La lluvia no pudo opacar estreno de Misa en La Mayor
Todo inició con la mayor de las cordialidades, como todo concierto de música instrumental: Fernando Gil, director de la Orquesta de Cámara del Instituto Experimental de Música de la Universidad de Guayaquil (Iemug); y el violinista Manuel Mendoza, como concertino, se dieron la mano antes de tocar. En los exteriores del auditorio Enrique Gil Calderón, de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, llovía a cántaros, las aceras eran lagunas, pero al público que había llegado al local solo le interesaba que comience la primera parte del concierto de estreno de la Misa en La Mayor Op. 126, de Gabriel Rheinberger.
Con el más alto grado de compenetración con el sonido y de gusto por la música, la batuta de Gil guió a sus estudiantes del Iemug, entidad que dirige, en un repertorio de tres temas, ejecutados impecablemente y con acuciosidad sin par: Canzon Primi Toni, de Giovanni Gabrieli, Adagio en Sol Menor, de Albinoni-Giazotto; y Concierto en Sol Menor Allegro-Andante-Allegro Assai, de Antonio Vivaldi. La expresión facial de Gil, quien es de sonrisa amplia y risa notoria, permanecía inamovible y como espejo de la mayor seriedad posible, incluso para recibir los aplausos y hacer las respectivas venias junto a los músicos de la orquesta. Terminada la melódica sesión, en menos de 5 minutos, se unieron dos flautistas al conjunto y la pianista -quien no había tocado el último tema, para que acompañaran en escena a los jóvenes músicos-, las mujeres de los coros de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, y de la Universidad de Guayaquil, junto con el director coral argentino Maximiliano Mancuso.
Suavemente y sin precipitaciones innecesarias, llenaron la sala con las punzantes y espirituales notas de la Misa en La Mayor, el Kyrie, el Gloria, el Credo, el Sanctus et Benedictus y el Agnus Dei. Fue el Credo el que dejó la sala retumbando y demostró el talento de coristas, instrumentistas y director, en una interpretación que no podía ser más conmovedora. Al iniciar y al finalizar la Misa no faltó el apretón de manos entre Mancuso y Mendoza.
Las voces blancas, para las que se escribió la obra, dieron a la interpretación del viernes pasado más que un matiz celestial, un golpe angelical y un timbre muy coloquial, a pesar de ser cantos en latín. Al final, por insistencia del público por un tema más, Mancuso tuvo que repetir el Gloria. Nuevamente se aplaudió, pero antes de la estocada de gracia, el invitado, secretario de relaciones internacionales de la Asociación Argentina de Directores de Coros de la República Argentina (Adicora), elogió la labor docente de los directores de los coros locales, Gil y Juan Carlos Urrutia, director general del evento, y les entregó obsequios. La Misa se repetirá hoy, 19:00, en el museo Nahim Isaías (Plaza de la Administración).