Byron, constancia inquebrantable y alegría deportiva
Las instrucciones de su entrenador, Edmundo Hidalgo, lo ponen en un estado de tensión. Sentado sobre el sillín adecuado a sus medidas, sus manos forradas con guantes especiales toman con fuerza los aros exteriores de metal de su silla de ruedas de competencia, a la espera de la señal de partida, para comenzar a impulsar las tres llantas.
Exterioriza su complacencia por contar con un implemento imprescindible para competir, como lo es su silla de ruedas -también dispone de otra para su movilización regular-, fabricada con un material de aluminio de avión, aros de carbono para hacerla más liviana, con un peso aproximado de 20 libras y construida a la medida, de acuerdo con su discapacidad.
Su joven esposa, Dalila Burgos, lo motiva al igual que su técnico, porque la meta es bajar el tiempo registrado en la vuelta anterior, luego de cada uno de los recorridos al anillo.
La pista de material sintético del estadio Olímpico Atahualpa es el escenario en donde el atleta Byron López prepara su participación internacional en los Juegos Paralímpicos, cuya sede será la capital inglesa en agosto próximo.
Es un nuevo nombre que se suma al listado de deportistas que representarán al país en competencias internacionales. Se muestra contento luego de lograr su clasificación, pero al mismo tiempo se siente muy comprometido por el hecho de representar al país en una competencia de trascendencia mundial, derecho adquirido al ganar la maratón de Padova (Italia).
El pasado 22 de abril, con un registro de 1.45.10 (marca “B”), mejorando su anterior marca alcanzada en Chile (1.48.43), consiguió boleto para Londres.
Hace más de una década, un lamentable accidente de tránsito, ocurrido un 25 de diciembre, al colisionar con un bus cuando conducía una motocicleta a gran velocidad, lo dejó sometido a utilizar una silla de ruedas para poder movilizarse.
Byron admite que su impericia y temeridad ocasionaron que su vida cambiara radicalmente. “Siempre he reconocido que fue una irresponsabilidad e imprudencia mías, de un adolescente de 18 años”, manifiesta en tono pausado y apesadumbrado.
La amputación de su pierna izquierda no fue directamente por el accidente, sino a causa de una mala práctica médica, al producirse una infección que dio paso a tres intervenciones quirúrgicas, lo que al final le significó perder su extremidad inferior.
En 1996 hizo su aparición en pruebas atléticas para personas con otras capacidades y tres años más tarde corrió por vez primera en una conocida competencia de la capital, en la categoría novatos, sin lograr mayor figuración. Emigró a los EE.UU. en busca de una oportunidad y durante su estadía, aparte del deporte, para sobrevivir, se vio precisado a trabajar como conductor de un auto automático y asistente de chef.
Cuenta con el respaldo de su familia y hoy trata de seguir estudios universitarios en la UTE, con el apoyo del Ministerio del Deporte y, además, ser un ejemplo para los discapacitados de su lugar natal, El Empalme. De allí su sentido del trabajo, la constancia y la alegría por vivir. (FMR)