Mauricio Atamaín deja la lucha con una medalla en su pecho
El deportista Mauricio Atamaín Antuash le dijo adiós, después de casi 20 años, al deporte que le brindó muchas alegrías, pero también tristezas: la lucha libre. El atleta nacido en Morona Santiago, pero azuayo confeso, se retiró en estos IV Juegos Nacionales Absolutos de Cuenca y lo hizo adjudicándose la medalla de plata en los 66 kilogramos.
Nació en el cantón Limón Indanza, de Morona, pero desde los 10 años se radicó en Cuenca. Entre sus logros más sobresalientes están los títulos nacionales que cosechó durante 12 años consecutivos y un campeonato iberoamericano. “Tal vez no fue la mejor manera de retirarse, perdemos a uno de los mejores exponentes de la lucha ecuatoriana”, opinó el entrenador lojano Washington Castillo.
Y es que la despedida que tuvo Atamaín en el coliseo Jefferson Pérez, el jueves pasado, fue tan emotiva que el deportista no pudo contener sus lágrimas. Se abrazó con amigos, entrenadores, jueces y familiares. Así terminó el luchador la última escena de su larga historia.
Cuando en los altoparlantes del escenario deportivo se anunció la decisión de Mauricio, todo el coliseo le respondió con aplausos su entrega en tantas “batallas” ganadas. Con 37 años cumplidos hizo su último intento por darle una medalla a los azuayos en los Juegos Nacionales Absolutos.
Luchó con toda su fuerza, lo entregó todo durante los tres asaltos (de dos minutos cada uno), pero al final su esfuerzo no fue suficiente ante el poderío del joven Milton Gualpa (25 años), de Cañar. Todos los luchadores jóvenes que alguna vez lo vieron pelear y los que no, se le acercaron para sacarse fotos con el campeón. “Fue un duelo espectacular con mi vecino que le dio logros al Ecuador”, manifestó Gualpa.
“Cuando hay demasiada demanda de oxígeno en un combate, gana el que está más preparado físicamente”, agregó el cañarejo, emocionado con su victoria, porque sabía que eso le aseguraba estar entre los seleccionados para representar al país en el mundial de esta disciplina.
Atamaín anticipó en 2011 que tenía previsto retirarse. El hecho de no haberse clasificado a los Juegos Panamericanos de Guadalajara (México) habría sido lo que motivó la decisión. Sin embargo, los consejos de sus amigos impidieron que abandonara este deporte. Ahora, a sus 37 años, fue su propio cuerpo el que le aconsejó dejar la lucha, y él hizo caso.
A Atamaín le gustaba el fútbol. Fue delantero en equipos colegiales hasta que a los 14 años incursionó en la lucha. Un amigo del colegio Febres Cordero le invitó a unas competencias y desde entonces se quedó fascinado con la disciplina. Luego de ganar una medalla de bronce en un intercolegial al año siguiente, se dedicó de lleno a la lucha. Con apoyo de Carlos Chica, amigo y entrenador, se propuso hacer una carrera.
Después de recibir los aportes de entrenadores extranjeros durante los últimos diez años, Mauricio contó con la ayuda técnica de Oswaldo Granda y de su inseparable compañero René Guerrero. Los tres eran un equipo insuperable.
En los dos últimos años, el luchador estaba más afuera de la lona que dentro de ella. Su buen desempeño y dedicación le llevaron a estudiar medicina deportiva. Producto de esto, Atamaín fue contratado por la Federación Deportiva del Azuay (FDA) para que trabaje en el edificio de terapia. Allí se quedó hasta 2012, cuando los directivos de FDA lo delegaron como administrador del gimnasio.
Cuando se enteró de que en mayo del presente año se iban a realizar los Juegos Nacionales Absolutos, el luchador se mentalizó en representar por última vez a su provincia. Su idea era regalarle un último oro, pero no sabía que en el camino se iba a topar con el campeón sudamericano y eso le impidió tener un retiro “dorado”. Pero el cariño de la gente lo hizo sentirse tan contento que su despedida fue la de un ganador.