Mateo Kingman, la tierra que se convierte en música
En los años 50, o antes, prohibieron que en los conservatorios nacionales se escuchara y tocara música local. Años después, o antes, músicos como Luis Humberto Salgado, Gerardo Guevara y luego personajes como Mesías Maiguashca se nutrirían de lo popular y redimensionarían sus propuestas académicas.
Mateo Kingman, un joven que creció en medio de la selva ecuatoriana, en Macas, empezó a hacer su música después de que su hermano le regalara distintas sonoridades del planeta. Todo lo que aprendió –leer, escribir, tocar la guitarra– lo hizo en casa.
Sus padres lo llevaron a ese territorio porque trabajaban con la comunidad shuar. Entonces, la selva, sus ríos y su vegetación con sus sonidos fueron desde siempre parte de su mundo cotidiano.
De un momento a otro tomó conciencia de que la naturaleza que lo rodeaba podía convertirse en música. Sabe que él, como muchos de su generación que toman lo tradicional para musicalizarlo, no está inventando nada.
“Creo que somos parte de un ciclo, de una necesidad muy auténtica que viene ligada a otros ciclos”, dice.
Kingman acaba de lanzar una canción con su método, ese que lo lleva a registrar los sonidos de la naturaleza para convertirlos en música. Esta vez la canción fue para la nueva marca de la bebida Güitig, en una alianza que esta empresa hizo con artistas como Sebastián Cordero.
La propuesta que hizo Mateo Kingman con la cantante Mina es la primera parte de una serie. Ellos se dedican al sonido y Cordero documentó su proceso. Para estos artistas, no se trata de forzar la creación, sino de responder al “fuerte apoyo para hacer música”, dice el artista.
Lo destacable de este proyecto que propone la marca para lanzar una bebida es que trabajan con autores como el chef Diego Gutiérrez o Apitatán. “Nos daban la libertad de aportar desde lo que conocemos, que es este experimento entre música tradicional y electrónica. Al tener este chance estuvimos súper dispuestos a hacer esta versión y salió de una”, dice Kingman.
En una entrevista con este diario, el artista habló de los elementos de la tierra que componen su música.
Agua
El agua era parte de una cotidianidad muy simple y sencilla. Cuando vivió en Macas iba todos los días al río. Uno de los lugares más importantes para su paz era la cascada Tuna. “Después de algunos meses de mucho trabajo o creación me permitía volver a mi esencia o calma. Cada vez que utilizo el agua como un elemento sonoro tiene una connotación de calma, del presente absoluto”, dice.
La selva
Siempre fue un espacio de vida y por ello la piensa como un entorno de mucha inspiración capaz de permitirle trabajar en distintos niveles. “Era mi musa inspiradora, el lugar por el cual yo sentía algo para escribir”, precisa.
Después de haber vivido en la ciudad mucho tiempo, la Amazonía y los seres vivos significan una conexión fuerte con la esencia de la vida. Cree en la selva como un espacio en el que la vida toma fuerza y se vuelve poderosa. “Para mí, la selva, el bosque significan la respiración máxima de la vida”, explica.
Fuego
Kingman prepara un nuevo disco que cree que recoge un poco el fuego de los volcanes que atraviesan la Cordillera de los Andes, en el país. Piensa que es un elemento vital con el cual ha trabajado, pero de lo que se viene es una parte esencial. “Es un disco muy espacial, un poco desolador, habla mucho de los conflictos humanos más fuertes, es mucho más hacia algo desconocido”. (I)
Identidad
Sonoridades cruzadas
La influencia de la Amazonía definió la personalidad sonora de los temas de Kingman. Él presentó el disco Respira, en 2015, producido por Ivis Flies, en el que se evidencia una mística de los sonidos de la naturaleza con ritmos modernos.
11 canciones componen el Respira, entre las que destaca “Sendero del monte” y “Lluvia”.
Biografía
Mateo Kingman nació en 1991 en Quito, pero su infancia la vivió en la ciudad de Macas (provincia de Morona Santiago), por el trabajo de sus padres con las comunidades shuar.