“La radio no pone lo que la gente quiere escuchar”
“En Ecuador no existe industria musical”, sentencia Javier López, director de Emprendimientos e Industria Fonográfica del Ministerio de Cultura, quien propone, luego de varios estudios realizados por el ente estatal, que en la cadena de valor de dicha industria no todo funciona correctamente.
Que el perdedor es el músico y que de ello tiene que ocuparse la ley. Esta entrevista es un abrebocas de lo que este domingo propone como debate Cartón Piedra: “La no-industria musical en el Ecuador: hacia la recuperación de un paciente terminal”.
¿Cuáles son esos elementos de la ‘industria’ que no funcionan mal?
Por ejemplo, la industria de espectáculos. Esa sí existe; pero el tema es que como funciona actualmente no favorece a los músicos ecuatorianos sino a los empresarios/productores. Lamentablemente el tipo de manejo que hacen quienes se dedican a esta actividad no les favorece a los músicos locales, porque son de generación de eventos internacionales, en los que los artistas nacionales, cuando los invitan, son maltratados.
¿Cuál es el otro elemento fundamental?
La otra parte de la industria musical es la discográfica, y esa no existe; lo que hay son actividades relacionadas con la producción discográfica y algunas partes de lo que sería su cadena productiva; pero no existe una industria como tal, puesto que la del disco en Ecuador existió a partir de los años 40 hasta fines del siglo XX, y por razones económicas así como por la aparición de nuevas tecnologías, murió.
¿Qué existe ahora, entonces?
Lo que tenemos son músicos y productores que trabajan de manera independiente, intérpretes que financian sus propios discos, es decir, no existe la figura del inversionista ni de la empresa discográfica. Muchas veces son estafados por promotores que cobran cantidades enormes por promoverlos y al final esto no da resultados, por una razón: estas personas, no todas, tienen vínculos con disqueras internacionales y se dedican a promocionar más a los internacionales y a cobrar a los nacionales; por otro lado, no funciona porque las radios, al no estar reguladas, no priorizan lo nacional.
¿Cómo es el manejo de la música nacional en las radios?
Las radios suelen tener relaciones que implican intercambios económicos con las disqueras que, por su parte, hacen una inversión muy fuerte en promoción de sus artistas, que a veces implica el pago directo o indirecto a las emisoras, que es una práctica conocida como Payola. Los artistas nacionales tienen que actuar de forma independiente y no pueden competir contra el nivel de inversión de estas. Si no se regula esto con una ley, será imposible que los artistas hallen salida allí.
Entonces, ¿los músicos tienen que competir con las transnacionales?
Las empresas se han fusionado hasta convertirse en corporaciones de cultura. El grupo español Prisa tiene a 40 principales, entonces este es un monopolio cultural. La cadena produce artistas y pasa las canciones en sus mismas radios, las cuales se expanden rápidamente en sucursales latinoamericanas. En 40 principales se promociona música de España y ahí está la colonización.
¿Se elabora alguna política pública para respaldar al músico?
Estamos haciendo cosas a nivel de Ministerio con las que tendemos a revertir la situación. Existe una ley que es la de Defensa profesional del artista, que obliga a las radios a poner un 30% de música nacional; lo que no existe es un órgano que regule y controle que se cumpla.
¿Hay estudios de lo que demanda el oyente y oferta la radio?
Tenemos un diagnóstico que se hizo el año pasado, que demuestra que en las radios ecuatorianas solamente el 9% de la parrilla de programación es de músicos ecuatorianos y más del 50% está dominado por 4 países que son Estados Unidos, Colombia, México y Puerto Rico.
¿Qué países predominan?
El 18% es de EE.UU., el 13% de Puerto Rico, 13% México, 10% Colombia; en total suman 54% que, entonces, nos demuestra que la música que se escucha en Ecuador es extranjera. Y lo que ofrecen las radios es 34% pop, 14% reggaeton, 8% rock y 7% balada.
¿Tienen algún otro tipo de estudio?
Se hizo una encuesta de consumo musical para saber si lo que las radios ofrecen es lo que realmente la audiencia quiere escuchar, y el resultado es no. Hay inconsistencias.
¿Cuáles fueron los resultados?
Tenemos que la balada pop la gente quiere escucharla en un 27% y las radios te ofrecen el 15%. En rock la relación es que te ponen 2 canciones y la gente quiere 10; en el país y sobre todo en Quito y Guayaquil no existen radios especializadas y eso es terrible. El único género musical que más o menos sí está apegado a lo que la gente pide es la tecnocumbia: el usuario solicita 6 y la emisora pone 4, ahí está algo equilibrado.
¿Por qué hay equilibrio allí?
La lógica de promoción de ese género es diferente, ahí tienes artistas que ganan miles y miles de dólares por sus presentaciones y se dan el lujo de invertir 4.000 dólares mensuales en radio; entonces ellos sí suenan y por eso los conocen; pero con el resto de géneros musicales no pasa lo mismo. Cuando revisábamos la lista de monitoreo de medios se observó que de los 50 artistas más escuchados solo 3 eran ecuatorianos y el primer nacional aparecía después del número 25. Es terrible. Mientras un promotor te cobra 1.000 dólares mensuales por hacer promoción en radio, nada tiene sentido.
Y la piratería, ¿también afecta a la industria fonográfica?
Se hizo una encuesta sobre hábitos de consumo musical. Se preguntó a la gente qué cantidad de música de forma física tiene y cuánta es virtual. De los discos físicos, cuáles son originales y cuáles piratas; de las virtuales, cuántas se han descargado de manera legal y cuántas ilegal, y a partir de eso y tomando en cuenta los promedios de PVP de discos físicos y descargas, a través de cálculos econométricos se pudo sacar un aproximado de la cantidad de dinero que pierde la industria formal por la piratería.
¿Cuáles son los montos?
El estimado nacional del flujo económico por compra formal está en $ 43’716.896. Ese es el tamaño que tiene la industria ecuatoriana que, si no hubiera piratería debería alcanzar los $ 221’555.000. Hay una diferencia abismal.