“Parece que a la madurez he encontrado un estilo”
En 1984 el primer premio del Salón de Julio se declara desierto y el segundo es concedido a la obra Sin Título de la serie "Paz y Tregua", de Rafael Valdez (3 de septiembre de 1949, Milagro, provincia del Guayas), hecho del que dejan constancia los medios de comunicación y el propio artista.
Recientemente el pintor regresó a Guayaquil, ciudad que dejó en 2003 porque encontró que la escena local es elitista: “siempre tienen cabida los amigos o se beneficia a quienes tienen cierto apellido o son de la alta sociedad”.
Y para él y los demás era siempre molestoso ver cómo otros lograban “triunfar”, aunque con una obra muy mala. Lo lógico fue dejar el país. A pesar de la posición alcanzada en el medio local sintió que no había interés sobre su trabajo y veía poca evolución, ya que si uno participaba en un salón y ganaba ya no había mayor motivo para volver a remitir una obra a ese concurso.
Su costumbre, mientras desempeñó sus oficios como supervisor de telefonía o comerciante e importador de materiales de construcción y de decoración de interiores, fue viajar por motivos de trabajo o de estudios a Estados Unidos y desde allá remitir su obra para exhibirse localmente.
¿Cuál es su situación actual en Florida y en Estados Unidos?
La mejor cosa que uno puede hacer es irse fuera para palpar uno mismo su obra. Ya hay galerías en Nueva York y Miami interesadas en mi trabajo, lógicamente estoy representado porque en Estados Unidos si no tienes representante no sirve para nada.
Había ganado premios en el Salón de Julio, en Quito en un salón de acuarela y en el Mariano Aguilera, además había estado becado en Israel -en noviembre de 1987 viajó como delegado a las reuniones de Institutos Culturales de Jerusalén y expuso individualmente en esa ciudad y Tel Aviv, en The Galery Ipanema, de propiedad de Sonia Rosín, veinte temperas, que se vendieron todas, pues fueron compradas por un grupo de turistas españoles- donde apreciaron mucho mi trabajo; ese fue el punto de partida para pensar que realmente lo que hacía era un poco diferente.
En Israel y ahora en Estados Unidos gané más seguridad y conocí otro tipo de personas y trabajos sin dejarme influenciar, como decía el poeta: “El camino se hace al andar”.
¿Siente una respuesta favorable a su actual estilo de pintura?
Sí, la respuesta que he tenido es tremenda. Dos críticos europeos me han dado buena aceptación, pero más que todo es la gente que está involucrada con colecciones, lo que sirve más que la venta.
¿Sobre qué temas pinta?
La pintura es libre y uno siente mayor libertad cuando hace su trabajo. Uno inicia con formas hasta que encuentra un tipo determinado con las que se siente identificado. Ahora por la época ecologista me he influenciado un poco con el asunto de la naturaleza y el trabajo que hago es bastante interesante, siempre dentro de mi mismo estilo, me he librado de las influencias pasadas como la de Enrique Tábara, que algunos críticos me hallaban en mis trazos, y he encontrado, según considero, mi propio yo.
¿Ha cambiado su paleta básica de colores desde que se iniciaba, representando formas?
Las formas siguen ahí, pero varían; cada vez uno pierde más el color, tanta coloración, se va tratando de depurar eso. Cuando uno avanza percibe el amontonamiento de figuras o de color, eso crea un abigarramiento de elementos que no llega a nada, por eso se deja más espacio para que el cuadro tenga más silencio y uno se identifique con lo que está haciendo.
¿En qué escuela o técnica del arte pictórico prefiere incluirse?
Lo mío es un abstracto figurativo, pero no me gusta encasillarme porque la pintura es libre. Ahora, parece que con la madurez ya he encontrado, podríamos decir, un estilo.
¿Le interesa otra arte plástica?
He trabajado escultura pública que puede ser vista en mi página de Facebook, como la de la Universidad de Miami. La escultura hay que mirarla por todos los lados. En pintura, el mayor reto es cuando el cuadro está en blanco y hay que empezar.
Han muerto Lucian Freud, reconocido retratista, y Richard Hamilton, uno de los padres del pop art; ambos importantes pintores que contaban sus historias en su arte, ¿su pintura parte de la unicidad de la obra?
Creo que el caso de Freud, o Jorge Velarde, que tenemos acá y pinta su intimidad, no es cuestión de narcisismo; el tema de verse a sí mismo creo que es el conflicto. Juan Villafuerte era un gran dibujante y tenía algo similar. En mi caso yo hice dibujo en la serie Jodida que constaba de cien cuadros, luego de haberse depurado, que era abstracto, pero no he retomado el dibujo porque lo trabajo en momentos que tengo cierta intranquilidad.
¿Incursionó en el grabado?
Estudié la técnica, pero no he continuado en su elaboración.
¿Qué es lo que más se valora en un mercado como el de Florida?
El óleo, de ahí el dibujo y lo que hay mucho, porque Estados Unidos es un país muy comercial, es la venta de copias de obras impresas en una de varias calidades de papel. Así la gente compra un cuadro en $ 50 u $ 80.
Eso se hace mucho en Miami porque es una ciudad comercial, si uno quiere que su arte sobresalga hay que ir para Nueva York o Los Ángeles. Cerca de Miami hay una buena plaza, la comunidad judía en West Palm Beach.
¿Cómo sobrevive un artista, en su tierra o en el extranjero?
Me moví en Key Biscayne donde hay mucho extranjero y digo que soy ecuatoriano, pero estoy en Estados Unidos con mis propios recursos. Exploto el hecho de que mi apellido hace pensar que es sefardí -la terminación en ez es propia de este grupo étnico- porque la comunidad judía abre muchas puertas en el arte.
El golpe que uno da es cuando alguien te descubre porque allá todos están conectados, pero hay que ingeniárselas para sobrevivir y lo importante es que las exposiciones no se hagan en un solo lugar y se queden ahí, sino apoyarse en personas y sitios que tengan ramificaciones. Aunque salir es duro, hay que ser persistente.