La editorial independiente, una visión complementaria
Abaratar costos del libro, romper con la dinámica comercial de las grandes editoriales, publicar géneros o autores cuya calidad no es proporcional a un buen negocio, si se quiere, literario, o sencillamente promover la literatura nacional. Todas estas razones son las que apuntalan a las editoriales independientes existentes en el país.
No hay registro oficial, pero se conoce de, por lo menos, siete. Su iniciativa pone en debate la producción del libro (con todos los costos y su cadena de valor), además del criterio de publicación en el campo de la narrativa, la lírica y el ensayo.
Primero hay que definir independiente. Santiago Recalde, director de Fundación Gescultura, lo hace así: “Me gusta utilizar la palabra independiente pero no de forma improvisada. Hay gente que habla de editorial independiente porque sacó un libro y ya.
Nosotros aclaramos que somos independientes, pero no improvisados porque nuestros contenidos no dependen de algún financiamiento, de algún asunto externo. Es decir somos independientes porque hay un consejo interno que decide la línea editorial, eso marca la independencia. No dependemos de un sector privado o público que nos dé un financiamiento, que nos limite qué queremos publicar o no”.
Wladimir Zambrano, de Dadaif Cartonera, tiene en mente, cuando habla de editorial independiente, una cuestión más bien de visibilidad. “Las posibilidades de publicación en Guayaquil son escasas para los que se dedican al quehacer literario, y esta alternativa cartonera resulta un nuevo espacio físico en donde la literatura y las artes gráficas pueden prosperar sin depender de una franquicia, una editorial convencional o la opinión de las librerías”.
Los costos tienen una importancia especial en estas iniciativas. Para Recalde, un libro más que caro, es costoso, por todo lo que se invierte para producirlo. Y esto tiene directa incidencia en los estantes de las librerías. En esa línea Zambrano apuntala una de las motivaciones de la editorial cartonera, o en este caso independiente.
La idea es abaratar costos de producción y generar libros, asimismo, de costos bajos. Aquella labor también es, por ejemplo, uno de los ejes de Matapalo Cartonera, editorial independiente cuya cuna es Riobamba.
“Dadaif Cartonera surge a partir de la necesidad colectiva de producir libros cuya inversión sea mínima para abaratar el precio al público en general, puesto que en las librerías el libro más barato de poesía supera los 20 dólares”, cuenta Zambrano.
Cadáver exquisito es un sello que arrancó en febrero con la publicación de Álbum de Familia, de Gabriela Alemán. Esta editorial también se define como independiente. María Paulina Briones cuenta que tiene la idea de publicar autores, tanto conocidos como poco conocidos, bajo la lupa de la calidad. “En la edición y publicación de cada libro se invierten aproximadamente 1.000 dólares”, indica.
Pero el discurso de la editorial independiente no es enfrentar a las grandes editoriales, al menos así lo analiza Santiago Recalde: “Es un sopesar. Esos discursos de competencia dejémosle a los corporativistas que hacen una lectura de mercado y sacan análisis de la competencia y todo eso. Nosotros hablamos de líneas y de filosofías editoriales.
Entonces no es que somos o enarbolemos la bandera de la independencia porque no queremos caer en el mercado, no se trata de eso, todos queremos lectores, pero tenemos una línea que vamos a defender y si alguien llega a proponernos que publiquemos un libro que no va con nuestra línea, no lo vamos a hacer”.
Otra de las propuestas de las editoriales independientes tiene que ver con, además de la publicación, la circulación del libro. Definir bien los roles del autor, agente literario, editor y difusor. Aquello que se llama la cadena de valor del libro.
“Generalmente los escritores en Ecuador no pasan por ninguna cadena. Un escritor necesita un agente de verdad, una editorial de verdad, para dedicarse por completo a lo que mejor sabe hacer, que es escribir y regalarnos a los lectores lo mejor de su creación. Pero bueno, los agentes literarios no han existido desde siempre y por cierto han sido de lo más inusuales”, opina Briones.
Entre tanto, Recalde expone: “A mí me parece que es una cadena de valor que tiene que ser reescrita. Es decir, tienes un manejo de trabajo editorial por un lado, de consolidación de autores, de búsqueda de contenidos que a veces está un poco desconectado con los puntos de venta finales. Entre esos trabajos editoriales, esas iniciativas y los procesos de distribución, hay como una condición muy débil”.
Otro puntal enclenque es el nexo entre las editoriales y las librerías: “Hay una escasa apuesta, las librerías tienen todo un discurso en pro de aportar por las editoriales locales, pero no se arriesgan completamente a hacerlo”, sostiene Recalde.
Para Wladimir Zambrano existen otros canales por donde puede circular el libro. “La cartonera se mueve en las exposiciones de arte, bares nocturnos y centros de estudio, abre y busca nuevos espacios para la venta de libros”, asume.
Tanto las editoriales cartoneras como las llamadas independientes trazan una línea de difusión de textos. Para Recalde estas deben integrarse en una red. “Gescultura cree importante crear una red de editoriales independientes que rompan con la idea de competencia.
Después de eso, la idea es que se unan para llegar de mejor manera al mercado de Ecuador. Se propone, entonces, no solo una red de editoriales que rompan con la noción de competencia, sino que quieran tener en conjunto un mejor espacio a nivel del mercado del libro”.