Javier Vásconez deja un informe sobre sus “propias oscuridades”
Josef Kronz es un médico checo que viaja por Berlín, Praga, Londres, Quito y Nueva York. Su trashumancia e inquietante vida ha sido retratada por el autor quiteño Javier Vásconez.
El médico ya rondó en “El viajero de Praga” y ahora es protagonista de “La otra muerte del doctor”, una obra editada por Alfaguara, que fue presentada al público, el miércoles pasado, en el hemiciclo de la Flacso de Quito.
En una sala llena el escritor fue acompañado en la mesa por una pequeña comitiva, conformada por la catedrática de literatura Mercedes Mafla y la editora del sello del Grupo Santillana, Ana Mari Piérola. Los espectadores integraron un grupo numeroso formado por escritores, como Rafael Lugo, y representantes de sellos editoriales o librerías, como Mr. Books o Librimundi. El acontecimiento pintaba importancia. Relevancia que luego Mafla, en su intervención, argumentó cuando trazó las razones por las que la reciente novela del autor era importante.
“No hay misterio en el arte, has las cosas que puedas ver y ellas te mostrarán que no puedes ver”, arrancó Mafla citando a la escritora danesa Isak Dinesen. Con esto apuntaló la idea de que el autor quiteño brinda relevancia al hecho real, a la mirada, para luego entreverlo con la creación literaria.
Y la otra muerte del doctor, como sucede con la novela, pintó un escenario, quizá no manifiesto en un sitio concreto, pero que pintó una realidad general. Vásconez lo planteó así: “Quizá lo que más le disgustaba era vivir con la desazón y desconfianza de quienes estaban a su lado, porque fueron años desquiciados por el horror, por ideologías autoritarias por los que Kronz experimentó la contaminación de la vida cotidiana”.
“Escribimos para dejar informes de nuestras propias oscuridades, de nuestras carencias y la embriaguez de componer una novela provienen de esas carencias”, propuso Vásconez para darle un sentido a las razones por las que escribe y atestigua su tiempo.
En esa línea Mafla apuntó: “Kronz es un testigo privilegiado que ha guiado a muchos lectores a los abismos humanos y geográficos de Los Andes, pero también a los márgenes serenos del pensamiento”, dando peso al mundo abstracto que también surge en la novela, como puede ser la historia de amor que experimenta el protagonista en La otra muerte del doctor. También la catedrática de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador resaltó la novela desde la forma: “La elegancia de las construcciones temporales en la narrativa del escritor quiteño” se revela a los lectores como un andamio del texto.
Luego dibujó cómo Vásconez no tenía afán de apegarse al canon regional. “El tema de la orfandad –lo sabemos- es especialmente sensible para la literatura latinoamericana. Vásconez, sin embargo, ha renunciado al melodrama tampoco ha cedido al facilismo y a las cursilerías con que se lloran las tragedias”.
Y luego citó nuevamente a Dinesen: “Recta es la línea del deber, curva la de la belleza. Sigue la recta y verás como la curva te sigue de cerca. Y Vásconez lo sabe”.
Así se presentó la reciente novela de Javier Vásconez durante una noche quiteña que, como lo pinta “La otra muerte del doctor”, estaba oscura y fría.