¿Qué premia, en realidad, el concurso World Press Photo?
Sobre el World Press Photo (WPP) existen algunas preguntas que han generado discusión en redes sociales y otros espacios de debate últimamente. Por un lado, la pregunta recurrente: ¿Por qué se premia tanto el conflicto armado y sus diferentes consecuencias? Y recientemente se cuestiona: ¿Por qué se permite la posproducción de las fotografías?
A pesar de que muchos lo creen, no tiene que ver con sensacionalismo o efectismo, es más bien al contrario. Las fotografías de conflictos nos pueden llevar a una reflexión sobre nuestra condición humana y a cuestionarnos sobre nuestras acciones.
Y respecto a la posproducción: ha existido desde el inicio de la fotografía. No es algo nuevo. Los fotógrafos siempre han buscado la manera de que sus imágenes alcancen la mayor calidad posible.
El WPP premia a las que registran los acontecimientos más importantes a escala mundial durante el año. Pero no lo hace con cualquiera.
Para familiarizarnos con los criterios del concurso debemos saber que el WPP premia la síntesis simbólica que una imagen contiene, sobre un asunto de interés mundial o regional, enmarcada en la labor del fotoperiodismo.
En este caso quiero centrarme en un breve análisis del premio a la Fotografía del Año del World Press Photo 2013. ¿Por qué se la premia como la foto del año y no a otras que parecen mejores?
Para que sea considerada la foto del año, lo más importante es la historia que nos cuenta una fotografía. Teniendo en cuenta esto podemos entender la perspectiva de los jueces de este concurso.
Entonces hay que preguntarse de qué manera los elementos allí representados se convierten en piezas clave que significan algo más allá de lo netamente evidente en la fotografía y de qué manera esos elementos son coherentes con el contexto.
Para esto y para evitar confusiones hay que aclarar que la fotografía en fotoperiodismo no es arte ni pretende serlo. Siempre está en función de informar de modo preciso sin falsear los hechos.
Lo que sí es cierto es que hubo un antes y un después en el fotoperiodismo. Algo similar a lo que sucedió con la aparición del dadaísmo en el arte, sucedió en el fotoperiodismo desde los años 70.
Los paradigmas del fotoperiodismo fueron repensados a partir de un momento clave en la historia del mundo. La fotografía de Nick Ut de 1972 en la que una niña vietnamita huye de un bombardeo con napalm durante la guerra de Vietnam. Fue premiada como foto del año en el WPP y generó un gran impacto a escala global.
Desde ese momento ha ido cambiando el panorama del fotoperiodismo y en la actualidad podemos encontrar varias tendencias, unas puristas, otras esteticistas y otras más abiertas a otros lenguajes mezclados con lo audiovisual. Todas son válidas en cierto modo y coexisten en el mundo fotoperiodístico, dándole diversidad al género.
Sin embargo, el criterio principal para valorar una fotografía fotoperiodística es, sin dudas, la manera en la que cuenta una historia desde una dimensión simbólica pero coherente con el contexto. No podemos olvidar que estamos hablando de periodismo y su base son los hechos.
No es una tarea fácil componer una fotografía en medio del movimiento de una multitud, peor aún en medio de un conflicto. Todo es desordenado alrededor y las situaciones avanzan a una velocidad increíble. Muchas veces hay que hacer fotografías mientras uno va corriendo y -en ese rato- componer la imagen para que quede perfectamente encuadrada, con la luz idónea y las expresiones ideales, es complejo.
A pesar de la dificultad, un buen fotoperiodista siempre busca un momento significativo en cualquier situación en que se encuentre. A veces se tiene el tiempo para enfocar y componer con éxito la fotografía, pero en la mayoría de ocasiones no se puede, por la rapidez con la que suceden las cosas.
