Ernesto Carrión, con “licencia para volverse loco”
Francisco e Iván son dos hermanos cuya historia de desarraigo a la inversa -no se fueron del país, sino que se quedaron-, encuentros y desencuentros, espasmos y sosiegos, donde no hay buenos ni malos, transcurre a varias voces, de forma coral, por las páginas de "El vuelo de la tortuga".
Su autor, intelectual y material, Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977), ganador del Premio de Novela Breve Miguel Donoso Pareja 2019 con esta obra, que será presentada en la Feria Internacional del Libro Digital, muestra con ella, de una manera diferente, el fenómeno de la diáspora migratoria suscitado a partir del feriado bancario de 1999.
“Es una novela sobre lo roto, sobre las rupturas que generó la migración y sobre cómo se tuvo que aprender a vivir con esos vacíos, con esas rupturas, pero también es una novela sobre la reconciliación, porque las familias siempre encuentran la forma de volver”, comenta Carrión, quien destaca que está atravesada por momentos poéticos muy fuertes, muy intensos.
“Lo que me interesa es que el lector quede atrapado, golpeado, quede removido, que no se quede en el mismo lugar de cuando empezó a leer; que después de leer "El vuelo de la tortuga" vea con otros ojos la migración, mire con otros ojos la gente que viajó, mire con otros ojos la gente que se quedó, que tenga más tolerancia, que algo ocurra en ese individuo”.
Para los lectores de Carrión ya no es novedad que una obra suya sea reconocida con un premio, toda vez que, de las nueve que ha escrito, seis han sido premiadas con galardones tales como el Casa de las Américas (Cuba) por "Incendiamos las yeguas en la madrugada", en el 2017, y el FIPP de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), ese mismo año, por "El día en que me faltes", sobre la muerte -asesinato del poeta porteño Medardo Ángel Silva, en 1919.
Entusiasmado con una feria digital que tiene a invitados de la talla de Rosa Montero y Javier Cercas, Michael Handelsman y Fernando Iwasaki, este autor guayaquileño que desde muy chico comenzó a escribir historias, también habló de su próxima obra, "La carnada", que saldrá a la luz en noviembre bajo el sello editorial de Planeta.
“Es otro tipo de novela, otro tipo de estructura, es una novela sicológica, por decirlo así. Es una novela me parece que roza lo humano, lo político, lo poético, todo junto, todo mezclado con mucha fuerza”.
Confiesa que la narrativa y la ficción le permiten vivir en un plano mucho más cómodo que la poesía porque “es como tener un poco licencia para volverte loco. Por ejemplo, esta novela, "El vuelo de la Tortuga", la escribe un periodista, y ese periodista ¿quién es?, es un personaje secundario de una novela anterior; entonces se van enlazando cosas de una manera invisible, y tú, al ponerte ese disfraz, esa máscara de ese otro escritor que escribe ese otro libro te da muchísima libertad. De alguna forma creo que sí, que en la ficción he encontrado un modo más agradable de existir”.
Reconocido internacionalmente, el autor de "Ciudad pretexto", "Un hombre futuro" -con el que se dice saldó “cuentas pendientes” con su padre- y "Cementerio en la Luna", considera que la literatura ecuatoriana ha estado oculta no por falta de calidad, que siempre la ha habido –“Carlos Eduardo Jaramillo y Efraín Jara Idrovo son poetas excelentes, que deberían estar publicados en cualquier editorial de afuera, España, México, al igual que Sonia Manzano”-, pero no ha tenido mecanismos ni políticas culturales correctas para poder visibilizarse.
Dentro de este contexto se pregunta: “¿cómo interesamos a los jóvenes a que lean en un mundo en el que están pegados a un celular, a un aparato, donde toda la diversión que tienen, la tienen en las manos? Ahí hay que meter un montón de cosas, pero eso le corresponde no solo al escritor, porque es verdad, un escritor sin lectores está incompleto, pero tampoco le puedes pedir al escritor que haga la política cultural, que haga la campaña de lectura. Muchos hacemos editoriales, me incluyo, pero más allá de eso tampoco podemos. El Estado debe hacer lo que tiene que hacer”.
Fiel a una postura radical e innegociable que ya la había dado a conocer, se ratifica en aquello de que “No creo en el canon, en el poder de nadie sobre nadie, en el control de grupos, sean del género que sean, de la tendencia que sean, de la forma de escribir que sean, del estilo que sea. Yo creo, y esto lo dijo Rodrigo Frezan, el canon existe para la gente que no lee, por eso el canon es absurdo. Lo que tiene que haber es una oferta amplia de buena literatura y de lectores”.
Y si de buena literatura habla, este autor que afirma que “la poesía empieza cuando el poema acaba”, asegura que siempre está yendo y volviendo sobre las páginas de autores como Emily Dickinson, Silvia Plath, Dylan Thomas, Mario Levrero, Roberto Bolaño, porque es algo que lo “revitaliza”, tal como el impacto que le produjo leer nuevamente a Julio Cortázar, 19 años después de haberlo leído.