Amaury Martínez y su rito fotográfico
“Si sabes esperar, la gente se olvidará de tu cámara y entonces su alma saldrá a la luz”, dijo en una entrevista Steve McCurry, el famoso reportero gráfico por su retrato de la niña afgana publicado en revista National Geographic, en 1985.
Esta noción metafórica de las reacciones de la gente ante un lente, parte de un acuerdo tácito entre el fotógrafo y el retratado, indica el artista Amaury Martínez.
Aunque quitando la parte cliché de “capturar el alma”, Amaury considera que se trata de un juego en el que se debe romper el hielo con el protagonista para ganar su confianza.
La directora de la orquesta sinfónica, Andrea Vela, en una composición poética sobre su propio reflejo
“Cuando me pongo la cámara es una máscara que me permite acercarme más a la gente”, asegura este arquitecto de profesión pero no de oficio. Su actividad está ciento por ciento ligada al trabajo de la fotografía, de manera independiente, en Guayaquil.
De su tránsito nocturno por la ciudad y como espectador de “la movida cultural” ha conocido un sinnúmero de artistas a quienes ha retratado en varios eventos.
Para su nueva exposición El sosiego espacio de la mirada escogió veintidós rostros capturados con su lente en el campo cultural.
El compositor y pianista Manuel Larrea Peralta, conocido por sus sonidos propios entre lo ritual y lo académico
La serie fue atravesada por el ojo clínico del curador y fotógrafo François “Coco” Laso, quien escogió de un portafolio de 200 fotos, la mirada cómplice de varios artistas como el eje de la exhibición.
“El retrato es el oficio del otro, es el otro quien oficia frente al fotógrafo el ritual del rostro y del cuerpo que imagina y desea desplegar”, explica Laso.
De toda la serie, tres artistas son los únicos que salen en blanco y negro, el resto es a color. Laso piensa que “son poderosas porque tienen una fuerza diferente”.
El escenógrafo Julián Hoyos, el violinista ruso Klavdi Panko, el bailarín estadounidense Maxwell Foster y el arpista uruguayo Nicolás Caballero constan entre los extranjeros. Mientras que las fotos de Larissa Marangoni, de Jorge Velasco Mackenzie, de Andrea Vela, Denniss Boza y otros integran la parte local.
“Estos rostros y cuerpos nos muestran ‘su’ posición: estamos en este nuestro mundo de una cierta manera, con una cierta mirada y en un cierto lugar”, describe Laso.
Estos cuerpos y las miradas son atrapados a veces en tensión o escondiéndose detrás de un objeto y asegura que Amaury logra capturar estas imágenes por ese acuerdo tácito.
Un ritual tripartito
Martínez asegura que son tres las miradas que salen a relucir en este proceso. La del retratista, el retratado y el público como testigo de ese ritual tripartito.
Cazar rostros, miradas y reacciones es algo que disfruta muchísimo. Sin mucha técnica y un lente de 50 mm aprovecha los planos que le atraen, siempre dejando como referencia algún objeto o marco que permita ver el contexto del retratado.
Prefiere la luz natural y descartar el flash, para aprovechar la realidad del ambiente. Aunque la exhibición delata su gusto por los espacios cerrados para lograr la conexión que busca y robar algunas miradas.
Usa sensibilidades bien altas en su equipo y no se incomoda con el ruido que podría resultar de algún disparo. “Me gustan más las imperfecciones”, confirma.
“Intento no presionar a las personas para que se pongan en una postura, hay que dejarlas ser, que lo busque o simplemente esperar el momento, luego disparo la foto”, agrega Martínez.
La exposición estará hasta fin de mes en la Galería Mirador, de la Universidad Católica de Guayaquil. (I)