En la búsqueda de un sentido editorial para las literaturas
Tal como se hizo en la edición guayaquileña, la Feria Internacional del Libro (FIL) de Quito tuvo un espacio de discusión sobre las narrativas ecuatorianas contemporáneas. Una vez más, fue Yanko Molina, de El Antropófago (de la editorial La Caracola), como organizador, el moderador de este conversatorio.
Los autores que se reunieron para discutir sobre este tema pertenecen a tres generaciones distintas de las letras en Ecuador: Javier Vásconez, Santiago Páez y Eduardo Varas.
Inició la conversación el más joven, Varas, guayaquileño de 33 años, radicado en Quito. Encaminó su discurso hacia las nuevas tecnologías y el impacto que empiezan a tener en la literatura a nivel nacional. El autor de “Los descocidos” plantea que el 40% de la población nacional tiene acceso a Internet, lo que abre a los escritores un campo que deja de pertenecer a las élites.
“Tenemos editoriales, pero no todos los escritores llegan a ser publicados, y se resignan a sus blogs”, dice. En ese sentido, desde hace tres meses, Varas y su esposa, Marcela Ribadeneira, llevan adelante un proyecto editorial en la web llamado La Línea Negra, bajo el cual publican cuentos de autores emergentes, que circulan gratis en la red.
En la versión guayaquileña del mismo conversatorio, realizada en octubre, Marcela Noriega y Francisco Santana apuntaban la importancia del proceso de edición, algo que no siempre está presente en las publicaciones ecuatorianas. Santiago Páez, quiteño de 54 años, uno de los pocos autores ecuatorianos que han escrito ciencia-ficción, se refirió a cómo se vio influido a lo largo de su carrera para escribir en géneros no cultivados en el país.
Considerado por la escritora guayaquileña Solange Rodríguez como el mejor autor ecuatoriano vivo, Páez incurrió (al mismo tiempo que J. D. Santibáñez) en la ciencia-ficción. El autor del libro de cuentos “Profundo en la galaxia”, se interesó a finales de los noventa en la novela policiaca, venido a menos entre los escritores nacionales. En ese tiempo escribió la novela “Los archivos de Hilarión”,
Páez, que también es catedrático de la PUCE, actualmente sigue incurriendo en géneros que al interior de las fronteras son vírgenes -por llamarlos de alguna manera. Explicó que las novelas sociales han sido históricamente fundamentales en la literatura ecuatoriana, y resumió sus letras diversas con un simple “sentí que tenía que variar”.
Javier Vásconez, quiteño de 66 años, que publicó recientemente la novela “La otra muerte del doctor”, decidió llevar su intervención a la construcción de personajes en la literatura ecuatoriana, haciendo siempre énfasis en que resultaban tardíos en comparación a la producción literaria en Europa.
Así, el autor de “El viajero de Praga” y “El secreto”, habló de personajes que iban desde mujeres altamente complejas (como Madame Bovary) y aventureros (Robinson Crusoe) en la segunda mitad del siglo XIX, para pasar en el siglo XX a los obreros (en las novelas de Dickens) y detectives, mientras en Latinoamérica se conservaba la literatura costumbrista que hablaba del indio, el gaucho y el campesino.
Puntualizó además que poco caso se le ha hecho a “Un hombre muerto a puntapiés” (1927), de Pablo Palacio. Vásconez lo considera un libro que se adelanta a la no ficción de Truman Capote con “A sangre fría”.