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“La Universidad de las Artes sintomatiza el cambio de época”
La Comisión Gestora de la Universidad de las Artes (UArtes) trabajó durante su primer mes en funciones en los estatutos que regirán el cuerpo académico de la entidad. La expectativa es contar con la aprobación del estatuto por parte del Consejo de Educación Superior (CES) a mediados de mayo, antes de iniciar el siguiente periodo de clases.
Según el rector de la institución, Ramiro Noriega, este estatuto regulará no solo las actividades académicas de grado y posgrado, de investigación, de producción artística y de vinculación con la comunidad desarrollada por estudiantes y docentes-investigadores, sino también las formas de organización, cogobierno y convivencia entre los distintos claustros que componen la vida universitaria.
Luego de un año de inaugurada la UArtes, con las carreras de Cine y Letras, las mallas correspondientes esperan también ser aprobadas por el CES. Este mes se trabajarán las mallas pendientes en las carreras de pregrado (Escénicas, Música y Plásticas). Se prevé que estas pasen por el órgano del CES en agosto, de tal forma que el siguiente semestre universitario -en octubre- se inicie con todas las plataformas de pregrado y con la integración del Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE).
Un objetivo concreto es que en 2016 se abra una maestría de Cine Documental, otra de Fotografía y sociedad y una de Educación en Artes. En 2018 se prevé tener el primer doctorado en Artes.
Según Noriega, uno de los propósitos de la Universidad es convertir a Guayaquil en una capital artística para Hispanoamérica. En una entrevista con este diario apuntó varias reflexiones sobre el proceso que esto conlleva.
¿Para qué sirve la Universidad de las Artes y qué tan rentable es en la gestión cultural del país?
Por un lado está la noción de servir y por otro la rentabilidad, término que está atado a una cultura de la eficiencia y la efectividad, que no es lo adecuado para hablar de las artes en primera instancia, pues no abarca todo el fenómeno. Creo que la Universidad de las Artes tiene varias vocaciones, la una es que debe trabajar sobre el sentido del arte en una sociedad como la ecuatoriana y no solo en términos generales, sino demostrar que el arte no ocupa un lugar periférico, que es central en la sociedad ecuatoriana. Lo digo porque, en general, el discurso sobre el arte se ha puesto en un lugar alterno al de la sociedad. Para mí eso se debe a unos intereses que no corresponden con una democracia activa. Creo que la Universidad debe trabajar sobre el sentido del arte, la imaginación simbólica, la ilusión, en el sentido de su importancia radical.
Eso es un anhelo super alto...
Y se tiene que discutir. Lo que queremos se ve en el tratamiento del estatuto de la Universidad, porque el aparato jurídico es insuficiente para hablar de la importancia del arte. En este sentido, la Universidad admite (en el estatuto planteado) que artistas puedan enseñar dentro de la Universidad por un periodo relativamente corto -de 4 años-. Pero admite a los artistas como apéndices del sistema, pues no son sujetos de derechos ciudadanos electorales, por ejemplo respecto a la figura de elección del rector o rectora, no están representados en el Consejo Académico, porque no son profesores titulares. Al darle ese carácter extraordinario al artista se incumplen sus derechos, no puede ser partícipe de las decisiones sustanciales del desarrollo de la Universidad y eso hay que corregir porque hay que ser sustanciales con la Constituyente de Montecristi. Ahí hay una trampa que a mi juicio proviene de la mentalidad que desarrolló la sociedad occidental en el siglo XIX con respecto a ser artista.
¿Entonces para qué ser artista y tener una formación académica cuando hay una corriente que no necesariamente requiere esa orientación?
El artista del siglo XX no es el mismo del siglo XXI. Ha cambiado el aparato económico, la rentabilidad, hay una economía de sostenibilidad que se impone, ya no es la de la acumulación. Se piensa el medio ambiente de una manera distinta, entonces el sujeto, el artista como tal, también ha cambiado.
¿La UArtes va a formar artistas, docentes para los artistas o ambas cosas a la vez?
Debe ser un espacio de expansión de la imaginación, de expansión de la duda y radical respecto al pensamiento crítico. Debe ser un espacio de experimentación formal y práctica. Ahí creo que la Universidad está llamada a disputar varios binomios que resultan tendenciosos, por ejemplo el de la cultura alta y baja, popular y no popular. Estos aún están en boca de algunas personas y es malintencionado, ha sido brutal frente al reconocimiento de las diversidades, por ejemplo. Otra dicotomía es la de lo práctico y la teoría. No creo que lo que se ha formulado corresponda a un sistema saludable de generación creativa. Hacer es una forma de pensar, pensar es una forma de hacer. Decir que el hacer es una forma débil de pensar es una barbaridad; y decir que pensar es un refugio para los que no pueden hacer es también un barbarismo.
Se discute si la Universidad va a formar artistas productores de obras que representen al país contrapuesta a artistas que subviertan la creación...
