“La soberanía simbólica no es cerrar los ojos al resto del mundo”
La Semana del Cine Ecuatoriano en París clausura hoy seis días de proyecciones. Su sede fue el Instituto Cervantes. Solo la proyección de este día, de la película Pescador,de Sebastián Cordero, será en el cine Saint-André des Arts. A diferencia de las otras, que fueron gratuitas, la de hoy es pagada. Entre sus organizadores están la Association Rencontres Culturelles y la Embajada Ecuatoriana en Francia con el apoyo del Consejo Nacional de Cinematografía, entre otros entes.
Ramiro Noriega, encargado de Asuntos Culturales de la Embajada, sostiene que esta muestra tiende un puente entre diversas culturas, además permite democratizar los contenidos audiovisuales ecuatorianos a otros públicos.
Esta es la tercera edición de la Semana de Cine Ecuatoriano en París. ¿Cómo se ha marcado el destino de esta muestra?
La Semana es una iniciativa del Servicio Cultural de la Embajada de Ecuador en Francia, que encuentra su vitalidad en el nexo con realizadores y gestores culturales ecuatorianos que viven en Francia, y con los productores y realizadores de las películas que exhibe. Sin esa colaboración y sin el público numeroso que acude, esto no sería posible. La Semana es un buen ejemplo de lo que debe ser el estado ciudadano, volcado al ámbito cultural.
La exhibición admite diversos géneros y formatos. ¿Hubo un hilo conductor para elegir los filmes que se proyectaron?
La Semana está cobijada por un subtítulo que recorre dos ámbitos temáticos: el uno, el de las “imágenes descentradas”, valga decir ambiguas, extrañas, enigmática. El otro, el de las “imágenes provenientes de diversos centros”. Exhibir cine ecuatoriano, o sobre el Ecuador, o desde el Ecuador en Francia, nos ha acercado más a la certeza de que el mundo está habitado por muchos mundos. Hay algo de Edouard Glissant en todo esto.
¿Cómo ha receptado el público ecuatoriano que vive en París esta muestra, y cómo lo ha receptado el público francés?
El noventa por ciento de las películas son proyectadas con subtítulos. Eso dice mucho a la vez del público que nos interesa y de las tareas en las que tenemos que enfocarnos. El espectador natural de cine es, ciertamente, el que puede reconocerse en las imágenes, pero lo es también aquel que puede sorprenderse ante lo desconocido. Ambos son, en cierta forma, el mismo público.
Aparte de la muestra, ¿se logran abrir espacios concretos para la circulación de contenidos audiovisuales ecuatorianos en Francia, o quizá alianzas?
La distribución a la que usted alude es en general más convencional, de salas comerciales. Algunas películas ecuatorianas tienen sus distribuidores formales acá. Eso, sin embargo, no garantiza una exhibición profusa y contundente… El cine del Ecuador está vigente en algunos festivales franceses desde hace años, en Toulouse, en Biarritz, en Burdeos y muy pronto en Rouen, por citar algunos ejemplos. El CNCine lleva dos años volviendo a Cannes, la principal vitrina del cine independiente del mundo. Pero todo esto no es suficiente. Para acercar a los pueblos, de manera más democrática, habría que ser capaces de soñar en otras formas de cooperación que no pasen por el filtro del gran capital. Y en cuanto a las alianzas, hay algunas en camino, y muy importantes. La visita del presidente Correa a Francia es el marco oportuno para su concreción.
En el catálogo de la reciente Semana de Cine, usted hace una reflexión sobre el estado del cine nacional, sobre el debate de los espacios de exhibición privados que ven con desdén la proyección de filmes como La muerte de Jaime Roldós. ¿Cómo se ve desde fuera el proceso ecuatoriano del cine?
Me parece evidente que el problema del cine –y no solo del cine, de la literatura, del teatro, de las artes visuales- está en la dificultad que la sociedad -los creadores y el público- tiene para distribuir contenidos diversos. El capitalismo global no está fabricado para festejar las diferencias culturales. Cuando una película no recibe su visado de exhibición por razones políticas se produce un fenómeno de censura. Y venga de donde venga la censura es inaceptable por esos motivos.
Francia, hace poco, le bajó el IVA a la taquilla del cine, estuvo en contra de que un tratado comercial con EE.UU. deje indefensa su industria fílmica; en sí, los franceses protegen sus bienes simbólicos. ¿Qué se puede emular en Ecuador del caso Francés?
No se trata de lo que se pueda o no tomar de la experiencia de un país hacia el nuestro. Para mí el tema de la soberanía cultural es también un tema geopolítico. Una nación no se hace soberana encerrándose en ella misma, sino en sus relaciones con las demás naciones. Está claro que entre Francia y Ecuador hay una sintonía valiosa en cuanto a los temas de excepción cultural. Hace bien en recordar que el gobierno francés no aceptó una propuesta de la UE que trataba un acuerdo con los EE.UU. porque ponía en riesgo su cinematografía. Bien hecho. La soberanía simbólica no es, como algunos quieren hacer creer, cerrar los ojos al resto del mundo. La soberanía simbólica rima con el derecho a existir también más allá del mall, como diría Miguel Alvear, realizador de uno de los documentales que se exhibieron con éxito en esta Semana.