Juan Coba: En Guayaquil faltan grupos consolidados
¿Cómo define al teatro en Guayaquil?
Lo dije hace años y me sostengo: en Guayaquil hay varias teatralidades. Ecuador, en ese sentido, es un país que se busca y no se encuentra.
¿No hay patrones?
Hay una fuerte presencia de la TV en el teatro, en trabajos que no requieren de mucha investigación. Y nosotros respetamos eso, pero también creemos que es importante que todo lo que se haga tenga una indagación de rigor.
¿Qué agrupaciones en la ciudad ubica usted como las que sí se esfuerzan por mantener esa creación desde la investigación?
Hay mucho empeño de parte de Muégano. Están en una indagación permanente, a partir del interés de crear una dramaturgia propia. Nosotros intentamos desde hace años entrar en esa dinámica: nos preguntamos qué estamos haciendo, y a partir de eso, qué proponemos al público. Luego lo reconstruimos e indagamos sobre lo mismo.
¿Una especie de ensayo y error?
Por ahí podríamos decir. Aunque no necesariamente sobre el error, sino sobre qué nos acerca más a lo que queremos decir. Eso lo dejamos a un lado y volvemos a indagar. El arte es creación. No se trata de traer una obra de teatro de otro lado y copiarla exactamente. Ahí no hay esfuerzo.
¿No son válidas las réplicas en ciertos casos? Por ejemplo, Cock, de Mike Bartlett, fue una obra reconocida y muy apreciada internacionalmente...
Es válido si se maneja una propuesta particular. No veo que haya una creación o investigación. Es algo que ya se vio, se replica, sin dramaturgia propia. Esa obra habría que replantearla y ponerla patas arriba. Poner algo de creatividad.
¿Qué opina de las propuestas nuevas?
Últimamente he visto a la Cándida Escena, que se plantea como una forma nueva de abordar el teatro en Guayaquil, con el género del cabaré político. Sin embargo, no vi nada nuevo. Y no los juzgo, no soy crítico de teatro. Lo digo personalmente, como espectador. Me gusta ver todo lo que pueda.
Pero “Ciudad Bolera”, la obra que presentó la Cándida Escena por el Día de la Mujer, hacía algo que no suelen hacer otros: plantearon la obra sin la intención de esconder una proclama política, en este caso desde visiones feministas. Lo decían, cuando la mayor parte de las obras de teatro que vemos aquí lo abordan de una manera velada, si es que lo abordan...
La Cándida Escena intentó hacer un cabaré político, que es lo que hace Liliana Felipe, con música en escena. No digo que no valga, sino que estuvo un poco flojo, o no entendimos bien el cabaré político que surgió hace años en México. Algunos grupos dicen que no son políticos, pero el teatro lo es: si callas, estás tomando una postura.
¿Qué le hace falta encontrar al teatro en la ciudad?
El trabajo de grupo. En Guayaquil un director empieza a buscar un elenco recién cuando tiene una obra, sin haber formado antes una afinidad grupal. Entonces se escoge a actores que están en televisión como enganche de marketing... pero habría un trabajo mayor si existiera una propuesta de un grupo de teatro, donde los actores se conozcan. Eso enriquecería mucho más las obras, los grupos consolidados.
Se plantea lo de los actores de TV por un intento de atraer público...
En Arawa tenemos un público que conoce nuestro trabajo. Pero en un momento nuestro público se agotó, y buscamos en otro lado. Como estamos por La Bahía, fuimos por ese público, convocándolo a un espacio cultural alternativo.
¿Cambiaron sus contenidos para alcanzar ese otro público?
No. Nos mantenemos en lo que hacemos. No creemos que haya que hacer concesiones en ese sentido, sino que tenemos que seguir, y que el público se va a acostumbrar. Por ejemplo, llevamos 10 años en el proyecto Entepola en el Guasmo Sur, y hemos formado un público que ha visto desde danza butoh, hasta propuestas experimentales. Al principio nos decían “no traigan esa obra, que no se la entiende”. Y el problema no es que entiendan o no entiendan, sino las lecturas que puedan hacer.
¿Y cómo evalúa esos 10 años?
No se han convertido en maestros de la crítica teatral, pero sí tienen su lectura, y eso es lo importante. Es que yo mismo, como director, concibo una obra, pero cuando la confronto con los actores, ellos tienen otra lectura, y en el escenario, otra lectura. Y eso está bien. Queremos armar un teatro “jeroglífico”.
¿De quién es heredero el teatro de Guayaquil?
Acá se habla de José Martínez Queirolo, un fenómeno que aún está inserto en muchos grupos, aunque algunos tratan de ir hacia otro lado.
Muégano, por ejemplo, se identifica con Brecht...
No, ellos parten de Brecht. Pero no es que lo imitan. Más bien ellos dicen que traicionan a Brecht.
Con la Universidad de las Artes se pretende dar un aporte académico a la formación de actores, y articular el teatro con otras artes para crear sinergias. Desde el área de las artes escénicas, ¿qué análisis le merece?
Pienso que en el caso de Guayaquil, el ITAE debe insertarse en la Universidad de las Artes. Son 10 años de experiencia y toda una infraestructura importante. Hay que buscar una manera inteligente de vincularlas, pues, como se ha dicho, "la creatividad suele pecar de irreverencia, de iconoclasta, ajena a todo tipo de solemnidad".