No creo que sea una cuestión de líneas, es una cuestión líquida. Cuando uno observa de manera lineal el fenómeno creativo comete un error grave:el de definir tendencias y contornos a menudo asociados con sustancias de carácter diverso que no necesariamente expresan la movilidad del sector. El fenómeno cultural es una cosa más orgánica, que forzosamente es legítima cuando se mueve de manera voluptuosa e involuntaria, hablando en términos simbólicos. Creo que hay que disputar una tercera dicotomía que es la de lo local y lo universal; yo diría que no hay nada más universal que lo local, y quizás podríamos decir que no hay nada más local que lo universal. Cómo pensar a Rulfo sin pensar el sentido de lo local. Uno no puede pensar el mundo sin Rulfo. No se puede pensar Rulfo como el síntoma de un espacio cerrado, es un titán de la historia del hombre. Hay que situarse en esas dinámicas y no en los lugares comunes.
Entonces, en esas falsas dicotomías también podríamos situar que el arte es subversivo y revolucionario y que los procesos revolucionarios al contrario coartan o limitan la creación...
Sin duda.
¿Cómo se inscribe, entonces, la Universidad de las Artes en el proceso de revolución y transformación –no sé si en términos clásicos de lo que se consideraba revolución, sino en términos más propios de transformación, cambio de época y límites de la transformación-?
Yo creo que la sola existencia de la Universidad sintomatiza ese cambio de época; no habría sido posible la existencia de esta universidad y esta conversación en una situación distinta a la de hoy.
¿Y qué tan revolucionaria es la Universidad de las Artes?
Creo que hay que hacerse preguntas sobre las capacidades que una institución se puede dar o no, y de eso dependerá no tanto lo que se diga a priori. Hay que decir al menos 3 cosas. Una, la institucionalidad universitaria pasa por un proceso de crisis en todo el planeta, por lo que está cambiando de manera muy potente. El ambiente en general es de disputa y de diálogo y da lugar a una serie de investigaciones y reformulaciones teóricas y prácticas. Segundo, está en crisis la relación del arte con lo universitario. Yo diría que hasta el siglo XX, para hablar en términos un poco amplios, la enseñanza de las artes estaba confinada a modelos institucionales muy puntuales. Por ejemplo, se estudiaba música en los conservatorios, lo mismo con la pintura y el teatro; la literatura es un campo distinto. Está cambiando la relación de las artes con estas instituciones, que están relacionadas con el desarrollo de lo que se habría pensado con algo como la destreza. La tercera cosa que está en crisis es el sentido mismo del arte: qué es, a qué corresponde, de qué se nutre, cómo se proyecta. Cuando se relacionan los tres escenarios obtenemos una situación que es muy rica en términos para la discusión y las instituciones. Comienzan a haber respuestas. Hay muchos esfuerzos en el mundo para lograr la interdisciplinariedad. Pasamos por el fenómeno de crisis de escuelas a versiones más transversales, como universidades que juntan escuelas, universidades que juntan procesos, que ponen en crisis esos modelos más puristas. Hay respuestas en términos de la relación del arte con la teoría crítica. Ahora se habla desde espacios más diversos y plurales y lo curioso es que esa autoridad se ha visto tocada. Es el caso de la antropología, hablando del arte, parecía que había una superioridad y resulta que el hecho artístico ha reformado la antropología y la ha puesto en crisis, tal como la imaginamos en el siglo XIX. Estamos disputando la antropología como un lugar jerárquico y la posibilidad de otras formas de relación sobre el estudio, la investigación del fenómeno humano.
¿Cómo ve la realidad del país en ese sentido? ¿Estamos en condiciones para que las nuevas generaciones estén ancladas en este espíritu o están entubadas por el sistema convencional?
Hablando, disputando, es un terreno en disputa y eso es lo más interesante de la Universidad, que sea un terreno de debate y de crisis. Lo peor que le puede suceder a la Universidad es que se convierta en un terreno de certidumbres. Estamos tratando de armar un dispositivo para dotar a la Universidad del equipamiento suficiente para moverse con soltura en ese terreno en disputa.
En ese terreno en disputa está también Guayaquil, donde los artistas, más que nada independientes, se topan con políticas públicas restrictivas sobre temas como la ocupación del espacio público ¿Cómo se choca en ese sentido el planteamiento de la Universidad con lo que es Guayaquil?
La directora de cine Tania Hermida lo dijo muy bien. El aspecto contemporáneo de la Universidad no está relacionado estrictamente con el desarrollo de su programa curricular, ese es un elemento. Está dado por la relación que mantiene con la comunidad, con el espacio público, con la investigación, con el mundo en general. En esa esfera es donde la Universidad existe. La Universidad existe en el aula, el estudiante está en el aula, pero también en la biblioteca, en la calle, en su relación con los otros. Esta Universidad es un lugar que resignifica esas relaciones. La posición de la Universidad en Guayaquil resulta llamativa, está en pleno centro, pero también va a estar en el sur -una vez que se trabaja su fusión con el ITAE, que funciona en el Centro Cívico y la Plaza de Artes- y hay forzosamente palabras y conceptos que aparecen. Al haberse instalado en la Gobernación supuso ya una resignificación del espacio público, que es parte de su potencia.
