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El Telégrafo
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Jon Lee Anderson: “No voy a llamar periodista a Julian Assange"

Jon Lee Anderson, cronista estadounidense, corresponsal de la revista The New Yorker
Jon Lee Anderson, cronista estadounidense, corresponsal de la revista The New Yorker
27 de mayo de 2019 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

Antes de trabajar como periodista, Jon Lee Anderson (California, 1957) llegó a Ecuador como aventurero. Recuerda que conoce el país desde el río Napo hasta las Islas Galápagos en la tarde que lo recibe varios años después.

“Veo todo bien ordenadito”, suelta en la capital. Le interesa Ecuador por “su cambio de política, entre un expresidente que siguió la corriente chavista y otro, su exvicepresidente, que parece dar un giro a la derecha”.

“No hay conmoción aquí, pero sí una tensión por el cambio de poder”, insiste en una conversación que inicia sobre política exterior. Anderson conoció a Julian Assange antes de que se asilara en la Embajada de Ecuador en Londres, en la casa de Vaughan Smith (en Norfolk, al sur de Inglaterra), donde estuvo bajo arresto domiciliario.

Se trataba de un amigo en común, que presentó a ambos luego de haber hospedado al australiano durante un año.

Jon Lee Anderson, cronista estadounidense, corresponsal de la revista The New Yorker. Foto: Mario Egas | et

¿De qué hablaron durante la noche en que se conocieron?
Un poco de todo. De la Primavera árabe, de su caso y la prisión. No le pedí los vericuetos de sus asuntos de cama en Suecia porque no fue una entrevista. Fue agradable y salí a la mañana siguiente pensando que era algo así como un anarquista utópico, antiamericano en general y con un ego muy grande.

No me resultó antipático particularmente, pero él pensaba que lo que había hecho era muy importante, tenía un aire como de líder de secta, un carisma interesante, que se notaba en su presencia y en su relación con los acólitos que lo rodeaban.

Conocía sus poderes de convencimiento, que eran grandes: lograba convertir en fervientes seguidores a quienes estaban a su alrededor. Tiene mucha presencia, se impone aunque es muy callado y observador.

Ahora se discute si Assange debe ser llamado periodista o hacker...
Es un hacker –dice enfático—; no recuerdo que haya escrito crónicas ni editoriales. Al decir esto no estoy tratando de victimizarlo o demonizarlo, es simplemente lo que es. Durante un tiempo se alió con órganos de prensa y periodistas para la edición y curaduría de documentos que él filtró. Pero en ningún momento que yo recuerde fue periodista.

Toda la prensa lo ha alabado como a un Robin Hood. ¿Qué ganamos con esas filtraciones? Yo fui a Afganistán, arriesgué la vida decenas de veces allí, en Irak, Libia, Siria, siempre en guerra. Puse todo mi empeño para revelar la verdad de esos lugares. ¡Coño, lo hice para informar! Eso es un acto virtuoso y de los compañeros que murieron haciéndolo.

¿Un documento filtrado es más valorado que la reportería en el lugar de la historia? No digo que no tenga un lugar, hay otros casos, como Panama Papers, que se distinguen. Pero de lo que hablamos es de una conducta política que llega a dañar procesos electorales. Me queda la duda, por ejemplo, de si en mi país tenemos a Trump por el poder de Assange. Fue tan delgada la línea de su victoria que en parte se puede decir que fue determinante.

En consecuencia, yo no le voy a dar las gracias por eso, ni llamarle periodista.

Jon Lee Anderson, cronista estadounidense, corresponsal de la revista The New Yorker. Foto: Mario Egas | et

¿A quién le conviene que lo llamen periodista?
Esto proviene de un grupo de abogados, quizás. Que intentan que él sea visto como un periodista. Es que no me consta que lo es, sino que trabajó con periodistas, pero como Hacker. (Edward) Snowden tampoco es periodista, fue espía. Y se fue a Moscú después de filtrar documentos. Lo llaman whistleblower (denunciante), un silbatero, digamos, que espío documentos y los divulgó a través de WikiLeaks.

Pero Wikileaks no era The Guardian ni The New York Times. Dependían de la prensa para que se publicara lo que filtraron.

¿Se puede decir que Assange y Snowden rebasaron los alcances de la prensa? Aún se cree que si no filtraban cierta información, esta no se hubiera conocido.
¿Eso es una virtud? ¿Se le puede atribuir una función periodística?, eso me pregunto.

Mira, si yo te abriera una bóveda en mi carport (garaje) y te dejara ver, no sé, los archivos de mi bisabuelo, ¿el acto de hacerlo, de darte unos papeles que pueden resultarte interesantes como reportero, me hace a mí periodista por el solo hecho de dártelos?

Pues no.
Hay que cuestionar si el valor de cada documento deviene en una virtud periodística, histórica o qué. El procesar eso es clave. Yo, como muchos otros colegas, no tenía una opinión en contra del primer WikiLeaks, que revelaba secretos de embajadores y demás. Era interesante aunque no cambió el mundo.

Pero cuando reveló información sobre la guerra en Afganistán, sin el proceso de curaduría, de edición para proteger las fuentes, los periodistas con los que colaboraba Assange empezaron a ver las cosas de forma distinta, a cortar sus lazos con él porque había hecho un dumping de millones de documentos, con nombres y apellidos de informantes, de gente en posiciones sensibles.

Empezaron a verlo como un acto de prepotencia y de descuido inexplicable. A partir de entonces, Assange tiene más problemas en cuanto a su imagen, relaciones públicas. Y desde que develó documentos del partido demócrata, durante la campaña de 2016, con la única y obvia intención de dañar a la candidata Hilary Clinton, que competía con Donald Trump. Así cruzó la raya y se convirtió en otra cosa.

¿En qué se convirtió?
Sabemos que esos documentos llegaron de la inteligencia rusa, aunque se niegue. Entonces, no sé lo que es Julian Assange hoy en día. ¿Cooperante de los servicios rusos? Tiene algo con ellos aparentemente: fue quien sugirió a Snowden que fuera a Rusia.

Curioso que alguien que dice tener que revelar todos los secretos de los gobiernos nunca lo ha hecho con el que más violaciones en cuanto a la libertad de expresión ha cometido en los últimos años. Los periodistas en Rusia no tienen libertad. Los matan, amedrentan y tienen que salir del país.

Pero la información que ha circulado sobre el final su asilo es frívola, tampoco alcanza...
Hay noticias que provocan distracciones. No sé a favor de quién se han difundido, pero son los tiempos actuales: si miramos Google News, la farándula está antes de lo importante. (I) 

Jon Lee Anderson, cronista estadounidense, corresponsal de la revista The New Yorker.

Dos días frente a Jon Lee Anderson en Quito 
El periodista que logró que se descubriera dónde se escondían los restos de Ernesto, el Che, Guevara, contestó las preguntas de sus colegas, en su visita a Quito.

Piensa que aquello de distinguir entre crónica, reportaje o perfil se lo han inventado en América Latina; para él todo es una pieza. Cuando escribe “se faja” en cada línea, como una hormiga. Muy pocas veces le funciona la posibilidad de armar un esqueleto al cual deba regirse. Piensa que el periodismo debe regirse absolutamente a la realidad y que si tuviera que escribir todos los días pequeñas notas para llenar el periódico, "al estilo de un boletín de prensa, mejor se dedicaría a la agricultura".

A pesar de que le han dicho que es el heredero de (Ryszard) Kapuściński, no sale de la decepción que le produce saber que aquello que decía la contraportada de sus libros, que “le había prestado amistad al Che”, era un “error” de los editores que no arregló nunca. (I)

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