Rodríguez: “Literatura y magia en alguna manera se parecen”
El tema del libro, la magia, comienza por una experiencia más bien en el ámbito periodístico que tuvo al realizar un acercamiento con varios magos en el Ecuador. Cuente un poco sobre eso, ¿cómo fue ese descubrimiento?
Llevo aproximadamente dos años volviendo al periodismo. Y a propósito de un trabajo para un medio escrito conocí un grupo de magos, entonces fue muy interesante darme cuenta de que Ecuador tiene una cantidad de magia muy, muy alta.
Por ejemplo, te puedo hablar del Club Mágico de Cuenca, que son jóvenes, inquietos, apasionados. Di también en Guayaquil con un mago que se llama Aristóteles, que trabaja en un circo.
De ahí, en Quito, que está lleno de leyendas, conocí de alguien singular y famoso. Falleció joven y, a pesar de ello, fue considerado un gran maestro de la magia. Hacía cartomancia, que es ilusión con las manos. Se trata de Andrés Castro, pero el personaje que representaba era Magnalucius, un hombre muy desencantado de la vida pero también bastante inquieto. Me pareció una leyenda bella. “Caja de magia” está dedicada a él.
Aprendí que es un arte enorme, he concluido que literatura y magia en alguna manera se parecen. En la literatura entra esta ilusión de una realidad, regida por las artes, es un juego visual. Tienen mucho en común y ese es un poco el ejercicio que hace “Caja de magia”.
¿Cómo conjuga esta idea de la realidad y lo fantástico?
Yo creo que si ahora miro con ojos profesionales mi obra, considero que es una constante en lo que vengo haciendo desde que estoy en el mundo de la literatura. Nunca había sido tan consciente de esa capacidad hasta ahora. Es decir, ver todo lo que la realidad me puede dar. Y siempre lo veo posible por protestar de una manera, y estas son mis protestas.
Ahora que habla sobre la realidad hay un cuento en el que usted dice: “Se sugiere evitar... a artistas en general, para ser enviados al universo de la fantasía: ¡Jamás quieren regresar...!”. ¿Le ha pasado?
El libro es como muy drástico. Pero de cierto modo sí. Aunque estaba pensando en Magnalucius, quien quiso quedarse del otro lado para siempre, porque este lado no le era evidentemente satisfactorio. Pensaba en amigas mías que también han fallecido hace poco.
Incluso pensaba en mi forma de elaborar la realidad. De una manera yo sigo siendo rebelde frente a eso. Entonces, lo ideal sería poder tener el equilibrio entre esos dos mundos. Pero muchas veces el contrapeso del otro lado puede ser tan, tan interesante que te vas, mueres y te vas, enloqueces y te vas.
Comparando su obra con otras, en ésta presenta netamente microcuentos, ¿a qué se debe?
Este libro lo tienen que leer en una clave de conjunto. Por ejemplo, creo que quizás “Balas perdidas” también hace el ejercicio del conjunto, pero solo en la estructura.
Ahora, inicialmente mi idea de “Caja de magia” era que fuese más bien un libro objeto. O sea, un texto que se pueda manipular, coger, monear. Que fuera en realidad una caja de magia. Había estado buscando editoriales por otros lados, como México, por ejemplo, pero di con esta oferta de Parafernalia, que es esta editorial virtual que la dirige un editor extraordinario y muy joven que se llama Alberto Sánchez Argüello. Él me propuso hacer un libro ilustrado, me hizo unos bocetos y me gustó mucho la idea, entonces decidí irme por ese lado.
Y sí, hay que leer el libro en conjunto, estos cuentitos sueltos no creo que se entiendan. En mi cabeza son como una especie de sistema donde encajan unos con otros.
A partir de eso, ¿cómo entender la labor del microcuentista?
Creo que en este texto yo no he pensado mucho en géneros, más bien estaba pensando en las partes que están integrando un todo. Este género, como tal, es muy polémico, porque supuestamente los microcuentistas no son escritores. Yo con esto no me estoy consagrando ni yéndome completamente del lado del microcuento, porque entiendo que el escritor tiene que hacer más de un ejercicio, y éste podría quedar como uno de ingenio y nada más. Pero este texto funciona de esa manera.
