A los 6 años su familia cambió su residencia de Ambato a Quito y en ese trance conoció a Lindberg Valencia, quien había fundado el taller de música afroesmeraldeña La Mama Cuchara, en la periferia de la capital. El niño se convirtió en un virtuoso de la marimba en Ecuador.

“Mi hermano y yo comenzamos a aprender los toques sin saber absolutamente nada de nuestra cultura. Poco a poco me fui metiendo en la marimba porque era uno de los instrumentos más difíciles”, relata Kevin Santos, a quien se identifica como la “voz bomba”.

Con 26 años, este músico ha comenzado a triunfar con el proyecto de fusión que lleva su nombre y en el que la marimba es protagonista de su ritmo afroandino. También enseña este instrumento en la Universidad de las Américas (UDLA), para evitar que se pierda una tradición de las poblaciones afroecuatorianas, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2015.

“Yo quiero que esta música en este país sea tan respetada y tan importante como es cualquier otra cultura”, asegura Kevin.
Todavía lo recuerda su maestro Valencia, quien ha enseñado percusión afroecuatoriana a varias generaciones. Kevin, asegura, es uno de los más talentosos músicos resultantes de este proceso. “Tomó con seriedad, responsabilidad y compromiso este encargo de los ancestros, de preservar el patrimonio sonoro y fortalecer nuestra identidad afro en los jóvenes, a través del arte”, indica.

También ha sido importante en su formación el contacto con la música, según la compositora e investigadora etnomusicóloga quiteña Karina Clavijo.

Por otra parte, Rosa Mosquera, directora de la Casa Oshún, considera que este joven virtuoso se formó en los talleres y ahora “está haciendo un aporte cultural al país y a la sociedad”.

En tanto, Kevin admite que el toque puede desaparecer si los músicos no hacen su parte. “Cada vez hay menos jóvenes que están interesados en esta música”, dice. No obstante, sus esperanzas están en las escuelas de música de Quito y Esmeraldas, como Cimarrón y Oshún, aunque son insuficientes los afro que aprenden de su música.

Como antecedente, entre los años 70 y 90 del siglo pasado el toque de marimba estuvo apagado. El Festival Petronio Álvarez, que inició en 1996, y la declaratoria de marimba como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, renovaron el interés de los pueblos de la costa del Pacífico ecuatoriano por esta tradición.

Kevin Santos enseña a sus alumnos que “a la marimba hay que entenderla, porque tiene sabiduría familiar”. En este proyecto está junto a Guillo Estrella, autor de un libro referente a la didáctica sobre este instrumento, con quien tiene el ensamble de estudiantes “Los Marimbos”.

La marimba tradicional tiene 8 teclas en un extremo, 8 en el centro y otras 8 en el otro extremo, en total 24, cada fila con su función. “Entender el toque de la marimba tiene que ver en cómo habla el abuelo, cómo habla el adulto y cómo habla el niño”, dice Kevin.

En su agrupación, la marimba es un instrumento principal. “La interpreto con base en los toques tradicionales, pero también según la obra que cree o la que interprete”.

En la segunda edición del “Festival Madambé Sonoridades del Mundo” encontró similitudes entre los repiques y patrones de la marimba afroecuatoriana con el balafón (el ancestro de la marimba), que trajeron los participantes africanos y de otros países.

El musicólogo Juan Mullo considera que Kevin Santos se proyecta como el músico intercultural más importante de Ecuador por “la factura de sus composiciones eclécticas, urbanas, con rasgos importantes tanto de lo afroecuatoriano como de la música actual”.

Por su parte, Kevin Santos está feliz de que los niños lo identifiquen en las calles por su música y hasta le pidan una foto. Esa es su mayor satisfacción y una señal de que incide en las nuevas generaciones.

En 2020 presentará su segundo disco, Selvático. El primero se tituló Mis Almas (2016). En ambos la marimba es protagonista. “La marimba es toda mi vida, con la marimba hasta las últimas de mi vida”, dice. (I)