Puede salir una foto algo desenfocada y movida. Este es el caso de la foto ganadora del WPP en el año 2007, del fotógrafo británico Tim Hetherington. Quizás sería válido decir que técnicamente es una mala foto y que no se la debería premiar. Pero no hay que olvidar la historia que cuenta. Un soldado se refugia en la trinchera Restrepo en el valle de Korengal, lugar de cruentos enfrentamientos entre los soldados norteamericanos y guerrilleros afganos.
Luego de 6 años de intervención estadounidense en Afganistán, en el 2007, el mundo comenzó a ver esta guerra como algo innecesario, como una guerra sin sentido porque no tenía un objetivo claro, costaba miles de vidas y millones de dólares que llevarían a los norteamericanos a una recesión económica.
La actitud del soldado, cansado y desesperado, representa la opinión mundial, que por todos lados se manifestaba en contra de esa guerra. Esa historia y ese contenido simbólico se unen en esta foto borrosa y por eso se la premió. No es algo fácil, aunque lo parezca.
Así se nota que el fotógrafo trasciende la realidad explícita para contar una historia más amplia a partir de esta imagen, que se alinea con la coyuntura mundial sobre ese conflicto en particular y que, como fotografía, es relevante, pese a no cumplir con los estándares de técnica esperados.
Esta particularidad me lleva a abordar el tema de la técnica que muchos buscan en las fotos. Sin duda los aspectos técnicos son importantes, pero no son determinantes al momento de valorar lo que una fotografía comunica.
En realidad, a estas alturas, no existe una técnica correcta y otra incorrecta. No se puede decir que una foto es buena porque medimos la luz de una u otra forma o porque escogimos un lente determinado, por elegir tal o cual encuadre o ángulo.
Tampoco importa mucho si saturamos y contrastamos digitalmente o le damos algún otro tratamiento de color a la imagen, porque al final eso es un maquillaje esteticista que no habla por sí solo.
La posproducción de las fotografías es una decisión de cada autor y es totalmente válida la opción de hacerla o no. Esta lo que se permite es una manipulación sin alterar los elementos que aparecen en la imagen, es decir, no se pueden hacer montajes o añadiduras, pero sí recortes y recomposiciones. La imagen debe ser fiel a los hechos, nada más.
Una imagen bonita no es necesariamente una buena foto. Si esta no nos dice algo, no sirve para nada. Puede ser manipulada para tener los colores más llamativos, pero si no tiene algo que contar, entonces no sirve. Este no es el caso de la fotografía del año del WPP 2013.
En la foto ganadora de esta edición, del fotógrafo Paul Hansen, el callejón no es simplemente un callejón, representa a la Franja de Gaza; los individuos representan los sentimientos del pueblo bajo constantes ataques: ira, dolor, desesperanza; y los niños muertos representan todo lo bueno que la humanidad pierde con la guerra de una manera atroz. Es la parte simbólica de la foto que cuenta toda una historia de una manera sensible, a partir de una situación específica.
Si revisamos los datos técnicos de la imagen ganadora, podemos ver que fue tomada a una velocidad de obturación de 1/800 de segundo, es decir, casi una milésima de segundo. Única e irrepetible y en medio de una situación difícil, esa foto no pudo haber sido posada, compuesta o controlada de alguna manera. Sin duda la ganadora de este año es una fotografía que nos deja atónitos frente a la tragedia que significa la guerra.
La manipulación de los colores responde a una tendencia mundial del uso del HDR (High Dynamic Range) para recuperar los detalles que se pierden en las sombras. Pero en cualquier caso, manipulada o no en posproducción, la imagen cumple con su misión.
Cualquiera podría darle una lectura diferente, pero si nos enfocamos en el contexto, en la situación, en la dificultad que pudo tener el fotógrafo para obtener esta imagen y en la historia que nos cuenta, podríamos concluir que es una fotografía que representa el conflicto y la injusticia que se llevó a cabo en la Franja de Gaza, de una manera sensible y digna de ser premiada.
Toda esa complejidad se toma en cuenta en el World Press Photo, no es una casualidad ni una coincidencia que la fotografía ganadora de este año tenga todas esas cualidades.