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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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La Pachamama recibe ofrendas de sus creyentes

Las mujeres llevan en hombros el cuy-ñaña. Se trata de un altar con frutas, granos tiernos, cuyes y gallinas.
Las mujeres llevan en hombros el cuy-ñaña. Se trata de un altar con frutas, granos tiernos, cuyes y gallinas.
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Las mujeres cargan en andas el cuy-ñaña, un colorido altar colmado de frutas, granos tiernos, cuyes y gallinas, y en la parte baja lleva una jaula con cuyes vivos.

Esta es una ofrenda a la Pachamama que el pueblo cañari hace en el festejo del Pawkar Raymi, la época de florecimiento de los cultivos, según la cosmovisión andina.

Los músicos con los tambores, la kipa, el pingullo, la flauta y el acordeón, ponen las notas en el recorrido que hacen los indígenas con el cuy-ñaña en andas por distintas comunidades de Cañar. Este festejo simboliza la fertilidad de la madre tierra.

“Es una expresión de abundancia de alimentos que brinda la Pachamama. Contiene un profundo significado para las familias, porque se reúnen para compartir esta abundancia con un gran sentimiento de reciprocidad y solidaridad”, dice Luz Pichasaca, de Cañar.

El término viene de los vocablos de la lengua kichwa cuy, que es el cobayo, y ñaña, que significa hermana y hace alusión a las mujeres con amplia experiencia de criar animales, como las responsables de este ofrecimiento.

Según el glosario del Patrimonio Cultural Inmaterial del Azuay, es una ofrenda que se hace al prioste de la fiesta. En la antigüedad, la costumbre era colocar 12 cuyes por los 12 meses del año.

Las mujeres que cargan el cuy-ñaña lucen un sombrero adornado con cinta blanca, blusa bordada, una huallcarina intersecada por un tupo, sayas (polleras) de vivos colores y oshotas negras.

Los hombres, ataviados con el zamarro, la tradicional sombrerera, la camisa bordada y el poncho de lana de borrego, participan de la celebración en comunidades de Biblián, El Tambo y Suscal en Cañar, una provincia que posee cultura viva, con costumbres ancestrales de los taytas y mamas.

En la época de la Conquista, esta ceremonia fue influenciada por el Carnaval, dando paso a un sincretismo que se tradujo en el concurrido Carnaval cañari o ‘Lalay Raymi’.

Según Tayta Pedro Solano, de la comunidad Quilloac, la festividad rememora un encuentro con el espíritu del cerro o Urku Yaya, para quien se debe preparar un banquete la noche del lunes de Carnaval.

De esta manera, el tayta Carnaval, personaje mítico que representa al Urku Yaya, llega y deja el Kuzhi, que es la fortuna o la suerte para el próximo año.

Pero si el banquete no está listo, la gente se expone a que le llegue el Yarkay, la hambruna, las malas energías, la pobreza y las malas cosechas. (I)

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