“El anglosajón mira poco a la literatura española”
¿Los viajes son como su patria?
Los viajes son muy importantes para mí por muchos motivos. En lo personal, esa soledad que me dan me conviene mucho para la escritura. Los hoteles, los desplazamientos, las ideas de conocer y acercarme a lugares me estimulan mucho. Y me gusta tanto para la escritura como ejercicio personal como para mis personajes.
Dado que se comunica en otras lenguas y tiene experiencias en ellas, ¿nunca ha pensado en escribir en otro idioma?
No me parece que haya relación entre una cosa y otra. Los escritores escriben en su lengua materna, salvo casos como Nabokov o Konrad. Yo comprendo que escribas en otro idioma cuando tu lengua materna la hablan solo 5 millones de personas. Pero si se trata del español, que ocupa una cuarta parte del mundo, es absurdo cambiar a otra.
Además, usted ha dicho que la literatura latinoamericana es mayor de edad.
Sí. Después de la tradición tan potente del boom en lengua española, pues ya la literatura en español no es periférica en ninguna parte. Alfonso Reyes decía que América Latina llegó tarde al banquete de la civilización. Creo que ya no, que está potentemente establecida y que nosotros somos uno de los centros de este momento. En términos mundiales, el mundo anglosajón es el de mayor prestigio internacional, pero la lengua española está al lado.
¿Cómo siente que se percibe a la literatura en español en el mundo anglosajón?
Y bueno, nosotros vivimos una experiencia muy diferente. El mundo anglosajón se interesa muy poco por la literatura escrita en lengua española. Se interesa ya solo por lo que llega más arriba en términos de prestigio o comerciales. En cambio nosotros leemos mucho toda la literatura anglosajona, y a veces demasiado. Es muy fácil encontrar lectores que solo leen lo que se produce en el mundo anglosajón. Hay muy buenos escritores, claro, pero no son los únicos. En el cine, el mundo anglosajón logró copar el 90% de las pantallas. En una librería, el 70% es de cosas traducidas del inglés.
Rafael Courtoisie decía en estos días que muchos escritores de América Latina tienden en estos días a lo lúdico, a las paradojas y al humor, más que seguir esa tradición trascendentalista del boom. ¿Cómo ve usted a la literatura latinoamericana?
Es muy variada, hay todo tipo de tendencias, desde lo más cercano a la realidad hasta lo más ficcional, como Mario Bellatin; o la literatura muy cercana a la realidad como la de Héctor Abad; o la mirada muy histórica como la de William Ospina. Creo que hay en cada región de América Latina una serie de coordenadas que definen eso. Los argentinos tienen una serie de temas por su propia relación con la literatura y con el arte, que los hace ser diferentes de los escritores del Caribe, y del área de México y Centroamérica. Hay ciertas temáticas comunes, pero al mismo tiempo cada escritor es su propio mundo.
A usted se le conoce por llenar sus libros con referencias literarias.
Eso depende de cada personaje. No me gusta poner referencias literarias simplemente para ponerlas. A mí me interesa que mis personajes lean, que les guste la literatura, pero no todos los personajes son iguales, entonces, de acuerdo al personaje, generalmente una forma de definirlo -para personas que leen- es saber qué leen. Al llegar a una casa y ver lo que esa persona tiene en su biblioteca, puedes conocer algo de esa persona. Lo que uno lee es una forma de demostrar lo que uno es también.
Crea a sus personajes a partir de sus experiencias, ¿es una forma de investigar?
Casi no investigo. Lo que escribo no necesita investigación. Son situaciones que he vivido, que conozco. No hago novela histórica o científica, donde tenga que prepararme; o novela psicoanalítica, donde tenga que leer a Lacan y tomar nota. No lo hago porque mis libros no son versiones de otras ciencias o de otras artes, sino que son experiencias de vida. De pronto tengo que contrastar alguna cosa para no equivocarme en algún dato, porque los datos a veces parecen tonterías, pero no lo son si te equivocas en cosas como una capital, una ciudad o una hora del día.
A propósito de su última novela, Océanos de arena, hablaba en la FIL maravillado por la conjunción de culturas en el Oriente Próximo.
Es un espacio increíble porque es geográficamente muy pequeño, pero condensa el origen de Occidente: el judaísmo, el catolicismo y el Islam, y de ahí surge todo lo que es la cultura occidental en términos filosóficos, estéticos. Es el origen de casi todo y, además, en Jerusalén está todavía más concentrado.