Yo siento que en este momento de mi vida soy como el ying y yang. O sea, negro-blanco, realidad-fantasía. Entonces, yo estoy por sacar quizás el próximo año un tomo de cuentos, mucho más oscuro, sombrío. Y yo soy ambas cosas, yo puedo ser muy lúdica como “Caja de magia” o puedo ser la contraste, que ya viene, que es “La bondad de los extraños”, que son cuentos que coquetean con lo “raro”, lo oscuro. La obra que ahora presento es lo luminoso, lo optimista y lo juguetón. Son los dos extremos de mi producción.
Hablaba sobre la editorial, ¿por qué liberar el libro en Internet?
Básicamente forma parte de una discusión que he tenido con varias personas, va en torno a qué pasa con la literatura ecuatoriana, porque se dice que no nos leen, que no hay acceso, y sigue habiendo problemas editoriales Sierra-Costa.
Esto nace a partir de una conversación que yo tuve con Denisse Nader. Hablábamos sobre cómo es que no hay literatura ecuatoriana disponible en Internet, que ahora se vuelve el eje documental del mundo, mejor dicho el eje bibliográfico, y se piensa que lo que no está en la red no existe. Así de terrible.
Y de hecho, a partir de un ejercicio que hice en la universidad saqué varias conclusiones. Yo les di a mis alumnos nombres de autores ecuatorianos y les dije que buscaran y miraran sus obras. Muchos me dijeron “no hay, profesora, no tienen obras en Internet”. Y, por ejemplo, hablando de mí, mis otros libros ya se acabaron -las primeras ediciones-. ¿Cómo la gente verifica que yo soy una autora? ¿Cómo la gente sabe que hago literatura?
Entonces, con esto estoy intentando difundir la literatura ecuatoriana. Así de sencillo. Yo no soy la mejor representante, ni pretendo serlo, yo solamente soy una voz. Y soy una voz que a partir de esto quiere mostrar algo más realista de lo que es la literatura ecuatoriana. La imagen de nuestra literatura, si entras a lo más básico que es Wikipedia, dice “Literatura ecuatoriana: se caracteriza por realismo, costumbrismo”, etc. No somos solo el “Huasipungo”, pero eso es lo que se ha canonizado y lo que se difunde y aparece en los imaginarios de la gente.
Y repito: yo no me creo emblema de nada y estoy lejos de serlo, pero me interesa que este texto llegue a otros lugares y yo me muestro por aquellos que no se pueden mostrar porque se acabaron las ediciones, porque no tienen con quien publicar, etc.
Muchos dirían que es una solución más fácil o, por otro lado, la más riesgosa...
Creo que esto de aquí es bastante polémico, porque yo he sostenido conversaciones con escritores que viven de sus publicaciones y que ganan mensualmente $ 3.000 vendiendo libros, pero yo estoy segura de que no voy a escribir un libro con el que luego gane $ 3.000, no por ahora, ni está en mi interés.
Este es un juego que se pensó como juego libre. Y yo siempre supe que este ejercicio sería lúdico, porque no lo miro como un libro como tal. Yo lo quería compartir con el mundo, y me gusta porque se está dando de una forma muy divertida.
Parafernalia es una editorial nicaragüense. Soy una escritora ecuatoriana, que lancé un libro en Argentina, publicado con una editorial nicaragüense, y mi libro está para todo el mundo. Es una cosa como muy global. Ojalá a la gente le guste este tipo de literatura, porque lastimosamente, todo igual, es bastante serio. Pero hay que reírse, esto de las publicaciones no es tan grave ni tan drástico.
¿Qué está pasando con la literatura ecuatoriana contemporánea, específicamente en el ámbito del cuento?
Siempre está igual, siempre se está moviendo. El cuento ecuatoriano es un género muy dúctil, más que la novela. Siempre aparecen jóvenes cuentistas, siempre. Novelistas cuestan más. Te puedo hablar de nuevas voces que están haciendo ejercicios muy interesantes, al azar: Diana Zavala Reyes, María Fernanda Ampuero, Miguel Antonio Chávez. Y hacen literatura siempre en tonos muy “raros”, una habla sobre migrantes, Diana tiene cuentos eróticos, Miguel hace una literatura irónica y paródica.
El cuento es un género de un montón de movilidad y siempre habrá novedades. Lo que pasa es que hay que dejar de ser apocalípticos. A mí me preocupan algunos escritores, que sin saber o por polemizar dicen que en la literatura ecuatoriana no hay nada nuevo, que todo está mal, que es terrible, que desde Javier Vásconez no se hace nada. Eso no es así.