condiciones de igualdad -según Piketty- la salida sería afectar el aumento de la renta del capital con un impuesto progresivo al patrimonio, lo que parece una buena idea pero son propuestas que han fracasado”, dice Falconí, quien considera que “los niveles de producción y consumo del capitalismo occidental evidentemente han sobrepasado el límite planetario”.
Las reflexiones abrieron nuevas inquietudes a los asistentes. Algunos se cuestionaron sobre la relación entre capital y trabajo.
A manera de conclusión, Ramírez expresó: “Fue una decisión política del autor no citar las observaciones hechas por Fander (...) Si en ese marco conceptual uno levanta información difícilmente llegará a conclusiones diferentes. Para mí, el capitalismo no está en ‘éxtasis’ y eso lo demuestra el termómetro más importante de este modelo que es la concentración del capital y hoy estamos en los niveles más altos.
Entonces el capitalismo está sano, el problema es la civilización. Si queremos construir otro tipo de civilización tenemos que debatir acerca del valor, qué valoramos como sociedad”.