Cuatro artistas retienen sus sueños en la pintura
Cuatro artistas jóvenes presentan en Galería Violenta, en el sur de Guayaquil, la muestra “La hormiga bajo la almohada”. Sus propuestas surgen de espacios de exploración, intentos por atrapar una idea, un sueño o representar el sentido de un recuerdo que ronda en su memoria.
Cada pieza de esta muestra está creada con el esfuerzo como el de una hormiga que “recolecta migajas, granos, partículas. Las transporta, las disecciona, las consume”. De los recuerdos sobre los sueños y, en gran parte, su propia infancia, surge el nombre de esta muestra, cuyo texto curatorial está hecho por las protagonistas.
Ruth Cruz juega con los discursos de las enciclopedias y expone por capas la historia que estos libros pretenden encapsular. Calcar los dibujos de estas publicaciones -casi siempre grandes y gordas- que pretenden decir la verdad sobre el hombre y la naturaleza, fue su primera forma de dibujar.
Ahora extrae de ellas ilustraciones de distintas épocas y las une por capas de plástico transparente en las que se confunden los tiempos. Una mujer de los 80 está en la biblioteca de un monje de la era de la inquisición y frente a un laboratorio del siglo XIX. Así arma cuatro historias distintas que están sobre una cómoda. Esta serie se llama “Los Incunables”.
En el centro de la sala exhibe una maleta de música. Cruz imita el método mecánico de las cajas musicales: al darle vuelta a una manecilla esta maleta de madera proyecta la imagen de una niña y un niño que se mueven en parpadeos de luz al ritmo de un folk incaico.
La obra “What do you do at home” surgió de la idea que tuvieron sus padres en los 90 para migrar a Estados Unidos. Su madre llegó con encicplopedias para que aprendan inglés y en ellas había la imagen de una niña a la que le faltaba un brazo. Por suerte, nunca tuvieron que cargar las maletas.
Frente a esta caja está el “Huerto obnubilar”, de Irina Liliana. Ella trata de enlazar en diez dibujos, hechos en acuarela sobre cartulina, narraciones que surgen de sus sueños, pesadillas y experiencias casi irreales.
Las autoras trabajan con ideas en conflicto, sueños y pesadillas no resueltas, que intentan retener a través de la imagen. Foto: William Orellana / et
Cuenta el sueño en el que una ballena la vomita en la orilla de un café de París; el día que vio un conejo salvaje en medio de la nada o ese invento suyo en el que un paraguas permite controlar el clima. Hace algunos años se negaba a dibujar y uno de los profesores del Instituto Tecnológico de Arte del Ecuador (ITAE) le dijo que busque un motivo. Ella lo halló en los sueños.
Lisbeth Carvajal trabaja en grafito dos cuadros de grandes formatos que están hilados por su textura y la posibilidad de que el uno sea la continuación de la historia del otro. A la izquierda tres buitres esperan. Dos miran hacia el centro, al animal que está por caer atado en una cuerda que parecería ser parte de una red.
Del lado derecho y a la altura de donde termina el otro cuadro, hay una enredadera. De un gran nudo salen cosas que no se distinguen bien, pero que podrían ser el peso de la escena anterior.
Últimamente, Carvajal trabaja solo dibujos, construye escenarios selváticos y rurales, en los cuales se pueda ver este tipo de situaciones caóticas, capaz de atrapar a quienes las mira o expulsarlo a ideas siniestras. “La técnica es parte del discurso, todo se difumina con el grafito, la violencia se atenúa”, dice la autora.
“La idea era mirar un conflicto entre cuerpos de objetos, algo sólido, estancado. Hay esta confrontación entre la naturaleza, el espacio que se esconde en otros dibujos como el agua, el vacío, esto a donde me llevan las cuerdas parece una continuidad, te hace pensar que hay algo abajo, pensar en esta ave hace que se resista a la muerte”.
Daya Ortiz también trabaja con sueños, pesadillas y recuerdos. Esta vez exhibe tres series y tres dibujos individuales. Una de las series se llama “Laberinto de aguas muertas”. En esta grafica con tinta china las trampas que se pueden construir en piscinas y unos pequeños pececitos que rememoran aquellos que tenía en la infancia o algunos que se imagina en sueños. En la serie no se encuentra una diferencia entre aquello que ocurrió en vigilia o en sueño. Ha sido el intento de capturar momentos. “Tengo la certeza de que nunca voy a llegar a la imagen que sueño cuando nado o cuando sueño, pero lo estudio desde la dificultad”, dice la autora.
La serie estará abierta hasta el 25 de mayo. (I)