El bulevar se convirtió en una zona de gozo compartido
Un diverso público se fue sumando poco a poco: niños, viejos, adultos, agrupaciones de mujeres, personas de barrios aledaños, grupos afro, indígenas, trans, 40 cliclistas que llegaron desde las colinas del Panecillo, estudiantes, músicos, perros, seguridad metropolitana, extranjeros, bailarines, personalidades importantes, periodistas y vendedores.
“Les agradezco a todos ustedes por su presencia aquí. Quiero elevar un saludo y un aplauso a todas las mujeres que, como yo, se ganan la vida con el trabajo de su cuerpo.También a todas esas mujeres que construyen su experiencia en las diversidades sexuales. Y a todas las mujeres que construyen también el imaginario de las diversidades de género, que permiten vivir la experiencia del espacio compartido, desde un proceso de inclusión... Vigorexia saluda a tantas mujeres hermosas, muchas que todavía luchamos contra la violencia de género”. Fueron palabras para las mujeres desde la perspectiva del empoderamiento propio, de la soberanía.
Así, Vigorexia abrió la presentación la conductora del concierto con el que finalizó el Primer Encuentro Sur-Sur, geopolíticas, arte y creatividades para el buen vivir y la transformación social. Se trata de un personaje femenino creado por Valeria Andrade (actualmente directora de Artes Escénicas y Performance del Ministerio de Cultura) a partir de un proceso de reflexión en torno a la subjetividad, con un trabajo mediante la danza y el histrionismo que, desde 2009, se ha presentado en diferentes espacios públicos.
Valeria ha investigado e indagado paradigmas morales, convenciones sociales y comportamientos con los que la masculinidad ha sometido, violentado y agredido a la mujer durante décadas. Plantea posibilidades de concienciar y deconstruir esta forma de relacionarse.
Desde una postura feminista y política, Vigorexia representa, como lo dice Valeria, que “hay muchas memorias en el cuerpo y la psiquis de esa subjetividad construida históricamente, a través de las vidas de las bisabuelas, las abuelas, las madres, que se impregnan en el cuerpo. Memorias que pueden desembocar en los denominados trastornos, como la vigorexia, anorexia, bulimia. Entonces, en primera instancia es revertir esa idea de trastorno y asumirlo como la fuerza de una voz interior que finalmente sale y se expresa como una lucha. Y en ese acto de expandir una voz, interpelar la misma estructura que nos construye, para abrir un espacio de vacío y en ese vacío encontrar nuevas posibilidades de relacionarme con nos-otr@s”.
El músico y promotor cultural Lindberg Valencia, acompañado de doce personas en escena, entre timbales, flauta, marimba, el violín de Tadashi Maeda y el saxofón a cargo del maestro Holiday, fue el plato inicial de las presentaciones musicales en el concierto de cierre. La maestría de la danza de Rosita Mosquera también fue parte de esta presentación, con sus tradicionales movimientos de cadera, los cantos, su sonrisa y su vestido de girasoles. Las mujeres, sus cuerpos y voces se tomaron la alegría de los espectadores al son de ‘La culebra’.
Valencia ha realizado un trabajo de visibilización e integración del pueblo negro mediante la creación de la Casa Ochún, centro cultural, y con una propuesta musical con la que ha formado una banda que permite la expresión artística –y en cierto sentido política– de su gente.
Entre grupo y grupo brillaba intermitente la voz de Vigorexia. “¿El sur? ¿Por qué el sur?”, decía, suscitando la reflexión sobre los múltiples significados de la palabra sur, sobre todo en la mujer. Mientras tanto yo me preguntaba: ¿y por qué este lugar y en este frío? Al hablar con Valeria Andrade en una entrevista posconcierto, ella añadió: “Bueno, la 24 de Mayo tristemente ha sufrido, como La Ronda, como el Centro Histórico en sí, un proceso de vaciamiento y de desplazamiento de los habitantes que hacían su vida cotidiana ahí. La supuesta recuperación del espacio, la renovación urbana transforma el espacio público en estos lugares para privatizarlos, para maquillarlos, para instalar economías de consumo y turismo, que no es que esté mal, digamos que es legítimo para unas personas, pero otras son marginadas y desplazadas.