También hay una crítica sobre la fundación de la Universidad en época de campaña electoral, luego de su visita la UArtes acompañando a la delegación de la escuela parisina La Femis. Ha pasado poco más de un mes de su gestión como rector ¿Qué procesos se han reorientado desde esa visita hasta su cargo actual?
Es preferible invitar a los estudiantes a participar de un proyecto debidamente formulado.
¿Fue muy pronto?
Claro. Para invitar a comer a alguien, primero hay que seleccionar los alimentos, luego cocinarlos. Hay un orden. Es importante primero la designación de la Comisión Gestora, creo que eso lo vivimos todos. Los compañeros, los estudiantes, porque la universidad no puede avanzar sin un proyecto, sin un estatuto, sin unas mallas, sin una política de contratación, sin esta reflexión, y creo que estamos en un momento de mucha efervescencia positiva, de mucha ilusión. Lo que ha cambiado es que la Universidad se está dotando de un proyecto, que es falible y perfectible, de eso no cabe ninguna duda, pero estamos poniendo los elementos suficientes para que ese diálogo, esa reformulación, esa vida de la universidad en el futuro sea tan deseable como saludable ahora mismo es. Está cambiando en el sentido que a nivel de la administración pública, el CES ya está en conocimiento de un proyecto de estatuto que configura un paso adicional al debate de la política pública en Ecuador. Por ejemplo, lo que decía al inicio: cuál es el lugar del arte en la sociedad, no es este lugar de apéndice, tiene que ser un lugar central. Un gestor cultural decía -y creo que esto lo ejemplifica muy bien- que “hay que lograr que la cultura pase de la página de entretenimiento a la página 2, de política pública”. Si no ponemos a la cultura en su lugar medular perderemos la oportunidad de vivir bien en el siglo XXI.
¿Cuál es el significado de ser rector de la Universidad de las Artes, en estos tiempos y en este país, cuando esta palabra parecería salida de la escolástica, más si en la reflexión que hemos hecho saltan en pedazos todos esos conceptos y la concepción de esa Universidad en crisis?
Yo no me siento rector de la Universidad de las Artes, sino miembro de una comisión gestora. La rectoría es un poco el trámite, tal como se ha venido señalando.
Uno de los desafíos es crear una gestión compartida, colegiada, democrática de la Universidad. Eso pasa, en primer lugar, por disputar el tema de la autoridad como lo dices. Tal como está dado el camino trazado por la Ley de Educación Superior, que es extremadamente meritoria en el desarrollo de la Educación Superior en Ecuador, la autoridad está dada a la Academia y hay que dotarse de una estrategia política potente, para que la autoridad en el ámbito de la educación artística no esté confinada a la autoridad académica. Esa autoridad, ejerciendo la rectoría, solo tendrá sentido si se toma en cuenta la autoridad de la creación simbólica, la que la pueden hacer los creadores, artistas, intelectuales, los generadores de cualquier tipo de conocimiento, no necesariamente vinculado con la academia en general.
Si lo planteamos así, ¿cuáles deberían ser en 5 o 10 años los signos de esta Universidad?
Dotar a los artistas, de manera plena, de derechos a la vida universitaria. Eso va a suceder si asumimos ese debate. Esa es la verdadera interculturalidad, la que nos debemos, es un problema de carácter político, de lo público.
Yo estoy reclamando un lugar central para el arte. Lo otro es que sea una Universidad en artes y sobre artes, es decir, que su energía provenga del hecho de que esa comunidad -dentro y fuera- admita que un desafío de existir en el arte es un desafío esperanzador.
En estos cinco años tenemos como propósito escribir la historia de las Artes en Ecuador, que no existe. Vamos a sumar fuerzas con varios investigadores para escribirlo. Luego la historia de la literatura, del cine y queremos hacerlo de manera colaborativa porque no es justo que solo los autorizados lo hagan.
En esa centralidad que se busca del arte ha estado el ITAE, ¿cómo se trabajará el convenio con esta institución que lleva más de 10 años en producción?
Se va a producir con confianza. El ITAEinstitucionalmente desaparece. Pero desde que se inició la discusión sobre esta Universidad, se habló del ITAE, por el proceso que tenía enGuayaquil. La idea es sumar fuerzas. Una vez que el estatuto, entregado al CES, esté suscrito vamos a firmar un convenio con el cual se va a operar la integración del ITAEen el proyecto de la Universidad de las Artes. Hemos compartido experiencias, estamos mejorando ciertas capacidades pedagógicas en el espacio donde se desenvuelve el ITAE; algunos estudiantes nuestros tomarán clases con el ITAE.
¿En qué carreras?
Específicamente en música, porque la universidad no tiene aún un programa de música, pero paradójicamente tenemos estudiantes que fueron inscritos en esta carrera. De esta forma, hemos encontrado una solución intermedia con el ITAE y nos parece muy interesante porque habla de que somos lo mismo. Nos pusimos de acuerdo en el inicio del calendario académico; vamos a iniciar clases al mismo tiempo. Y a nivel interno. (I)