“La novela ecuatoriana tiene que ser más íntima”
A propósito de la celebración del día del libro el próximo 23 de abril, la revista cartóNPiedra, suplemento dominical de diario El Telégrafo, ha preparado una edición especial sobre La novela ecuatoriana en la primera década del siglo XXI. Dentro de este contexto Leonardo Valencia, que trabaja en este género y es autor de “El desterrado”, obra publicada en el año 2000 y lanzada en una reedición el jueves pasado, habla sobre ella.
¿Se puede hablar de alguna tendencia, corriente o canon específico en la actual producción de novelas ecuatorianas?
No se puede hablar de una tendencia que simplifique todo el trabajo que se hace en el campo de las letras. Desde mi experiencia como lector he podido aproximarme a la literatura nacional y universal, por ello puedo afirmar que no hay una tendencia definida, sino más bien una apertura a nuevas voces y nuevos escritores jóvenes que han surgido en los últimos años generando un diálogo más abierto con el mundo en general.
¿Lo que se produce en estos últimos años recoge una suerte de tradición escrita, ya sea de las vanguardias latinoamericanas o del boom?
Se necesita de cierta perspectiva y conocimiento para hacer un balance de lo que se produce actualmente. Considero que el boom latinoamericano fue un acontecimiento muy importante dentro de la literatura latinoamericana, pero creo que no abordó a toda la literatura como tal; es decir, han quedado por fuera algunos géneros fuertes como la poesía, el teatro y el ensayo.
Personalmente pienso que es imprescindible hablar de estos géneros que han sido un tanto excluidos. Existen autores como Borges y Bolaños, por ejemplo, que han marcado la literatura latinoamericana antes y después del boom y han abierto una diversidad en las letras que ciertamente han matizado y enriquecido la narrativa latinoamericana desde varias tradiciones y estilos literarios.
¿Las novelas, como género literario, responden a algún ideario de lo nacional o son más subjetivas?
La novela desde sus orígenes se ha convertido en un espacio de convivencia de distintas voces y personajes que democratizan el pensamiento, puntos de vista y una variedad de discursos de toda índole. Este género literario juega con una diversidad de realidades ambiguas y se inclina a defender al individuo y cada una de sus particularidades.
En este sentido, la novela debe y tiene que ser íntima y subjetiva, es decir, mostrar la complejidad misma de los personajes y la realidad que los envuelve, de lo contrario se convertiría en una narración plana con personajes predecibles que no aportan al lector ni emiten un mensaje crítico.
¿Qué temáticas se exploran en la novela contemporánea nacional?
Lo que hay que mirar para entender un texto literario no es únicamente su temática, sino que hay que entender el tema como un pretexto para canalizar problemas e inquietudes propias del escritor y el contexto que lo rodea a este.
Personalmente me interesa explorar la condición humana del desarraigo y del movimiento, las implicaciones del desplazamiento a lugares ajenos a los personajes, y cómo estos afrontan determinados escenarios hostiles, por ejemplo, el caso de nuestros propios migrantes.
Antes que la temática, considero que lo primordial es el estilo y esa manera de expresar algo desde un punto de vista personal utilizando una diversidad de lenguajes; esa es la clave para que un tema resulte interesante y novedoso al lector, ese grado de empatía que se logra generar entre el libro y su público.
Luis Goytisolo, refiriéndose a la novela, decía que hay una crisis en el género, que tendrá un declive. “Ese declive nunca será como una guillotina, sino como el que experimentaron otras formas narrativas del pasado, como los cantares de gesta, la literatura oral”, sostiene. Así, ¿se anticipan evoluciones en la novela tal y como se la conoce ahora?
Hay un tema que siempre circula de cuando en cuando y este es la crisis de la novela, la muerte de la novela... lo han llamado de distintas maneras. Hay que analizar con un espectro más amplio, y no ver los últimos diez años, o veinte años, sino doscientos, trescientos, cuatrocientos o mil años -no olvidemos las novelas griegas, las novelas latinas-; es decir, lo que nosotros vemos es que la particularidad del género novela consiste en una muerte y en un renacimiento permanente. ¿Por qué? Porque la novela es el género sin reglas, es uno que permanentemente va modificando y va mutando; entonces eso implica cambios, es como una serpiente que cambia de piel siempre. Ese es el proceso natural de la novela y las discusiones sobre la muerte de la novela o el declive de ella lo repiten siempre. Y siempre surgen novelas maravillosas. Creo que en ese sentido habría que matizar.
Otra cosa puede ser el tema de la saturación de determinados tipos de novelas convencionales; yo siempre hago una distinción: una cosa es escribir una novela y otra es redactarla. La diferencia entre escritura y redacción creo que es fundamental. Hay novelas que están dirigidas a un consumo más ligero, más rápido; hay novelas que incluso ni siquiera toleran una relectura y hay otras que se reeditan con el tiempo que se vuelven a leer o releer (los llamados long sellers) y un poco eso nos señala otra situación para la novela.
Yo no pienso eso -la crisis de la novela-. Yo bromeo un poco diciendo que todo novelista mayor de sesenta años siempre termina diciendo y hablando sobre el declive de la novela; fueron famosas también las declaraciones del premio Nobel Naipaul de que también la novela había llegado a su límite. Creo que con una visión un poco más abierta de la novela se entiende un poco esta dinámica. La novela tiene que morir para renacer porque tiene que buscar nuevas formas.
En “El desterrado”, novela que presentó en su cuarta edición el jueves pasado en Quito, ¿la historia universal, que retrata un sistema totalitario, está por encima de la particular?
No. Creo que lo que hace que la novela se mantenga es el estilo. Lo que hace que nosotros leamos una novela no es solamente el tema, aunque puede ser lo primero que nos llama la atención, o no. Porque a veces -te planteo como lector- leemos de temas que nunca nos hubieran interesado, pero el autor los trata de tal manera, que los vuelve interesantes. Por ejemplo, y esto se lo digo a mis alumnos de escritura creativa, si de pronto tenemos la historia de un viejo loco que sale a la calle y que quiere resolver problemas y le caen a golpes. Claro, eso puede ser una crónica, un reportaje o un cuento muy simple, pero en manos de un autor llamado Cervantes se convierte en El Quijote de la Mancha.
Y lo mismo pasa con una mujer, en un pequeño pueblo, que está aburrida de su marido y se busca un amante; y los amantes resultan peores que el marido y se da cuenta que entra en un caos terrible y se termina suicidando. Eso puede ser una noticia, pero en manos de un gran escritor como Flaubert se convierte en Madame Bovary.