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Entrevista / óscar vela / escritor quiteño

“En las clases altas hay más poder adquisitivo, pero menos cultura”

Foto: tedxquito.com
Foto: tedxquito.com
29 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

El escritor quiteño Óscar Vela acaba de publicar su última novela, Todo ese ayer, un relato que utiliza como entorno los sucesos de la revuelta policial del 30 de septiembre de 2010 para contar la historia de Federico, un abogado cuyo matrimonio con Rocío —que le ha ayudado a trepar en la escala social— está a punto de terminarse, y que, de forma paralela, recibe un correo electrónico de Sebastián, un amigo argentino al que creía desaparecido desde la dictadura argentina. La vida de Federico se parte en dos: entre un sujeto que ‘revive’ pero que al mismo tiempo parece enloquecer y una esposa que tiene un altar en casa pero que va a la iglesia para contratar los servicios de un investigador privado… entre un amigo de la juventud que le recuerda un poema de Borges que parecía cosa de otra vida y una esposa que, mientras se apresta a documentarse sobre las infidelidades de su marido para luego sacarlo por completo de la alta sociedad, se cree que ha visto la imagen de Jesucristo.

Vela es autor de otras cinco novelas: El toro de la oración (2002), La dimensión de las sombras (2004), Irene, las voces obscenas del desvarío (2006), Desnuda Oscuridad (2011) y Yo soy el fuego (2013), y con las dos últimas obtuvo el premio Joaquín Gallegos Lara y el premio Jorge Icaza, respectivamente. Y ahora, con Todo ese ayer, lanza una crítica furiosa a la clase alta de su ciudad.

Todo ese ayer emprende una crítica contra las élites. Lo haces sobre todo, a través de Rocío, un personaje desagradable de principio a fin. Pero no es solo una crítica, es una crítica furiosa, ¿qué es lo que la desencadena?

Siento que vivimos en lo que Vargas Llosa llama cultura del espectáculo, que es la que está situada de las clases medias hacia arriba. Allí es donde menos cultura existe, más poder adquisitivo pero menos cultura. Hay mucho espectáculo, porque es la gente que puede pagar, que puede ir a ver una ópera, a comprar libros… pero la cultura para mí está situada de la clase media hacia abajo. Ahí es donde realmente están los lectores y el verdadero público del teatro. No en las élites.

¿Dices que está enajenada la clase alta?

De ahí, de alguna forma, venía la crítica por el mundo en el que vive Rocío y su familia, el mundo de los apellidos, del color de la piel… el mundo en el que Federico asciende y desciende. Siempre me ha gustado criticar a ese tipo de sociedad, a la curuchupa, a la hipócrita que es claramente la sociedad quiteña. Es una sociedad franciscana, que es monja y puta a la vez. Eso es lo que quería destapar, ser incisivo. Y lo hago desde el punto de vista de una mujer que está en el extremo de ese curuchupismo, una loca desquiciada que cree que está viendo a Cristo, pero que termina transformando su vida, porque su vida se termina quebrando con lo que le sucede. Y Federico se termina quebrando también, se comienza a romper todo.

Federico no es de ese mundo, pero también juega su rol. ¿No hay nada que criticarle?

Sobre todo, el ascenso a esa clase. No pertenece a ella, pero se siente muy cómodo ahí: porque te acomodas fácilmente cuando tienes dinero; pero el día que lo pierde se da cuenta de que todos le dan la espalda. Ahí está la crítica, en ese ascenso y descenso en el que te das cuenta del tipo de gente con la que trataste…

Y por haberse vuelto una sanguijuela…

En un paria que de todas formas estaba ahí, pero casado. Y el día que dejó de cumplir su rol…

Sitúas tu obra —y tu crítica— en la sociedad quiteña, pero ¿no crees que es más bien un tema global?

Global acá, todavía.

Pero es una historia que nos cuentan las películas, el cine hegemónico…

No sé si en esta época. Yo temo que sigamos siendo un pueblo grandote. No creo que este tipo de cosas sucedan ya en Madrid o en Buenos Aires. Pero en Quito pasa. Somos casi tres millones de habitantes y seguimos siendo el mismo pueblo: la gente es igual de hipócrita, todavía cree que es aristócrata. Es un grupo chiquitito, cada vez más reducido, pero muchos han caído en desgracia.

¿Por qué el 30S como telón de fondo?

El 30S me sirve para escenario de locación de lo que estaba sucediendo, la historia real de Sebastián y la de ficción que quería contar con Federico, porque él nace de alguna manera de la historia real. Se trata de un amigo mío que me contó la historia de su amigo, pero quería disociarlo por completo, porque además me lo pidió, pues es un personaje público. Por eso creé a Federico.

En el libro, Jorge Luis Borges aparece, a través de un poema, como una pequeña pieza que echa todo a andar.

Soy un mal lector de poesía, pero la de Borges me atrapó. Ese poema Límites, que utilizo en la novela, me lo encontré mientras escribía. Porque en la historia real en la que está basada la de Federico y Sebastián, cuando se vuelven a encontrar a los 34 años, ellos se vinculan por correo electrónico con un verso de un poema. Fue aquello lo que le hizo entender a mi amigo que aquel correo no podía ser un equívoco, tenía que ser él. Ahí me contó mi amigo que ellos se acercan en el colegio por su gusto por Borges. Entonces leí un libro de poemas y me encontré con Límites, que es un poema maravilloso que encierra la frase “todo ese ayer”.

¿Cómo planteaste la estructura del libro?

La dibujé. Como tenía una historia real y quería conjugarla con una de ficción… fui esbozando líneas del tiempo a las que les agregué las circunstancias, yo sé hasta dónde llego y dónde voy. Primero, la de Sebastián, que va a contar la historia en segunda persona. Hay momentos cumbres de él, y sabía que tenía que hablar de las torturas, entonces leía sobre el tema. Tenía la historia real de Sebastián, pero no tenía más acceso a él. Hice la línea de Federico, que comienza en el mismo año, 1976, y que tiene otro momento en 2010, cuando se encuentran. La línea de Federico se extiende porque él va más allá. Así voy esbozando y definiendo los caracteres de cada personaje. Así comencé mi historia: sé que voy a contar la historia de Federico, se va extendiendo en Rocío y de ahí viene el tema del 30S, que era más bien de montaje y que me daba un ambiente nebuloso… Mis cuatro últimas novelas han sido así, con muchos personajes. Sobre todo cuando hay muchos personajes. (I)

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