Este es el caso de esta avenida que estaba llena de vida, de intercambio y ahora es un espacio duro. Muchas de las personas desplazadas han sido mujeres trabajadoras sexuales y en ese sentido, trabajadoras del cuerpo, como una bailarina de danza contemporánea también. Mis saludos a ellas, por su opción, por la dignidad de su opción”.
A estas voces de la diversidad se unió la de Luis Villamarín, músico ideario de la banda
Esto es eso, (Ecuadorian music), que en este espacio de integración lanzó su nuevo tema ‘Latinoamérica’. Es una agrupación de música fusión que incluye tonadas rockeras, pasillos, reggae y formando una armonía musical bastante singular.
Villamarín también lanzó su tema ‘Arriba’, creado, especialmente, para el gobierno de Rafael Correa, cuyo estribillo dice: “es un problema planetario, negocios privados dedicados a la comunicación social, cuidando el bolsillo y no a la sociedad...”.
Por otra parte, el concierto por la diversidad también contó con la participación de los NIN, grupo fusión de rap, música kichwa y cumbia. La mezcla del la lengua kichwa, la utilización del charango, bajo y guitarra eléctricos, la quena, la flauta y su actitud escénica presentan una banda con identidad y fuerza. Su presentación estuvo acompañada por la espontánea participación de baile rapero de un niño afro, “Deren”, que subió al escenario para compartir con los músicos su vena de bailador y en los alrededores algunos malabaristas acompañaron la presentación.
Y como plato fuerte, la noche se envolvió de la elegancia de Papá Roncón. Este “roncador”, como se lo denominaba en su tierra, Borbón, se lució con su poesía y sus coplas, su alegría y su don en la marimba.
Con una agrupación de más de diez personas en escena, entre cantoras, bailadoras, timbales y trombón, entonaban el canto de “agua que corriendo va... agua que va...”. Sus cantos y expresiones constituyen una muestra de aprecio al pueblo esmeraldeño, de donde proviene, a la vida, la naturaleza y las costumbres más sencillas.
Vigorexia despedía con honores a Papá Roncón, quien con su característico carisma dejaba los escenarios para dar paso a la banda juvenil Isidro del Inca y su Diablada. La banda que se tomó los corazones de la gente entre tronar de platillos, trompetas, alegorías corporales y el güiro que en las manos del músico más joven –que indudablemente no alcanza ni los 8 años de edad– provocó un revoltijo de alegría en el público. Logrando como objetivo final la unión en la diversidad.
Entre viejos, ciclistas, payasillos de la Diablada, periodistas, fotógrafos, negros, mestizos, diabladillos, niños que con gallinas en jaulas en sus espaldas emulaban la imagen de costumbres andino-ecuatorianas; trans, mujeres, hombres, Vigorexia, Anorexia y Bulimia, o sea, todas las mujeres en sí mismas, bailaron, saltaron, confundiéndose, mezclándose, y gozaron de la alegría que es compartir un espacio con un lenguaje que no discrimina ni evade, el lenguaje que alegra e incluye: la música, la música pura. Como dice Vigorexia: “Aunque no represento a nadie, ni lo intento, como dice Lemebel ‘hablo por mi diferencia’ en esta disputa de imaginarios y de sentidos que construyen la experiencia del espacio público compartido”
DATOS
El Primer Encuentro Sur-Sur, geopolíticas, arte y creatividades para el buen vivir y la transformación social cerró su ciclo de conferencias y seminarios el pasado jueves 30 de enero con un concierto al aire libre en el bulevar de la 24 de Mayo en Quito, al cual acudieron alrededor de 160 personas con la presencia especial de la subsecretaria de Arte y Creatividad del Ministerio de Cultura, Mayra Estévez.
El objetivo de este concierto ha sido la puesta en escena de la diversidad de expresiones artísticas en el ámbito de lo sonoro que pudieran trasladar con el lenguaje musical, lo que en las mesas de debate académico y los paneles ciudadanos se trató: la pluriculturalidad, lo urbano, la diversidad escénica e integración.