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El Telégrafo
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El periodista mexicano fue sepultado la tarde del miércoles en el panteón francés, en el df

El día que Scherer fue premiado por Gabo (Video)

“Amante del dato preciso como el poeta consagrado a la metáfora perfecta”, dijo Scherer García (d) sobre Gabriel García Márquez (i). Foto: Tomado de www.proceso.com.mx/
“Amante del dato preciso como el poeta consagrado a la metáfora perfecta”, dijo Scherer García (d) sobre Gabriel García Márquez (i). Foto: Tomado de www.proceso.com.mx/
09 de enero de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

-No sabes cuánto te quiero, me jodiste- le dijo Gabriel García Márquez a Julio Scherer García al momento de entregarle el Premio  Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Monterrey, en abril de 2002.       

-Gabriel, Gabriel, Gabriel- fue la respuesta, al tiempo del abrazo estrecho y el beso en la mejilla.

Después de ese encuentro entre dos grandes de las letras, Scherer García procedió a compartir un brillante discurso. “Me abruma la expresión ‘homenaje a un periodista’. Sé de mi piel, conozco mi alma”, comentó en principio. Prosiguió contando cómo terminó el ciclo en diario Excélsior por las presiones del gobierno de turno. “En la segunda mitad de 1976, expulsado de Excélsior por un sistema que se soñó imbatible, tuve el impulso de abandonar el trabajo que me acompañaba desde la juventud. Sin ojos para el futuro, pensé en un porvenir de días circulares. Compañeros de entonces y de siempre que rehusaron permanecer una hora más en el diario ultrajado, pugnaron para que siguiéramos juntos. El despojo había sido brutal. No era tolerable la cancelación de un destino común, la vocación truncada”.  

Scherer recordó ese 3 de abril los deseos de seguir luchando de sus colegas después de quedarse sin trabajo. “Aún los escucho, generosos. ‘Empecemos de nuevo, a costa de los riesgos que vengan’. Su entereza pudo más que mis resquemores y su capacidad creadora mucho más que la rabia estéril que me vencía. Ellos tuvieron los ojos que a mí me faltaron. Así nació Proceso el 6 de noviembre de 1976 en una casa alquilada. Incluida la estufa, la redacción formaba parte de la cocina”.

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En esa época, Scherer comprobó  “que el dinero mercenario astilla los huesos y la traición los deshace”. Y contó que valoró la lealtad -poderosa como el amor, dijo- más que nunca. “Entendí extremos de la condición humana. Dice la frase bíblica que un amigo fiel no tiene precio y en la paradoja que es la vida yo agregaría que los judas tampoco tienen precio”, agregó. Scherer consideraba que al periodismo no le compete la eternidad y que el oficio tiene una dosis de perversidad. “Es difícil escapar a la seducción que ejerce, sin punto de convergencia con el hastío. Pero carga también con deberes estrictos”, manifestó en la ceremonia.

“Perdería su sentido si no recorriera los oscuros laberintos del poder, ahí donde se discute del hambre sin sentirla, la enfermedad sin padecerla, la ignorancia sin conocerla, la muerte prematura como una lánguida tristeza, la depravación como un tóxico en la sangre de los desencantados. Es abominable el terrorismo de las bombas y las torres, como odioso es un mundo paralizado por la enajenación de hombres y mujeres apenas con fuerza para sostener sus huesos”, agregó.

No faltarían elogios para quien admiró. “A Gabriel García Márquez lo reclamamos íntegro para nuestra profesión. Amante del dato preciso como el poeta consagrado a la metáfora perfecta, sabe que el dato preciso evade la mentira y burla el equívoco. Libre su fantasía sin espacio, la somete a la realidad concreta. A la vida no hay para qué engañarla, quizá dijera el Gabo”. Scherer fue sepultado la tarde del miércoles, el mismo día en que falleció.

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