En la obra se transcriben las 3 horas de entrevista del fundador de wikileaks con directivos de la compañía de internet
Assange: Se concibe a Google como un Dios
Madrid.-
En la presentación en Madrid de su libro ‘Cuando Google conoció a WikiLeaks’, Julian Assange dijo, por videoconferencia, desde la Embajada de Ecuador en Londres, que la gente concibe a Google como un Dios todopoderoso, implacable pero misericordioso, omnisciente, sigue nuestros pasos por la red, pero basta con ser buenos para no recibir su castigo.
La complejidad de internet y el poco conocimiento que sobre él tenemos hace que parezca ante nuestros ojos como un ente metafísico. Incluso, como sucede con la religión, lo miramos con cierto escepticismo, ya que no lo vemos. Sin embargo, Google es muy real. Su poder, añadió Assange, es superior al que ha ostentado la Iglesia a lo largo de su historia: está mucho más centralizado y es más totalitario.
El libro empezó a gestarse un día de mayo de 2011. Assange se encontraba entonces bajo arresto domiciliario en Norfolk, una zona rural de Londres, cuando recibió la visita de Eric Schmidt y Jared Cohen, director ejecutivo de Google y director de Google Ideas, respectivamente.
Para Assange esa entrevista suponía una oportunidad única para comprender –y acaso para influir sobre– la compañía más poderosa de la tierra. De aquella reunión nació ‘The New Digital Age’, un libro escrito por los dos directivos en el que Julian Assange no salía bien parado y sus palabras sufrieron tergiversaciones de todo tipo.
En la obra Assange rebate lo escrito con la transcripción literal de aquel encuentro que duró más de tres horas. Es un riguroso análisis del punto de intersección entre el poder global de EE.UU. y las corporaciones estadounidenses de tecnologías; o más concretamente, la Casa Blanca y Google.
WikiLeaks demostró que internet se estaba convirtiendo en un lugar peligroso para el poder establecido. Como dice Assange en su libro, “Internet estaba sufriendo una rápida transformación, pasando de ser un apático medio de comunicación a un pueblo que compartía cultura, valores y aspiraciones, un lugar en el que tenía lugar la historia, con el que sus habitantes se identificaban y del que incluso sentían que procedían”.
El 15M en España o Occupy Wall Street en la capital financiera del mundo son un claro ejemplo de la capacidad de convocatoria, de movilización social, que pueden tener las redes sociales. Al poder se le hacía urgente descubrir quién había detrás de las pantallas y Estados Unidos empezó a establecer alianzas con el poder tecnológico que representaba Google, una corporación con capacidad para recopilar más datos e información que la propia NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos).
Google se convirtió en un emisario de Washington, en un disimulado cuerpo diplomático, cuya función era construir, desde las redes, la imagen de una sociedad civil que se organiza de manera autónoma –y al margen de los partidos políticos– para manifestar los intereses de la ciudadanía (pero con el apoyo de oscuras ONG y la financiación política de millones de dólares). Google tenía que vigilar los movimientos sociales que empezaban a emerger desde la red, potenciarlos cuando se opusieran a gobiernos enemistados con Estados Unidos, o bloquearlos cuando constituyeran un movimiento de oposición contra sus aliados. No es casualidad, como se muestra en el libro, que a Cohen se le haya podido localizar en Egipto en algún momento de la revolución, en Afganistán en 2009 o en Líbano, donde «trabajó en secreto para crear e instaurar un rival intelectual y clerical de Hezbolá, la Liga Chiíta». Google realizó tareas de «diplomacia encubierta», «haciendo cosas que ni siquiera la CIA estaba en condiciones de hacer».
Google forma parte de nuestra vida, se ha convertido en un orweliano Gran Hermano que todo lo mira. «Su logotipo, colorista y juguetón, está impreso en las retinas de casi seis mil millones de visitantes diarios», dice Assange. Nuestra vida –nuestras búsquedas, nuestros gustos, nuestras amistades, nuestras ideas políticas, todo– puede ser rápidamente transferido desde Google a la Casa Blanca. Assange nos alerta de que somos demasiado tolerantes ante este ataque a nuestra privacidad, quizá porque no somos del todo conscientes de lo que ocurre en Internet. Pero, como apunta el fundador de Wikileaks, ha llegado la hora de buscar alternativas, y anima a América Latina a que, como Rusia y China, construyan otras redes que escapen de la red –nunca mejor dicho– del poder global de los Estados Unidos. «Si el futuro de Internet es realmente Google, mucha gente de todo el mundo [...] debería empezar a preocuparse seriamente por buscar una alternativa a la hegemonía cultural, económica y estratégica de Estados Unidos», concluye Julian Assange.
Cuando Google encontró a Wikileaks es un libro que da miedo. Podemos optar por vivir dándole la espalda al miedo, ignorando su existencia, o enfrentarnos al miedo, tomando conciencia de su poder real, y empezar a construir alternativas. El libro de Julian Assange es una apuesta por lo segundo.