Los Manrique, tradición musical de tres generaciones
Entre los integrantes de la familia Manrique existen profesionales y estudiantes vinculados con diversas carreras como Docencia, Psiquiatría, Ingeniería (Industrial, Química, Ciencias Empresariales y Petróleos), Economía, Arquitectura, Medicina, entre otras.
Pero es la música, además del amor filial, la actividad que une al clan que lidera el profesor Rubén Manrique Del Pozo, guayaquileño de 81 años. Él, sus cuatro hijos (Rodolfo, Carlota, Paola y Rubén) y siete nietos están inmersos en ese arte desde la niñez, a través del aprendizaje formal del piano y el violín.
Es una labor que los llevó a conformar el Conjunto de Música de Cámara Manrique que interpreta melodías con seis violines y tres pianos, instrumentos musicales que, solo en algunos eventos familiares, acompañan a la voz de su esposa Carlota Suárez, quien también se inició desde joven en el campo musical al integrar el Coro de la Universidad de Guayaquil que dirigía Enrique Gil Calderón.
Manrique pertenece a una familia con tradición musical. “Mi tío bisabuelo, Federico Pérez Antepara era profesor de música. Mi padre, Carlos Manrique Izquieta, era pianista ejecutor y le pidió a mi madrina que me enseñara tocar el piano cuando yo tuve entre 5 y 12 años porque decía que él no tenía paciencia”, recuerda con humor.
A los 17 ingresó al Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane. “Como ya estaba viejo para estudiar piano, me permitieron seguir violín con el maestro José Barniol hasta sexto año”. En 1969 fue a trabajar como profesor de escuelas municipales y fiscales y luego a colegios como el Guayaquil, donde estuvo de 1973 a 2008 y formó un grupo de cámara que se activaba en todas las presentaciones del plantel con alumnas que tocaban flauta dulce y traversa, violines y piano.
Lamenta que la educación musical haya “mermado” en lo que hoy es la educación básica superior que corresponde a los niveles de octavo a décimo año (antes llamado ciclo básico de primer a tercer año). “Enseñábamos sobre los grandes maestros de la música, sus obras y compositores”.
Sobre los ritmos que actualmente prefieren los jóvenes señala que no hay problema, respecto a la utilidad de los dispositivos electrónicos cree que falta orientación.
En la Escuela de Párvulos de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil (UCSG) el maestro también enseñó el manejo de flauta dulce, guitarra y violín. “Mis alumnas creaban canciones, juegos y cuentos musicales, rondas y villancicos. Tengo el trabajo de ellas durante 30 años”.
Manrique también aportó al arte con la edición de tres libros de Educación Musical para el ciclo básico de los colegios a fines de los 70 y publicó un cancionero de la UCSG.
Afirma que todos estos años dedicados a la música han sido placenteros porque además de haber dejado sus enseñanzas en alumnos ha formado a sus cuatro hijos en el ámbito musical y en el científico a través de carreras universitarias.
Con Carlota, su segunda hija quien también es psiquiatra, el profesor trae a la mente una anécdota. “Yo he estado acostumbrado a la disciplina alemana con el estudio del violín por varias horas. Ella, en cambio, practicaba por impulsos de cinco minutos. Yo le decía que no había estudiado, pero ella tocaba porque tenía otra forma de aprender”.
Carlota recuerda que desde pequeños sus padres les cultivaron el amor por la música. “Teníamos dos formaciones académicas a la vez, cuando terminábamos el colegio también finalizábamos la musical. Para mí y mis hermanos fue algo común. Nunca lo vimos como una exigencia”.
Los Manrique destacan el logro de Paola, la tercera hija del matrimonio. Ella es concertista y máster en violín. Actualmente reside en Estados Unidos con su esposo quien también es músico. Los descendientes de la pareja, de 3 y 5 años, ya se iniciaron en el aprendizaje de instrumentos.
Así como los hijos del profesor Manrique, sus nietos mayores siguen el ejemplo. Sin soltar sus carreras universitarias se dan tiempo para seguir su formación musical.
Carlota explica que no ha sido difícil hacerlo porque debido a la formación de valores y principios de obediencia lo veían como una actividad que tenían que cumplir con responsabilidad.
“Doy gracias a Dios de tener estos padres maravillosos que nos inculcaron la profesión musical. El arte provee al ser humano de una facilidad para poder tener tranquilidad y las satisfacciones que se necesita. Todo depende de nuestra actitud”.