María Emilia Moncayo: "'Simplicidad' es un momento de intimidad entre la fotografía y yo"
María Emilia Moncayo es una fotógrafa consumada. Se enamoró de la fotografía cuando siendo niña viajó por diferentes parajes a través de un libro fotográfico de pasta dura que llegó a sus manos.
En el colegio sus horas libres eran la oportunidad para colgarse la cámara y detener en el tiempo todo aquello que miraba a través del lente. El sonido del timbre que anunciaba su hora libre se confundía en esos tiempos con una sola onomatopeya: clic...
Ya de adulta, cada decisión que fue tomando, como estudiar Marketing (porque no hay carrera fotográfica como tal) o trabajar en una fundación (buscaba actividades donde pudiera viajar a las comunidades), era en realidad un pretexto para aguzar la vista, enristrar su cámara y registrar el momento.
Este 21 de octubre hizo el lanzamiento de su quinto libro de fotografía, "Simplicidad", evento en el que fue arropada con el cariño y la admiración de quienes aquilatan su obra. Serena, amable y generosa, le cuenta a diario El Telégrafo cómo ha sido su tránsito por el mundo de la fotografía, cuándo se introdujo en el universo de los chagras y cómo empezó su vínculo con los caballos.
María Emilia Moncayo es, inequívocamente, una aventurera de casta que ha llevado consigo la cámara por todos los puntos cardinales para mapear el país de norte a sur en la búsqueda de su genuina devoción: la fotografía.
María Emilia, ¿desde cuándo supo que la fotografía era lo suyo?
Desde pequeña tenía esta pasión por la fotografía, por los libros fotográficos. En mi familia hay aficionados a la fotografía, pero no hay ningún fotógrafo profesional; soy la primera en la familia, pero siempre mi papá tuvo su cámara de fotos; tenía tíos con cámaras fotográficas, y yo siempre estuve detrás del lente buscando hacer fotografías. Siempre detrás de las cámaras...
Desde pequeña le gustó la fotografía, ¿pero a partir de qué hecho fue consciente de que su afición se materializaría?
Cuando tenía alrededor de 12 años siempre veía estos libros de pasta dura, de grandes formatos de fotografía y yo me perdía en sus páginas. Para mí realmente desde chiquita era increíble. Los veía espectacular y decía: "me gustaría hacer esto cuando fuera grande". Era como el sueño de trabajo que todos queremos, ese sueño que de pequeña ves inalcanzable. Y cuando fui creciendo todo el mundo me decía: del arte uno no va a vivir, tienes que tener una carrera.
Cuando tenía que elegir en la universidad estaba siempre con mi cámara tomando foto y más que nada jugando con ella porque la fotografía es un juego de luces y de sombras. En el colegio jugaba con la cámara, por ejemplo le dejaba un tiempo de obturación super largo y empezaba a dibujar del otro lado con velas, con linternas y pedía a mis amigas que me enseñaran a dibujar con luz.
Entonces realmente para mí la cámara era un juguete con el cual empezaba a experimentar. Crecí y pensé: "debo tener una carrera (porque para empezar no existe una carrera fotográfica), así que gradúate y obtén el masterado en fotografía".
De hecho una de las razones por las cuales decidí estudiar Marketing es porque podía haber un vínculo con la fotografía. El marketing siempre te ayuda con otras carreras, pero la fotografía era lo que a mí me apasionaba, entonces decidí estudiar esto.
Posteriormente empecé a trabajar. Una vez que salí de la universidad busqué trabajos donde pudiera viajar y estar metida en comunidades, es decir buscaba un pretexto para poder fotografiar. Mi primer trabajo fue saliendo de la universidad, en la Fundación Cecilia Rivadeneira, donde trabajé en el área de Marketing. Recuerdo que ahí recibían (reciben) ayuda social las personas con cáncer, los pueblos vulnerables, y en ese tiempo existía este proyecto que era la "Caravana de la Alegría" y nos fuimos a trabajar de pueblito en pueblito.
Recuerdo que estuvimos en Esmeraldas y en el Oriente haciendo esta caravana. Para mí era hermoso no solo poder ayudar con toda la labor de la fundación y con mi trabajo en la parte de mercadeo sino también llegar a estos sitios y poder documentar. Después tuve un trabajo en una productora de cine, en donde también estuve vinculada a la parte de mercadeo y a la producción de campo. Pude viajar y tomar fotos, por mi cuenta, tras cámaras.
Fue después de este proyecto que me dije: "ya pude hacer la producción de campo de una película, ahora quiero hacer la producción de un libro", que era mi sueño desde pequeña. Ahí arranqué, me lo propuse y publiqué mi primer libro en el 2010: "Cuatro Andares", un libro de fotografía equina. Además los caballos a mí me encantan y siempre han estado en mi vida.
Yo pensé que todo se iba a quedar ahí, pero una cosa me llevó a otra porque después vino el tema de los chagras. Fue como que la vida me fue guiando porque haciendo el libro "Cuatro Andares", que fue el primero, llegué a los caballos salvajes. Buscando el tema del caballo criollo llegué a Cotopaxi (entre el Cotopaxi y el Antisana hacen un rodeo en los páramos de caballos salvajes).
