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Nacionalización y transporte, el peso de los libros

Los lectores acuden a encuentros, como las ferias del libro, para poder hallar ofertas y encontrar qué leer.
Los lectores acuden a encuentros, como las ferias del libro, para poder hallar ofertas y encontrar qué leer.
Foto: William Orellana / ET
07 de octubre de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

La mayor parte de los libros que se comercializan en Ecuador son importados. La producción local es baja. A pesar de que la tarifa del Impuesto al Valor Agregado (IVA) de libros es 0, su precio final se define en función de aranceles, como su nacionalización y el transporte.

Según las estadísticas del Servicio Nacional de Aduana del Ecuador, en lo que va de 2019 Ecuador ha importado $ 30,52 millones en libros, frente a $ 30,55 millones en 2018.

Los gastos de “nacionalización” son independientes a la gestión aduanera. Es ahí donde los pequeños importadores ven dificultades, una visión que puede ser diferente para los grandes importadores porque el costo baja con el mayor volumen.

En otros países de la región, como Colombia, Argentina y México, se imprimen localmente títulos de editoriales multinacionales, de modo que la producción rebaja el costo y compite en precios con la industria nacional.

¿Por qué se encarece el libro?

En opinión de Mónica Varea, de la librería Rayuela y con una experiencia en este giro desde 1996, tres factores inciden en que el libro tenga otro precio en Ecuador: la desaduanización, el agente afianzador y el transporte.

Asegura que los proveedores envían los libros con un descuento que “teóricamente” permitiría cubrir los gastos de importación y dejar una pequeña utilidad, para poder venderlos al mismo precio que se comercializan los textos en el exterior.

Pero, el transporte aéreo es muy caro y el marítimo se complejiza, ya que es necesario contratar un “agente afianzador” -que tiene una tarifa mínima de $ 500- para sacar la mercancía, lo cual termina encareciéndola más, que si llega por la vía aérea.

“Traerlo por barco a mí me sale como ‘el sueño del perro’, decía mi abuela. (…) tú no puedes hacer el trámite personalmente, tienes que contratar una agencia afianzada para que haga la desaduanización”, dice.

A ello se suma la demora en los trámites y la presión de sacar la mercancía para evitar el pago de bodega. En el caso del aeropuerto, una agencia privada cobra alrededor de $ 30 por día, más IVA.

Además, hay un rubro que cobra el agente afianzado llamado “varios” que termina con que “el trámite no sea limpio”.

Su librería tiene convenio con Correos del Ecuador para enviar libros a un mejor precio a las ciudades pequeñas, donde los lectores ven incrementado el total de su compra por la transportación.

Kevin Wright, de Mr. Books, dice que aunque el cliente final no paga IVA, “el resto de los aranceles muy altos afecta definitivamente el costo. Pese a eso, las librerías solemos lograr paridad con otros países. Ecuador no es ni cerca el país más caro en la región para libros”, anota.

Para Karina Sánchez, quien dirige la pequeña Tólstoi Librería, conspiran en el precio final el impuesto a la salida de capitales (que es el 5%) y la comisión del banco por la transferencia al exterior.

Thierry Sebastiá, de la librería Española, considera que el tamaño del mercado y la ubicación geográfica del país definen también su costo.
Por un lado, Ecuador es un mercado pequeño, en comparación con otros países de la región, excepto Uruguay que “tiene otra tradición lectora”, ya que existen entre 14 millones y 15 millones de lectores potenciales en este país, pero en términos reales no lo son.

Considera que en términos geográficos, Ecuador tiene una desventaja. “Todo el comercio internacional, en especial con España, que es el mayor productor de libros en español, se hace por el Atlántico”.

Karina Sánchez anota que es imposible que un libro importado cueste lo mismo que en el país que ha sido producido. “El libro español ya de por sí es caro; son precios en euros y cuando hay subida del euro suben los costos también”, dice.

El valor no es el precio

Sebastiá defiende que el libro es un producto comercial que tiene un valor intrínseco y no porque sea papel y letra tiene que ser regalado.

“También es un producto mercantil como cualquier otro y hay una industria que determina su precio”, apunta.
En su opinión, mientras no se cambie la perspectiva, un libro va a parecer caro siempre que obliguemos a leer a los niños y jóvenes y no los invitemos a ello, y en tanto la sociedad herede paradigmas como el de no considerar caro un auto, por ejemplo, porque concede un “estatus”.

“Medir el libro con un número que es su precio es una equivocación; el verdadero precio de un libro sería la cantidad de personas que ha leído un mismo libro”, asegura, al acotar que si un libro enseña, entretiene y satisface, es una inversión cultural y no un gasto.

En tanto, Karina Sánchez propone que, pese a que el libro viaja muchas veces de un continente a otro, y ello conlleva un valor adicional, puede ayudar a bajar su costo eliminar el impuesto a la salida de capitales y la firma de convenios del Ministerio de Cultura o la Cámara del Libro con las empresas de courier para el abaratamiento de fletes y trámites. (I) 
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