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Con disciplina y constancia se surge en Guayaquil

Con disciplina y constancia se surge en Guayaquil
09 de octubre de 2013 - 00:00

A las 08:30, cuando el sol guayaquileño apenas calienta el pavimento y las personas empiezan a copar las aceras de las calles García Moreno y Luque, en el centro de Guayaquil, el negocio de Marino Calderón arranca su actividad.

El incesante ruido de las licuadoras y el movimiento de los empleados evidencia que en “El Manabita” -establecimiento conocido por los jugos naturales, ensaladas de frutas, empanadas, corviches y bolones de verde- la actividad no se detiene hasta que cae la tarde.

Pero a Calderón, de 43 años, el trabajo duro no lo asusta. Así fue como aprendió a sobrevivir y prosperar en Guayaquil, ciudad a la que  con apenas 9 años llegó de Jipijapa, Manabí.

La sencillez es lo que más se destaca en él, sin embargo, su orgullo surge cuando  recuerda las dificultades que enfrentó cuando llegó a la ciudad. “Fue recontra difícil”, comenta, refiriéndose a la época en que vendía caramelos en los buses y betunaba zapatos. Entonces vivía con sus padres y 7 hermanos en una casa de caña en el Guasmo, en el  sur de la urbe.

Comenta que su padre tenía una carreta de jugos en las calles Manabí y Guaranda, y con él aprendió el oficio. Admite que nunca le gustó “el estudio” y que prefirió “andar en la calle trabajando”, de modo que fueron la constancia y la disciplina sus únicas armas para salir adelante en una ajetreada ciudad.

En el año 1993, con 800 sucres que tenía ahorrados, logró instalar su primera carreta de jugos y tostadas en la esquina de las calles Hurtado y avenida del Ejército. Recuerda que por varias ocasiones la Policía Metropolitana lo detuvo: “El problema era que atendía a la gente en los carros y detenía el tráfico”.

El establecimiento genera 25 plazas de empleo en sus dos locales. Ahora tiene servicio a domicilioPor ello solicitó a la Federación Deportiva que le permitiera alquilar un local contiguo a la conocida piscina olímpica para seguir con el negocio y allí despuntó. La jornada empezaba a las 05:00 para picar las frutas. “Madrugar es lo más difícil”, asegura.

Pero el esfuerzo dio resultado y cinco  años más tarde, en 1998, logró adquirir en  40.000 dólares una casa esquinera en García Moreno y Luque, donde ahora vive y trabaja.

De allí sale a las 04:00 con rumbo al mercado de transferencia Montebello, ubicado en el norte, para adquirir los insumos necesarios para el negocio. Las frutas frescas y una buena atención -dice- son los secretos  del éxito.

Si bien no puede asegurar cuántos clientes recibe al día y tampoco cuánto vende, lo que gana le ha alcanzado para emplear a 25 personas, incluido su hermano menor.

Tras dos décadas de trabajo, Calderón analiza su historia y manifiesta  que  la suerte le sonrió, pero la pasión por el trabajo y el proyectarse hacia el futuro fue una actitud  vital para él.

Hoy “El Manabita” tiene servicio a domicilio y promociona sus más de 20 variedades de preparaciones a través de un portal web.

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