En un ambiente más bien informal, en momentos incluso rompiendo el protocolo, la ministra coordinadora de Patrimonio, María Fernanda Espinosa, presidió la mañana de ayer el primer recital poético del II Coloquio Internacional de Escritoras Indígenas y Afrodescendientes.

En la primera fila del auditorio del edificio de los medios públicos, Espinosa estrechaba la mano de la poetisa peruana Gloria Dávila, abrazaba a la escritora brasileña Eliane Potiguara e intercambiaba comentarios con la flamante secretaria de Pueblos y Movimientos Sociales, Mireya Cárdenas, mientras decenas de alumnos de los colegios Rumania, Atenas School, Alvernia, Pablo Muñoz Vega e Intercultural Tránsito Amaguaña esperaban.

Luego del Himno Nacional del Ecuador, grabado en kichwa, záparo, shuar, cofán, awa, tsa’fiqui y otras lenguas originarias, empezó el recital poético con las voces de varias escritoras antologadas en el libro Collar de historias y lunas.

La colombiana Francelina Muchavisoy fue la primera en intervenir con sus textos. Leyó el poema Volveré a soñar, primero en castellano, y luego en su lengua natal, el inga, que comparte raíces morfológicas con el quechua del actual territorio de Perú y Bolivia, y el kichwa, del actual territorio ecuatoriano. Enseguida, subió al escenario la ecuatoriana Raquel AntúnTsamaraint, de la comunidad shuar de Taisha, en la provincia de Morona Santiago, quien leyó un  texto que no consta en la antología, pero que fue seguido con atención por el público.

Deborah Robb, nicaragüense, periodista, poetisa y docente, fue la siguiente participante en la lectura. Enérgica y seria, se encargó de cambiar el tono al encuentro al arrancar aplausos del público cuando evidenció el carácter de denuncia de su poesía, recitada en español y también en inglés.

Uno de los momentos más encendidos de este encuentro  estuvo a cargo de la ecuatoriana María de los Ángeles Martínez, quien con dos textos de su libro “Trozos de vidrio”, captó la atención de los jóvenes estudiantes presentes, quienes la ovacionaron con vehemencia, arrancando en ella una sonrisa cómplice antes de dejar el tablado.
Gloria Dávila, de Huanuco, Perú, subió al escenario con parte de su traje tradicional.

Antes de presentar su obra poética, resaltó que el carácter predominante de la poesía indígena se fundamenta en su tradición oral, en toda la región. “Estar en Ecuador es como estar en mi propia tierra”, dijo, y enseguida se entregó a una actuación muy dramática que añadió a la tradicional lectura de un poema, el histrionismo de la ritualidad y del canto indígenas. El público respondió  con un silencio de asombro ante la ejecución de Dávila, quien con sollozos y gemidos, habló de la muerte de Tupac Amaru, el símbolo de la lucha revolucionaria por la liberación del pueblo indígena del Perú.

El final de su performance la llevó a dejar que su cuerpo se desplomara sobre las tablas del auditorio para provocar una lluvia de aplausos y cientos de rostros conmovidos.

Desde Brasil, perteneciente a la etnia Portiguara, Eliane Portiguara inició su intervención con un corto canto en portugués. Luego vino su lectura, emotiva, sentida, rescatando la relación entre el hombre y la naturaleza. La fuerte imagen de un ave en su texto antecedió a un corto llanto de emoción al finalizar su participación. “Yo los amo y amo a toda la humanidad, con mucha luz y mucha esperanza”, dijo, con lágrimas en los ojos.

La cita continúa hoy, en su ciudad sede, Ibarra, donde la tarde de ayer se presentó también  la Antología de poesía de mujeres indígenas de América Latina Gota a Gota en lo profundo.