La situación del sector editorial ecuatoriano ha sido muy compleja durante la crisis del covid-19.

Desde la postergación de lanzamientos hasta las dificultades de financiamiento, han sido los problemas que atraviesan las editoriales independientes, universitarias y comerciales.

El cierre de las librerías disminuyó drásticamente la venta de libros en todo el mundo

Dos editores cuentan cómo se están reinventando en esta situación de la pandemia del covid-19.

Santiago Vizcaíno (Quito, 1982) es el director del Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

Para él, la pandemia del covid-19 ha sido muy compleja para el ecosistema editorial ecuatoriano. En su caso, la situación de las editoriales universitarias es distinta a la situación de las editoriales comerciales e independientes.

Vizcaíno manifiesta que “hay que considerar que las universidades tienen que destinar fondos para publicar tanto libros como artículos de revistas científicas. No es lo mismo el negocio de una editorial independiente que el negocio de las editoriales universitarias, que en la mayoría de los casos son sin fines de lucro”.

En las universidades privadas existe la necesidad de vender, a diferencia de las editoriales de las universidades públicas, que en general ponen su producción en libre acceso.

En ese sentido, se ha impulsado el fortalecimiento de los repositorios digitales para acceder libremente a los catálogos de libros y publicaciones que se encuentren libres de derecho de autor y que no tengan compromisos de coedición con otras casas editoriales.

El también autor de la novela Complejo (La Caída, 2017) comenta  que  “desde la PUCE ha habido un esfuerzo por transformar en e-book el catálogo que tenemos en las últimas semanas. En los próximos meses empezaremos con un proceso de distribución masiva de nuestras publicaciones digitales”.

En el mercado nacional, para Santiago Vizcaíno, uno de los grandes problemas, incluso antes de la pandemia, ha sido la distribución. Ante la carencia de distribuidores, los mismos editores tienen la necesidad de encargarse de repartir su catálogo en las distintas librerías y ferias de libro, ya sean nacionales o extranjeras, y también para realizar cobros.

“He visto que, dentro del ecosistema editorial, existen varios agentes, quienes arman estrategias para mantenerse. Por ejemplo, los editores mismos hacen mayor promoción de sus títulos a través de las redes sociales y arman conversatorios o talleres virtuales sobre las obras”, explica Vizcaíno.

Una editorial independiente
Otro ejemplo podemos encontrar en la editorial independiente Cactus Pink.

Santiago Peña Bossano (Quito, 1990), su director, comenta que desde el inicio de la pandemia, las ventas han estado muy complicadas porque, al estar cerradas las librerías, no tienen ningún escaparate de muestra.

Además, se ha modificado el calendario de lanzamientos para este año. En algunos casos, han tenido que lanzar libros en formato digital.

Por ello, a partir de los talleres de escritura y los clubes de lectura en Kafka Escuela de Escritores (Peña también es el director), se han organizado reuniones con el autor para leer algunas de sus obras.

“Esto ha permitido que mucha gente fuera de Quito pueda adquirir los libros en formato digital y sean parte de los talleres”, comenta el ganador del XL Premio Nacional Aurelio Espinosa Pólit 2015 en el género ensayo.

En abril, la Asociación de Editores Independientes estimaba por su parte, “posibilitar la circulación del bien cultural libro por medio de los correos y couriers nacionales”. (I)