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El Telégrafo
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Velasco escribe contra el olvido

Velasco Mackenzie en un conversatorio sobre su obra, en 2017, cuando anunció el lanzamiento de la novela que transcurre en el Parque Centenario y de la cual se espera este año su publicación.
Velasco Mackenzie en un conversatorio sobre su obra, en 2017, cuando anunció el lanzamiento de la novela que transcurre en el Parque Centenario y de la cual se espera este año su publicación.
Fotos: Lylibeth Coloma / EL TELÉGRAFO
12 de agosto de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

Con el primer capítulo de El Rincón de los Justos Jorge Velasco Mackenzie (Guayaquil, 1949) se ganó una beca del Círculo de lectores, con la cual vivió en Barcelona durante 1979 y 1981 y, además, conoció a Jorge Luis Borges. De este periodo surgen dos de sus trabajos más importantes.

Este 2019 se cumplen 36 años de la primera publicación de su primera novela El rincón de los justos. Después de 10 ediciones, un cálculo de 100.000 ejemplares vendidos desde la primera publicación mexicana, y varios estudios académicos, ahora se ha traducido al ruso.

“Matavilela ya es continental, no fue mi intención, lo juro”, anunció su autor en un mensaje, aludiendo al barrio en el que transcurren todas las historias de esta obra.

De su viaje a Barcelona surgió también la escritura de En nombre de un amor imaginario, una novela histórica que recibió el Premio Bienal de Novela Ecuatoriana en 1996 y que constituye “una de las reflexiones más agudas y poéticas sobre el sentido y la forma de lo equinoccial y lo ecuatoriano”, según el académico Esteban Ponce.

En 1978, Velasco escribía El rincón de los justos, una novela que transita por la calle Colón, a la que considera una vena abierta, tal como describía Eduardo Galeano a América Latina. Su contexto es la marginalidad, un patio de carretas, un prostíbulo, personajes que se enfrentan a sus propias limitaciones para sobrevivir.

Desde el Café Montreal, en la calle Pedro Moncayo, frente al Parque Centenario, Jorge Velasco Mackenzie veía pasar la historia. Avanzaba unos pasos y sabía que “llegar a Matavilela no era solamente un cambio de barrio, era también llegar a cosas desconocidas. El ambiente se percibía al dejar la laza Victoria y caminar por el parterre central de la calle Quito rumbo al sur. (…) Cualquier día en estas calles, es día de ocio, musitaba Marcial”, relata él, como autor omnipresente, en El rincón de los justos.

Este relato tan local lo terminó de escribir en Barcelona y lo publicó por primera vez en la editorial Joaquín Mortiz, en 1983. Velasco se confiesa sorprendido por el viaje que ha hecho El rincón de los justos, a pesar de que su natividad, desde el “miramelindo” del Fuvio Reyes, la Esquina del Ojo, donde se venden las revistas de El Santo, hasta la revuelta de los personajes que quieren invadir el Guasmo porque su casa, Matavilela se ha declarado zona roja.

Velasco dice que no es un hombre de barrio, que nunca tuvo la oportunidad de tener uno, pero que sí piensa como suyo todo lo que está alrededor del Parque Centenario, desde el Montreal que ya no existe hasta la vista privilegiada que tiene en la Biblioteca de la Casa de la Cultura, a pesar de los vitrales sucios.

Piensa que “un libro sin ideología no es libro, se te cae de la mano”. En el Rincón de los justos, la ideología parte de los desajustes sociales, una situación que considera no ha cambiado mucho.

Otra parte de su ideología surge de “mirar la urbe, la calle colón es una vena abierta en pleno centro de la ciudad, donde confluyen todos los conflictos propios, la marginalidad del comportamiento de los individuos, unos reales, otros invitados, en una especie de frankenstein literario”.

Velasco piensa que a un año del bicentenario de Independencia de Guayaquil le podrían cambiar el nombre al lugar ya tanto han cambiado. De él surge su última novela inédita. Quiere que se publique antes de que la plaza que conoció cambie aún más. En esta obra todo transcurre en el Parque Centenario. Si algo se sale de este lugar, sigue dentro de esta zona.

De los personajes que la conforman hay algunos que ya existían en otras narraciones, como posiblemente ocurre con el funambulista que atraviesa de un árbol a otro el parque con dos antorchas en El rincón de los justos. “Parte de mi escritura tiene que ver con mi memoria”, dice Velasco. Este es un lugar que amo, me lo he recorrido todo, me siento cómodo en esta casa, en mi casa. La única ciudad donde puedo vivir es Guayaquil, donde me siento cómodo y hasta feliz, a pesar de lo relativo que eso sea”.

En 1996, cuando ganó la Bienal de novela, Velasco decía en una entrevista con Cecilia Ansaldo que en El rincón de los justos lo que hace es añadir a la realidad algo que antes allí no estaba. Sus personajes recurren a la ficción para escapar de la realidad. Para la crítica Mercedes Mafla esta novela "es un teatro constante" en la que "cada uno de sus personajes vive su propio intento de huida (...) Al final, los convertirá en una tribu de errantes, cuando la ciudad se deshaga de ellos y los coloque en la incierta tierra prometida del Guasmo".

En su novela En nombre de un amor imaginario, Velasco parte de una conversación que tuvo en Barcelona con un griego desconocido, quien lo acusó de ser ciudadano de un país imaginario.

Usa aquello para investigar a los personajes de esa época como a la heroína Isabel Godín y el momento en el que llegó la Misión Geodésica en el siglo XVIII, un momento histórico en el que aún Ecuador no era un país, a pesar de haber sido el centro del pensamiento del mundo.

“Siempre hemos estado debatiéndonos entre realidad y la nada”, dice Velasco. Su obra desde una vertiente histórica y marginal transcurre en esa frontera. (I) et

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