Al segundo y tercer día de la Feria Internacional del Libro de Guayaquil los pasillos se sentían liberados de la presión de la inauguración. Por la tarde del jueves no quedaba ningún ejemplar de la última novela de Piedad Bonnett, ‘Lo que no tiene nombre’.

La lectura del ‘Quijote’ en voz alta no se detenía aunque los oyentes fueran esporádicos. Algunos de los stands incrementaban sus ofertas para atraer compradores. La primera impresión del encuentro está en su entorno superficial, en las transacciones y las largas filas -sobre todo en Mr. Books- por comprar el título del autor que más impresión causó -de forma individual- en su exposición. Sin embargo, el leitmotiv del encuentro literario está en las salas de diálogos.

Para este evento se prepararon al menos 100 mesas de diálogo con autores invitados -nacionales e internacionales-. Desde ellas se han abordado desde los referentes más influyentes en la literatura de América Latina, los procesos de escritura de los autores, su diálogo con el presente y las nuevas formas de vincular al público interesado en las propuestas contemporáneas.

Durante el evento dedicado al libro y sus contextos, que se realiza hasta hoy en el Centro de Convenciones, los autores nacionales han tenido un papel fundamental. “Venga a escuchar el diálogo, son autores nacionales”, decía una de las integrantes de la organización de Expolibro para aproximar al público al diálogo entre Mónica Ojeda, Luis Carlos Mussó y Cristóbal Zapata sobre cuerpo y literatura.

Al mismo tiempo, Tina Zerega, Daniel Lucas y Juana Neira mantenían un diálogo sobre el fenómeno lector y en otro auditorio Miguel Antonio Chávez, José Miguel Campi y Eduardo Varas trataban desde sus gustos y visión la tendencia de la ‘nueva televisión’, las series que se programan desde servicios como Netflix y en el que hay opciones para no esperar el nuevo capítulo.

“Vamos a preguntarle todo lo que no hemos podido, ahora que la tenemos cerca”, le dijo Pilar Calderón a Claudia Piñeiro, durante un diálogo con la autora sobre su obra. El intercambio que se genera entre los autores internacionales invitados y su audiencia es una de las experiencias fundamentales que logra este encuentro.

El público está ávido de la conformación de las historias de la autora argentina Claudia Piñeiro, quien ha dicho que le interesa hablar sobre la familia. Su escritura -dijo- viene desde la necesidad de poder escribir a lo que le siguió la necesidad de leer muchísimo para poder escribir mejor. Su escritura parte siempre de una imagen. La idea es siempre un concepto abstracto.

Alonso Cueto confesó que le interesan las novelas donde no pasa nada y habló de su obsesión sobre todo aquel que le increpa sobre lo aburrido que les podría resultar Henry James. Cueto, bajo ese argumento es capaz de todo.

Entre ayer y hoy, Rodrigo Fresán y Leila Guerriero se suman a las confesiones en el encuentro organizado por el Municipio de Guayaquil y la empresa Expoplaza. (I)