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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Igualdad en espacios

“Visibilizar es político”

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La historiadora de arte Griselda Pollock dice que “el relato del arte es un relato ilustrado del hombre”. “Para ser poet(is)a tienes que haberte muerto”, tesis de Natalía Loza Mayorga, en Flacso, señala la poca producción literaria y atención a mujeres en la revista Letras del Ecuador, en sus primeros dieciséis años (1945-1961).

En la historia del Premio Mariano Aguilera, uno de los certámenes más importantes de las artes visuales, que arrancó en 1918, solo 13 mujeres han ganado. Lo mismo ocurre con el Salón de Julio, en Guayaquil, en el que durante 60 años solo seis mujeres obtuvieron el primer lugar. Ni qué decir de los eventos culturales en los que la mayor parte de panelistas son hombres.

Las mujeres están sacando cuentas para que se rompa aquello a lo que Pollock llama el relato ilustrado del hombre. En 2019, más de 100 escritoras hicieron pública una carta que denunciaba la desigualdad de género en la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, donde el 81% de los panelistas eran hombres.

Hay críticos literarios y escritores que cuestionan que aquel reclamo, que se traduce en los eventos culturales en la “búsqueda de paridad de género”, valide obras que pueden no ser relevantes. “Con el tiempo se empezará a matizar quién está haciendo un trabajo relevante”, dijo el escritor Leonardo Valencia.

Romina Muñoz, artista, crítica, cofundadora de la editorial Festina Lente, montó en 2019 una muestra sobre el trabajo de Rosario Villagómez, una de las primeras artistas en obtener un reconocimiento público por su obra en el país. “Hay una condición de invisibilización histórica que no podemos desentender ni banalizar”, dijo.

Muñoz se educó en artes casi 100 años después de lo que lo hizo Villagómez y a pesar de las conquistas que durante un siglo han logrado las mujeres, como acceder de manera igualitaria a la educación, cree que la poca legitimación que tuvo al principio su trabajo, tanto como artista con el colectivo de artistas Las Brujas y como docente estaba mediado por el hecho de ser mujeres y que dicha validación respondía a una camaradería masculina de la que no participaban. Para la escritora, periodista y gestora cultural Gabriela Ruiz “hay una decisión política a la hora de visibilizar el trabajo de las mujeres”. Recuerda que dentro de este pedido de igualdad en la participación pública están colectivos como los LGBTI. “Hay que generar una discusión en torno a las políticas, mejorar el nivel de compromiso y lo que significan las luchas de género. Yo aludo al necesario enfoque político que requiere una actividad literaria, como la crítica”.

Yuliana Marcillo, una poeta y gestora cultural manabita, cuenta que en los encuentros que organizan con la agrupación Papagayo K, en Manta, siempre buscan equiparar las mesas de diálogo entre hombres y mujeres. “Obviamente pensamos en el aporte de cada autor y que se alinee a la temática que estamos trabajando”.

Encuentros como la Feria de Autor Independiente rescatan el nombre de autores manabitas que por conflictos como el centralismo no se han visibilizado, sin embargo, en esta lista -en la que está Hugo Mayo o Luis Félix López- no han podido encontrar a ninguna mujer.

La poeta esmeraldeña Yuliana Ortiz sostiene que “la necesidad de generar espacios en los que hayan mujeres en el mismo número que hombres es necesario para un sector que ha sido, durante la historia de las artes y la cultura en Ecuador, marginalizado y silenciado”.

A ella, que ha publicado sus dos poemarios fuera del país, la señalan como la cuota de lo “políticamente correcto” por ser una de las pocas poetas negras y jóvenes del país. “En una país racista la gente negra parece no tener la posibilidad de hacer arte y se la asocia con el divertimento, no con el pensamiento crítico y la creación de algo literario. Las élites siempre defienden su privilegio. Los hombres se sienten amenazados y evidentemente van a desdeñar de la visibilidad de algunas mujeres”. (I) 

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Las preguntas que atraviesan la escritura

Leer mujeres y recomendarlas se ha convertido en un mandato. Una de las grandes preguntas de la nueva generación de escritoras es sobre qué significa ser mujer.

“Hay una pregunta que estamos respondiendo y es si queremos ser o no madres. Las mujeres son las que más medicamentos consumen y son tratamientos ginecológicos y psiquiátricos. Si pensamos, las mujeres y las políticas del cuerpo, estamos prácticamente siendo dopadas por no tener garantías para ser libres y decidir sobre nuestros cuerpos. Cuestionamos quién nos garantiza estar vivas cuando salimos de nuestras casas”, dice Gabriela Ruiz sobre la escritura que se está gestando desde el cuerpo femenino.

Más allá de las críticas que hacen los escritores y los cuestionamientos sobre la participación femenina en premios y encuentros literarios como un modelo de lo “políticamente correcto”, Ruiz cree que eso queda para otro momento. Que la escritura sobre el cuerpo y algunas preguntas que se hacen las mujeres son lo que importa. Sobre todo cuando hay registros de obras como Sangre en las manos, novela de Laura Pérez sobre el aborto, que fue publicada en 1959 por la Casa de la Cultura y que pasó desapercibida. (I)

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