Cuando vas a los páramos del Cotopaxi te puedes topar con manadas de caballos salvajes, pero agrupados, galopando a toda velocidad, y esta cultura que tan poco se conoce de los chagras, de los caballos salvajes y de los rodeos hizo que me preguntara: ¿Qué pasa en los páramos? Así fue que me propuse el siguiente proyecto.
¿Desde cuándo tiene fascinación por los caballos?
Desde pequeña, tanto mi familia materna como mi familia paterna han estado vinculadas al mundo equino. Mis abuelos han tenido siempre fincas en donde hay caballos y a mí papá le fascinan. Yo crecí en Tumbaco cuando era zona rural, vivíamos nosotros y el resto era potrero debido al gusto de mi padre por los caballos. Crecí con caballos y fui venciendo miedos porque para mí de chiquita no era fácil, tenía recelos, y he estado vinculada a las cabalgatas desde siempre.
De sus cinco hijos: "Cuatro andares", "Caballos de crianza en Ecuador", "Tierra de chagras", "Senderos de toquilla" y "Simplicidad", ¿con cuál se queda?
Cada uno, como todo hijo, tiene su cosa especial: "Cuatro andares" es el primero; "Tierra de chagras" también porque estuve una semana metida en el páramo para hacerlo con ellos, yo era una chagra más... "Senderos de toquilla", igual; no podría decirte cuál es mi favorito; son como los hijos. Y "Simplicidad", de ahora, también es especial.
¿Qué significa "Simplicidad" para usted?
"Simplicidad" lleva su nombre más de 10 años. ¿Qué significa? Es un momento de intimidad entre mí y mi fotografía; es cuando yo pongo en pausa mi mente o tengo esa quietud y puedo sentir la vida, el viento, la brisa, sentir un rayo de sol, sentir cómo fluye el agua y suspirar por esos momentos que damos por sentado.
Una de sus publicaciones es de México, ¿qué vínculo tiene con ese país?
Hice un curso de fotografía que se desarrolló en Oaxaca con una reconocida fotógrafa que ahora ya no nos acompaña, ya falleció; pero ella era una gran fotógrafa neoyorquina, Mary Ellen Mark, que siempre fue un referente mundial de la fotografía para mí, así como también Henri Cartier Bresson, pero del siglo XX. Yo hice un curso de fotografía documental con ella, estuvimos un mes en Oaxaca, desarrollando el curso.
¿Marcó su carrera?
Definitivamente, a mí, y a mi carrera...
Usted tiene 16 años en la fotografía... ¿Qué le ha dejado su profesión?
El asombro por la vida, el aprender a mirar con contemplación. La fotografía me ha enseñado que en la vida no controlamos nada. Me ha pasado que planifico las fotos, muchas veces madrugo, hago un largo viaje, tomo un avión y cuando llego llueve a cántaros. Así te das cuenta de que si cae un aguacero tienes que arreglártelas. Hay que idearse para trabajar con lo que hay.
¿Cómo estuvo el lanzamiento de "Simplicidad", su último libro fotográfico?
Espectacular. Tuve el corazón lleno de alegría, de orgullo, de gratitud, fue muy emotivo, estoy feliz, dichosa con el resultado. Los libros fotográficos son un viaje para el lector, pero a través de la fotografía uno se puede transportar.
¿Cómo un alma peregrina enfrenta la pandemia y qué les puede decir a quienes siguen su trayectoria?
No me he sentido intimidada, pero estoy segura de que en el ambiente, en el aire fresco, en los páramos, en la naturaleza, no hay peligro. Lo que hacíamos con mis hijos era irnos de camping, salir a la naturaleza, a los páramos, donde los cuatro compartíamos con la naturaleza. En la naturaleza solamente hay sanación.
Los invito a ver mi fotografía, mi arte, que se inspiren a través de mi obra y que conozcan nuestro país. Soy una ecuatoriana orgullosa de su país, de lo que tenemos, de esos rincones escondidos que muchas veces no conocemos.
* Toda la obra de María Emilia Moncayo está disponible en wwwmariaemiliamoncayo.foto, donde pueden adquirir (compra online) sus libros. http://mariaemiliamoncayo.com/
Inició su carrera de fotógrafa en 2004, enfocándose en el mundo equino y documental. Es autora y productora de los libros "Cuatro andares", "Caballos de crianza en Ecuador" (2010), "Tierra de chagras" (2013), "Senderos de toquilla" (2017) y "Simplicidad".
Publica varias fotos de su autoría en el libro "Oaxaca-México" (2011) y en el libro "Haciendo caminos al andar" (2014), el cual también produce. Ha realizado estudios dentro y fuera del país, iniciando en la Universidad San Francisco de Quito (2007), en Nueva York, donde se especializa en fotografía documental en el International Center of Photography ICP (2009).
Luego sigue un importante curso en México con la icónica fotógrafa Mary Ellen Mark (2011). Sus trabajos han estado siempre relacionados con la fotografía, aunque también ha realizado producción de cine y televisión. (I)