Escuela Lírica del Teatro Sucre anhela llegar a más público
Llegar a pie hasta el local donde radica la Escuela Lírica de la Fundación Nacional Teatro Sucre conlleva atravesar una parte del Centro Histórico de Quito, sus estrechas aceras y sus casas de variada arquitectura colonial, a través de la calle Rocafuerte, desde un costado de la iglesia de Santo Domingo hasta encontrar al tope la Chávez.
Allí, donde desde lo alto se divisa una imponente vista de la conocida arteria vial El Trébol que comunica a Quito con el valle de Los Chillos, se encuentra el centro cultural Mama Cuchara.
En este lugar la Escuela Lírica tiene su “cuartel general”. A simple vista puede parecer un lugar pequeño, sin embargo una guía nos conduce por pasillos y escaleras de la histórica casona hasta un salón.
Ahí ante un piano, frente a un enorme espejo que toma todo el ancho de la pared, nos indica que en ese sitio se preparan los repertorios que el pequeño grupo monta y ensaya una y otra vez en busca de la excelencia, a la que aspiran en cada una de sus presentaciones.
La pianista Zelfa Díaz es quien comparte con Chinatsu Maeda el trabajo de montar los repertorios, y acompañar a los cantantes de la Escuela Lírica en muchos de los espectáculos organizados por la institución.
Jorge Cassis es tenor y coordinador de la agrupación. Recuerda que el primero de enero de 2006 surgió con el objetivo de reactivar el arte lírico en Ecuador, como resultado del desarrollo alcanzado en las producciones operísticas del Teatro Nacional Sucre, que tuvo su reapertura a fines del 2003.
Cassis opina que “con la Escuela se ha incentivado la creación de una tradición lírica propia en el país.
Pues se han rescatado obras de los más importantes compositores nacionales, mientras que otros nuevos escritores han puesto también lo suyo”.
Esto ha permitido que el grupo ofrezca al público espectáculos como Salgado Lírico, que rescata la obra de uno de los más grandes compositores ecuatorianos.
Para el coordinador de la Escuela Lírica, “la superación personal de los cantantes y pianistas acompañantes ha sido decisiva en el empeño de ofrecer funciones de calidad”.
Para lograr esto también “hace falta un mayor apoyo de las autoridades, pues el arte lírico necesita recursos económicos”, puntualiza.
La maestra cubana Zelfa Díaz hace 25 años que se encuentra en Ecuador. En sus inicios, la pianista nos cuenta que estuvo sola hasta que se incorporó la maestra Chinatsu Maeda, también con una larga experiencia.
Zelfa desea que haya la posibilidad de una mayor variedad de conciertos pero, muchas veces, “cuando están montados se da el caso de que no hay dónde presentarlos”, afirma.
Sobre la aceptación del arte lírico en Ecuador comenta que existe el criterio de que es un arte para minorías, sin embargo, “hemos llenado el Teatro Variedades de Quito y nos vemos rodeados de personas como en el espectáculo Salgado Lírico, con obras del ecuatoriano Luis Humberto Salgado”.
“Sí hay público, pero falta promoción y saber escoger el repertorio. Aspiramos a mucho más, pero necesitamos el apoyo de las autoridades”.
Olmes Nogales es el barítono del grupo. En la Escuela Lírica está desde hace siete años, desde la edad de 25.
Destaca los espectáculos que han montado como el Chloris, “una especie de boudeville con historias para concierto escénico”, que ha tenido aceptación.
Andrea Cóndor es la mezzosoprano del colectivo. Señala con orgullo que “han hecho un trabajo fructífero acercando el género lírico a la población, trabajándolo con la jerga de acá, pues muchas veces el idioma se convierte en una barrera”.
Cóndor destaca también que quieren romper el estereotipo de que el arte lírico es minoritario, “con la creación de guiones que acerquen más este trabajo a la gente, involucrándolo con historias”.
Termina el año 2019 y la Escuela Lírica piensa ya en el 2020. Sobre esta proyección hacia el futuro cercano, Cassis nos adelantó que están trabajando en presentar una obra operística, que si bien es cierto aún no está definida, conllevará varios meses de preparación. (I)