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El Telégrafo
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La prensa desvirtuó la huelga y así fue cómplice de la matanza

La prensa desvirtuó la huelga y así fue cómplice de la matanza
12 de noviembre de 2013 - 00:00

La prensa y sus desvíos: el silencio cómplice en la matanza del 15 de noviembre

La matanza del 15 de noviembre de 1922 tuvo su origen en la profunda crisis que atravesaba Ecuador por aquella época. Crisis generada, entre otros factores, por la profunda deuda que tenía el Estado con el Banco Comercial y Agrícola, después de que Galo Plaza despilfarrara el dinero del pueblo en detener el avance de la revolución conchista iniciada en 1913 y comandada en sus inicios desde Esmeraldas por el caudillo liberal Carlos Concha, fiel seguidor de las ideas radicales de Eloy Alfaro.

La deuda que el Estado contrajo con el Banco Comercial y Agrícola ascendía, entre 1918 y 1919, a la “astronómica suma de 21’800.000 sucres” (Ver cuadro). Esta deuda, que seguía creciendo desde 1910, hizo que el Banco Comercial y Agrícola tuviera enorme influencia y poder en el ámbito político. Un personaje común a los tres gobiernos que sucedieron al general Eloy Alfaro hasta la masacre de 1922 jugó con los hilos de la política nacional: Francisco Urbina Jado.

En el ámbito internacional, el panorama no era muy alentador para el país. En 1914  estalló la Primera Guerra Mundial y, con ella, la crisis para los países que, para ese tiempo, como Ecuador, eran ya dependientes del mercado externo y de las fluctuaciones del mercado mundial. La crisis se gestaba poco a poco con la caída de los precios del cacao, a lo que se suman los ingentes gastos fruto de la arremetida burguesa contra el coronel Carlos Concha y sus guerrillas campesinas.

El hambre campeaba por todos los hogares porteños, pues los productos de primera necesidad, como el arroz, las papas, el fréjol y los fideos, entre otros, incrementaron su costo gracias a la inflación generada por la banca. Sin embargo, los salarios se mantuvieron estables; esto quiere decir, en la práctica, que el salario real de los trabajadores disminuyó. La reacción popular no se haría esperar.

¿Qué decían de esto los medios de comunicación?

Los medios impresos de mayor circulación en la época dedicaban sus páginas, sobre todo, a exponer la información que le resultaba interesante al poder. Para nadie es extraño que los medios masivos puedan instaurar temas e imaginarios en los lectores. De modo que, al adoptar cada uno una posición ante la huelga y la posterior masacre de los obreros en 1922, se convirtieron en portavoces de los intereses de la burguesía guayaquileña y del más dañino conservadurismo serrano.

A El Telégrafo nacido en 1885, en Guayaquil, le siguen, cronológicamente, El Comercio (1906) y El Día de Quito y El Universo (1923) de Guayaquil. Las clases dominantes fueron direccionando las cosas a través de esos medios de comunicación para que la acción de los militares se justificara, inclusive, se impulsara por parte de determinados sectores.

El registro de las protestas

Empecemos revisando los tintes que el diario El Comercio de Quito dio al primer levantamiento registrado por los obreros de la empresa de Ferrocarriles del Sur.

Con fecha del 17 de octubre, un mes antes de la tragedia, el rotativo capitalino, confundiendo información con opinión, mencionaba que las únicas razones de los huelguistas para tomar tal acción era “la herida de un empleado, ocasionada por la explosión de una carga de dinamita, pero no en el ejercicio de las funciones de su empleo” y que la otra razón era que la compañía se comprometiera a “enviar a los empleados que se enfermen a la clínica del doctor Parker en Guayaquil” 1.

En primera instancia, el párrafo anterior expresa una reducción de los hechos generales a un caso particular, pues es bien sabido que los síntomas de la crisis estaban haciendo mella en la mayoría del pueblo desposeído. Los reclamos no se desencadenan ni van tomando forma gracias a que un empleado sufrió un accidente, “pero no en el ejercicio de sus funciones”. La queja de los obreros del ferrocarril se debe a las inhumanas condiciones de explotación a las que estaban expuestos en sus trabajos.

Casi risible resulta valerse de aquel argumento de la clínica del doctor Parker. Si bien pudo existir la exigencia aquella por parte de los trabajadores, obedece a la ausencia total de un sistema que asegure la salud o, por lo menos, la atención de los obreros en caso de alguna emergencia. Pero esto es solo el inicio.

En la misma publicación, líneas más adelante, El Comercio, tras refutar sin argumentos los supuestos motivos de la huelga, afirma que esta “no tendría justificación alguna”. Es decir, si existiesen otros motivos, ¿diario El Comercio justificaría la huelga? No imaginamos a los aliados de la banca dando su bendición para que los trabajadores paralicen, con toda justicia y en reclamo de sus derechos, todas las actividades.

Para culminar su disertación del 17 de octubre, El Comercio señala: “El pueblo no simpatizará con los huelguistas y exigirá que el Gobierno cuide sus interés comunes con mano enérgica, si fuese necesario” 2.

Preguntamos: ¿qué se entiende por “mano enérgica”?, ¿cuándo será necesario?, ¿por qué, desde ya, se expone tácitamente un llamado a la violencia para frenar la huelga? La respuesta no parece difícil: la salvaguardia de los intereses de la burguesía está por sobre cualquier otro interés, incluso la vida.

El discurso incitando a la violencia por parte de El Comercio es evidente.

*Texto tomado del libro Con tinta sangre, de Santiago Aguilar Morán
1   El Comercio, Quito, 17 de octubre de 1922, p. 1.
2   Ibíd.

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