Roger Federer ya no es invencible y los números lo demuestran. En esta temporada solo ha ganado un título y se clasificó a dos finales, lo que no sucedía desde 2001.

Aunque todavía faltan los torneos de París (que se está jugando) y el Masters de Londres (si llega a clasificarse), este es el peor año del suizo desde que en 2002 ingresó al top 10 del ranking ATP, ya que desde ese año nunca ganó menos de tres torneos en una temporada.

Esa estadística la igualaría si logra ganar los títulos de París y Londres, objetivo improbable por el bajo rendimiento que ha mostrado y que ha hecho que quede eliminado en varias primeras rondas ante rivales a los que antes vencía con facilidad.

Federer perdió ante Sergiy Stakhovsky (116 en el ranking cuando se jugó el partido, actualmente 103) en segunda ronda de Wimbledon, donde defendía el título. Ante Federico Delbonis (114 en ese entonces actual 55 del mundo) en semifinales de Hamburgo y Daniel Brands (51 del ranking ATP) en segunda ronda del torneo de Gstaad.

Esas derrotas, sumadas a su falta de títulos y victorias ante sus rivales directos como Novak Djokovic, Rafael Nadal y Andy Murray, entre otros top 10, refuerzan el criterio de quienes consideran que ya no es el mismo de antes y que debería retirarse.

Incluso sus rivales y extenistas profesionales se han dado cuenta de aquello.

“Del Roger que era el número uno al de ahora no hay la misma confianza”, aseguró Tommy Robredo luego de ganarle en octavos de final del US Open de este año, lo que significó otro resultado sorpresivo, ya que fue la primera derrota de Federer contra el tenista español en 11 partidos disputados.

Esa falta de confianza que vio Robredo se pudo palpar cuando el ex número uno mundial cambió su raqueta, que había usado desde el inicio de su carrera, de cabeza de 90 pulgadas cuadradas por una que tenía 98 pulgadas cuadradas.

Ese detalle traía un mensaje implícito: Federer ya no se sentía tan preciso como antes, ya que una raqueta con un área de golpeo menor (90 pulgadas) exige que el jugador sea más exacto en sus golpes. Al cambiar por una con un área más grande, el suizo reconoció -indirectamente- que ya no se sentía tan fino.

El “experimento” duró un mes; luego de sus sorpresivas derrotas en Hamburgo y Gstaad, “su majestad”, como se lo conoce en el mundo del tenis, volvió a su vieja raqueta.

“Jugué durante un mes con la negra, un prototipo. Al final sentí que ahora mismo lo que necesito es simplificar todo y jugar con lo que mejor conozco”, decía en ese entonces quien es considerado el mejor tenista de todos los tiempos.

Luego de su paso intrascendente por el US Open, el último Grand Slam del año, y de caer en la tercera ronda del Masters 1000 de Shanghai, Federer realizó otro cambio: terminó su relación laboral con su entrenador de hace tres años y medio, Paul Annacone. “Después de muchas conversaciones, sentimos que este era el mejor momento para tomar este camino. Paul sigue siendo un buen amigo y ambos esperamos seguir con nuestra amistad. Quiero darle las gracias por su ayuda y por el valor que me ha añadido a mí y a mi equipo”, dijo Roger sobre el entrenador con el que logró su Grand Slam 17 y volver al número uno del mundo en el 2012.

Esa decisión sí ha tenido consecuencias palpables. Federer llegó a comprometer su presencia en la Copa de Maestros de Londres, donde van los 8 mejores del año, y necesitaba ganar en Basilea, su ciudad de nacimiento, para asegurar su cupo. El suizo jugó uno de sus mejores torneos y aunque perdió en la final contra Juan Martín Del Potro, al igual que 2012, quedó a una victoria en París para poder inscribir su nombre en el torneo de Londres.

Federer ya estuvo en esta situación, donde la gente piensa que debe retirarse por sus resultados negativos, en 2011, cuando no ganó ni un Grand Slam y se pensaba que sería muy difícil que en 2012 pudiera recuperar el número 1.

Pero así lo hizo, ganando 6 títulos, entre esos Wimbledon, y volviendo al número 1 por 16 semanas.

Él cree que en 2014 va a mejorar, lo mismo piensa su archirrival, Rafael Nadal, que hace pocos días dijo que está seguro de que Federer no está “acabado” y volverá a jugar el gran tenis que lo caracterizó.