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La generación que hereda ‘Cien años de soledad’

El escritor colombiano Gabriel García Márquez consolidó su carrera como escritor con una serie de novelas y aportes al periodismo. Foto: AFP
El escritor colombiano Gabriel García Márquez consolidó su carrera como escritor con una serie de novelas y aportes al periodismo. Foto: AFP
19 de abril de 2014 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Gabriel García Márquez logró instalarse con Cien años de soledad en la cumbre de lo que en el colegio se enseña como la generación del ‘boom’ literario en América Latina. El realismo mágico que tal vez inició con El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier, termina con un ancla en Macondo, esa tierra Nobel fundada en la literatura por José Arcadio Buendía.

García Márquez pasó años ideando el ambiente, los personajes, la atmósfera del pueblo con la que se conjugaban todos sus recuerdos durante el tiempo que vivió con sus abuelos. Quería personificar esa admiración que sentía hacia el Coronel Nicolás Márquez y contar como su abuela, Tranquilina Iguarán.

Cuando  su amigo  Plinio Apuleyo Mendoza le preguntó si Cien años de soledad era una alegoría de la humanidad, García Márquez contestó: quise solo dejar una constancia poética del mundo de mi infancia, que como sabes transcurrió en una casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia.

En 1966, cuando el Gabo empezó a escribir el libro de cabecera de una buena parte de lectores, estaba en México con sus dos hijos y Mercedes Barcha, su esposa. Había vendido su carro y esperaba que el dinero le alcanzara para los siguientes seis meses de escritura, pero en terminar lo que inicialmente se pensaba como La Casa, se demoró un año y medio. Su esposa se hizo cargo. Cuando se acabó el dinero no se lo contó, pero asumió la misión de sostener la casa y que a él nunca le faltaran hojas. Finalmente, fue Mercedes quien puso en el correo el libro terminado para enviarlo a Argentina, a la editorial Sudamericana. Años más tarde se consolidó como una obra maestra de la literatura hispanoamericana  y universal.

Francisco “Paco” Porrúa, el primer editor de Cien años de Soledad, en una entrevista con la BBCen 2007, aseguró que cuando leyó las obras de García Márquez supo que era un escritor excepcional, pero no se imaginaba el fenómeno en que se convertiría años más tarde, siendo traducido a 39 millones con una venta de 40 millones de ejemplares.

Porrúa pensó cuando tuvo en sus manos la obra ícono de García Márquez que se “trataba de un maravilloso ejemplo de lo que antes se llamaba la crónica. No pensé en lo mágico. El término realismo mágico me sigue pareciendo un poco contradictorio. Pensé que era más bien lo que en la literatura se llama metáfora; no simplemente una metáfora de una línea, sino que hay escenas enteras en el libro que son metafóricas. Es una prosa poética muy viva y fuerte”.

Gabriel García Márquez describió un mundo fantástico y real desde la omnipresencia de una tercera persona. En las primeras líneas Macondo es la aldea ideal, “la más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes (...) una aldea feliz donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto”. Poco a poco el mundo ideal de García Márquez se va acercando, sin dejar el uso de la hipérbole, que permite la convivencia entre la realidad y la ficción, a la actividad comercial; le sigue entonces una extraña plaga, la guerra civil, el tren, el telégrafo, el gramófono y el cine, y la plantación de banano, que termina con la huelga de los trabajadores y su masacre a manos del ejército, a la que suceden las lluvias interminables que conducen a la novela hacia su fin.

Pablo Neruda afirmaba que la novela publicada por la editorial Sudamericana en 1967 era “la mayor revelación en lengua castellana” desde el Quijote.
Es imposible leer Cien años de soledad sin aliarse a la ficción de su autor y reconocer en ella lo que vivimos. Las culturas y los universos que componen la vida de los lectores de esta obra son siempre distintas, pero su universalidad permite una conexión que cautiva con indiferencia de origen. Los chinos sienten que Cien años de soledad revela rasgos poderosos de su cultura, y su traductora al húngaro considera que García Márquez retrata bien la vida de las aldeas de Hungría y el carácter de sus habitantes.

La novela por la que el escritor de Aracataca logró ganar el Premio Nobel de Literatura en 1982, lo que 28 años antes su admirado escritor Ernest Hemingway, le hizo perder su privacidad. Desde ese entonces, el mismoGarcía Márquez diría que su vida no sería la misma. “Amigos a los que creía fieles han vendido mi correspondencia”, dijo en una entrevista a El Semanal de España.

El reconocimiento que Gabriel García Márquez obtuvo a partir de Cien años de soledad,  junto con una decena de novelas y aportes al periodismo es el de toda una generación que tras su muerte no dejará de admirar su obra. 

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