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Entrevista / Mónica Varea / Librera, escritora y columnista

"La única mala palabra con p es la política"

"La única mala palabra con p es la política"
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
21 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Mónica Varea (Latacunga, 1958) ha dedicado 27 años de su vida a los libros y ese trabajo es visible en las estanterías de Rayuela, al norte de Quito. La creadora de personajes —atractivos por imperfectos— para niños decidió compilar sus anécdotas y exponerlas en Biografía no autorizada, que presentarán Isabel Hayek y Emilio Izquierdo a las 11:00,  en Germán Alemán y Juan Ramírez.

Los escritos surgieron de recuerdos y estuvieron dispersos algunos años. Su publicación esquivó el ojo de un editor que no coincidió con Varea, quien tenía claro el contexto del libro que sigue una cronología.

¿El humor es siempre deliberado?

El humor no ha sido una decisión en mi vida, ni una opción. Simplemente está ahí, sale, aparece. A veces escribo en Facebook contando algo que me parece normal y corriente y todo el mundo se ríe. ¿Por qué?, me pregunto, a mí no me hace gracia. Así comenzó, como una cosa sin pretensiones que, en este momento sí está dirigida a hacer reír a chicos y grandes.

En su libro hay nombres ficticios, pero los personajes son reales...

Cambio el nombre de ciertas personas porque tengo el derecho de contar una historia desde mi punto de vista, pero no tengo el derecho de hacerlo y provocar que con eso alguien se sienta mal.

Si esa persona lee, seguramente se reconocerá, pero no estará expuesta. Hay que ser súper respetuoso en esto.

Uno tiene la idea de que quienes ríen de sí mismos son maestros del autocontrol. ¿Usted es así?

Qué va. Soy una de las formas del descontrol, tengo sueños en los que me acosa lo que temo, el desorden.

Recuerdo que una vez quise aprender a hacer teatro, luego desistí. Por eso mis hijas se refieren a la presentación de este libro como un posible Stand-up comedy, y se me vino en sueños.

¿Qué le indigna o molesta hasta hacerle perder la sonrisa?

La falta de ética. Quizás se deba a eso que cuando veo una cantidad de patrañas, mentiras, cosas turbias me indigno y siento que no hay humor que pueda curar eso. Pero hay que asumir el riesgo, afrontar eso porque, al final, la mala palabra con p no es otra que la política. Y hay que hablar.

¿Hay temas que, por decisión de editores de periódicos, dejaron de aparecer en sus columnas?

Sí, en el libro hay columnas que rechazaron ciertos editores. Una que les pareció racista, por ejemplo, aunque a mí no me parecía que lo fuera. También escribí una columna que me dijeron que era muy fuerte, que me podía traer problemas. Ahí contaba el encuentro de un cliente de la librería que llegó a amenazar de muerte a sus opositores políticos. Fue algo triste que conté por lo violenta que se había vuelto la política en un momento de protestas y manifestaciones. Todo inició porque le dije a otro lector que decirle ‘hijo de puta’ a alguien no es un argumento de nada, uno siempre debe debatir con ideas, no con insultos. Omití esa columna porque se debía a un momento político particular. La política es flor de un día, pan caliente que al otro día ya está duro, no sirve.

¿A qué librero-escritor admira?

A Édgar Freire, que tiene unos libros sobre Quito y es uno de los referentes de la ciudad aunque se haya retirado. También leo a Danny Torres Estrella, que se formó aquí como librero y que escribe poesía. Y, aunque está fuera del oficio, me encanta leer a Alan Bennett.

Entre sus anécdotas aparece un diván. ¿Es el psicoanálisis una trampa del lenguaje?

No, el lenguaje es liberador, está lejos de ser una trampa. Mi fe vendría a ser la del psicoanálisis, es empezar a ver las cosas con claridad y colocarte en otros espacios, dándole a la palabra el valor que tiene, un valor extraordinario. Yo puse mis afectos gracias al psicoanálisis, escribí y saqué el humor que estaba ahí y que antes consideraba trivial.

¿Su analista era freudiana?

Y lacaniana. Era Cecilia Sosa. Hubo años que, conforme pasaban, me hacían sentir que el análisis se queda en la piel, como el ritmo de los pasos de baile. Ahora, por ejemplo, me preocupa que haya pocos motivos para reír ante el tsunami de corrupción que vemos, hay cosas que tratar en serio. (I)

Autobiografía no autorizada
Rayuela editores publicó la autobiografía de la escritora Mónica Varea.

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