Seis hombres se toman La casa de Bernarda Alba
Seis hombres sobre el escenario asumen la feminidad de los personajes que Federico García Lorca implantó en La Casa de Bernarda Alba. Llevan el cabello con corte militar. Visten de negro con transparencias, escotes ajustados, corsés con arreglos de cuero y objetos metálicos sobre sus cuerpos toscos y poblados de vello.
La obra del poeta andaluz es reinterpretada por un grupo de actores latinoamericanos en Ecuador y con guiños al teatro de Bertolt Brech. Aquí, la cuarta pared siempre se rompe, los intérpretes gestionan la música de la obra y los efectos especiales; además, el melodrama no es la regla.
La Casa de Bernarda Alba relata el encierro de una mujer, con su madre en demencia y sus cuatro hijas -en el caso de esta adaptación, pues en el original son cinco– tras la muerte de su esposo, el padre de las hijas. El luto se vuelve una excusa para cerrar puertas y ventanas y controlar los deseos de las muchachas que envejecen privadas de la proximidad masculina y cultivan, por influencia de su madre, el miedo al qué dirán y con ello la necesidad de guardar las apariencias.
Al inicio de los ocho años que debe durar el luto, Angustias, la mayor de las hijas y la que más dinero tiene tras la muerte del padre, es pretendida por Pepe el Romano. Este es uno de los hombres más guapos del pueblo y ha pedido desposarse con la hija mayor de Bernarda, a pesar de que es veinte años menor que ella.
El compromiso de Pepe el Romano debería ser con la menor de las hijas, con Adela. A ella le invaden los celos y busca cambiar el destino de las cosas. El compromiso altera la paz del hogar, la relación entre las hermanas y los secretos de las hijas de Bernarda Alba.
Montar La Casa de Bernarda Alba con hombres es un proyecto de Guillermo Silverio y su productora desde que llegó al país, hace dos años, y de a poco fue reuniendo al elenco.
Sobre el escenario aparecen los venezolanos Jeff Nieto (como Martirio) y Gonzalo Cubero (como Bernarda); el cubano Guillermo Silverio (como Magdalena y la abuela); el machaleño Jean Luigui Valarezo (como Adela) y los guayaquileños Fernando Gálvez (como La Poncia) y Hugo Guerrero (como Angustias). Detrás de la puesta en escena, en la dirección de los personajes está el venezolano Julián Martínez, quien desde su llegada al país, como docente de la Universidad de las Artes, ha montado dos obras de su autoría (La casa del perro y Ella coneja) y recibió la propuesta de dirigir esta, de Lorca.
Martínez agregó diálogos que rompen con la cuarta pared entre los actores y el espectador, guiños que le agregan humor a la tragedia de la historia como aquello de “los hombres harían cualquier cosa, hasta vestirse de mujer, para ganar el papel de una obra”.
En esta pieza los actores asumen un rol femenino, se enfrentan al obstáculo de llamarse en masculino y juegan todo el tiempo con la delicadeza de sus personajes y la agresividad de su género. Para Silverio, se trata de explotar el lado femenino de los hombres, colocarlos en la piel de este tipo de mujeres y asumir una nueva época.
“Una sexóloga publicó un libro sobre el mito de la masculinidad y decía que a los hombres les hacía falta una revolución masculina y es cierto. Se supone que el modelo masculino es triunfante y que no hay necesidad de revuelta, de revolución, y sí la hay: tiene que ver con que los hombres sí lloran, con que ser un hombre muy hombre no es abandonar a los hijos, ni golpear a la esposa, en ese sentido son elementos de una nueva época”, dice el director de la obra.
Para Silverio, la obra de Lorca sigue vigente hoy también no solo por la subsistencia de un modelo social patriarcal, sino también político. “En la política de muchos países se impone la idea de que no cambie nada, de vivir bajo la represión. Yo he vivido en un país en el que lo que te toca es lo que vas a hacer, siento que a este país le hace falta escuchar esto antes de caer”, señala el actor cubano. (I)
Datos
Federico García Lorca escribió La casa de Bernarda Alba en 1936, como una obra localizada en los pueblos de España. Sin embargo, su montaje y publicación esperó hasta 1945.
La obra está dividida en tres actos y en el manuscrito el poeta advirtió que tienen la intención de un documental fotográfico. En 1982, la obra fue llevada al cine.
Uno de los propósitos de que hombres representen esta obra es que la figura masculina -el principal símbolo del machismo- sea vista como no debería presentarse. La identidad de hombre viril de pelo en pecho se ve erosionada al momento de asumir el papel de mujer reprimida y represora. Se trata de una obra hecha por hombres que se ponen en los zapatos de quienes no pueden acceder a buena parte del mundo solo por su sexualidad.