Jaime Zapata, la pintura que se gesta con tiempo
Jaime Zapata es un artista que no ha abandonado el arte figurativo ni ha dejado de explorar las diversas técnicas que han surgido a lo largo de la historia del arte, como el romanticismo, el impresionismo o el realismo.
Sin embargo, lo que hace que su trabajo plástico sea contemporáneo son los gestos y símbolos que el artista disemina en sus cuadros.
Así, en una pintura que bien podría ser de corte renacentista, el artista hace un retrato de su hijo mientras escucha con audífonos su iPad. Y en otras obras de carácter impresionista, aparece una bailarina con un celular y una mujer de pelo corto con un tatuaje en el brazo.
En la más reciente muestra de Zapata –quien está radicado en Montpellier, Francia–, el pintor presenta una serie de cuadros de varios formatos en los que destacan retratos de mujeres de distintas nacionalidades –muchas son modelos– y de su hijo.
Expuesta en la galería de la Alianza Francesa de Quito, esta muestra representa un diálogo con artistas que han estado presentes en la trayectoria de Zapata, como Gustave Courbet –a quien se lo puede detectar en sus retratos–, Francisco de Goya –de quien hace un estudio de su maja vestida– o Rembrandt, cuya influencia se hacía más evidente en obras anteriores.
La pintura, como técnica, es una preocupación de oficio para Zapata y es, quizás, el centro por el que gravitan todas sus preocupaciones estéticas y existenciales.
Zapata dialoga con varias corrientes artísticas y las vuelve contemporáneas con gestos y símbolos. Su trabajo no ha dejado de ser figurativo.
“Son muchos años que llevo tratando de aprender a pintar. Como no tuve una formación académica importante, rigurosa, entonces tengo vacíos tremendos que los voy llenando en mis visitas a museos o con lecturas”, dice el artista en su taller ubicado en San Marcos, que en un futuro quisiera convertirlo en academia de artes.
El caos invisible es el nombre de la muestra y hace alusión al actual estado anímico de Zapata, quien está consciente de que en su entorno personal hay un desorden que no se ve, pero cuya energía se hace muy evidente.
“Trato de ser muy ordenado en la obra, de tener mucha disciplina y armonía en los colores, en los dibujos. Pero, por otro lado, en la vida misma, el mundo en el que vivimos puede ser bastante cruel. Está lleno de aportes tecnológicos, pero al mismo tiempo es insoportable, va muy rápido, las relaciones humanas se van de a poco destruyendo”, suelta el artista mientras el fotógrafo Christoph Hirtz hace tomas de los cuadros que ahora se exponen en Quito.
A la par de la muestra, el artista también dará una conferencia (10 de junio) y una clase de pintura (20 de junio) en la Alianza Francesa, previa inscripción.
Relaciones con el mundo
La pintura se gesta con el tiempo para Zapata, quien prefiere trabajar más con la espátula y dejar que sus cuadros reposen, que adquieran su propia organicidad.
Su actual interés por las mujeres se debe a que ellas representan su forma de relacionarse con el mundo y de entenderse a sí mismo.
“En ellas es donde me encuentro; es donde sé quién soy. Son como una especie de rebote que me permite ver mis contradicciones”.
Zapata dejó Ecuador para conocer el mundo, llenar sus vacíos y darle respuesta a sus inquietudes personales. “Trato de ir lo más lejos que pueda. La pintura ha sido un pasaporte que me ha ido abriendo puertas. Prefiero mantenerme al margen de las opiniones y dedicarme más a la estética”. (I)