Ser animal en el teatro o ante la justicia no es un atenuante
El escenario estuvo lleno. A oscuras, el espectáculo inició pasadas las ocho de la noche del martes anterior. Se trató de una jornada más del Sexto Festival de Artes Escénicas denominado “Escenarios del Mundo”, que en esta ocasión presentó la obra “Ser animal no es atenuante”, escrita por Juan Andrade Polo.
El protagonista fue el actor Alejandro Carvajal. Con las luces semiapagadas apenas se divisaba el color de su vestimenta. Lo que sí era claro es que representaba a una autoridad de alto rango del ejército: sus botas altas, su ropa bien planchada y su corbata negra, más su mirada impactante denotaba firmeza. El personaje que interpretó fue el del teniente coronel Leonidas Monleón.
Ya en el papel del personaje empezó a expresarse tal cual como había sido su vida. Por lo que utilizó palabras determinantes, estrictas y frías por momentos, pero que reflejaban la instrucción y disciplina militar que tuvo desde niño.
En más de una ocasión -durante la obra- se jactó de sus logros. Luego de una breve introducción, Leonidas Monleón contó como había “celebrado” su ascenso a teniente coronel, junto con su esposa e hijos. Expresó que cuando obtuvo dicho mérito asistió al Parque Zoológico, propiedad del Ejército Nacional. Una vez allí, acompañado de su esposa y descendientes, empezó a explicar sus amplios conocimientos sobre algunas especies animales del país.
Luego de algunos minutos, en los que detalló las características de un flamengo, Monleón, con ademanes y palabras, dio a conocer sobre un acto que determinó su vida. Mientras paseaba por el zoológico, acompañado de su familia, se detuvo a observar a unos monos enjaulados.
“Era maravilloso, el más pequeño de estos monitos le agarraba del rabo a uno más grande (…) Pero luego: qué vergüenza, qué dolor, qué estrés; un mono que me quedó mirando desafiante empezó a masturbarse… Y en ese momento vino a mí la imagen de mi santa madre”, contó Monleón, en medio de las risas del público. Como consecuencia del “acto de inmoralidad” del mono, Leonidas sacó su pistola y, aprovechando que tenía permiso para portar armas, disparó tres balazos contra el animal. La gente, que se encontraba en el zoológico, corrió despavorida.
Sus hijas y esposa habían quedado impávidas por el suspenso. El mono murió. Días después del incidente, las autoridades iniciaron investigaciones. La intención era dejar las cosas como si nada hubiera pasado. Pero el orden, el autoestima y la determinación del recién ascendido militar lo obligaban a exigir un juicio de acuerdo a la ley.
Pasaron varios días hasta que llegó el juicio -para estas escenas el actor utilizó, a más del suyo, tres trajes, que representaban al juez y a los abogados defensor y acusador-. El primero en tomar la palabra fue el juez que elaboró un muro de alabanzas para presentar al acusado.
Los abogados actuaron, como siempre, con total cautela, pero sin dejar de lado los postulados que podrían defender sus posiciones de acusadores o defensores.
Luego de varios dimes y diretes, el juez declaró al teniente coronel como inocente. El motivo: que el jurista defensor expuso como excusa del comportamiento de Monleón que “Ser animal no es atenuante” y que el mono había cometido actos inmorales en contra de su defendido y su familia. Ese fue el veredicto. Monleón terminó su actuación marchando con firmeza y considerando que su acto fue en defensa de la honra y moralidad de su familia.