Achille Mbembe y los efectos de la tecnología en la democracia
¿En qué tiempo vivimos? ¿Qué nombre darle a este momento histórico, caracterizado por el acelerado desarrollo tecnológico y su colonización en todas las áreas de la experiencia humana? ¿Podemos continuar siendo humanos en un mundo de máquinas?
¿Existe alguna posibilidad de conservar nuestras instituciones políticas y sociales si la humanidad que las funda y estructura está puesta hoy en tela de duda?
“Nuestro mundo está pasando por un momento muy peculiar, aunque aún no sepamos qué clase de momento es ese”, afirma el filósofo y politólogo de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo), Achille Mbembe.
“Pero cuando digo mundo no estoy hablando de países individuales sino del planeta entero. Todos hemos sigo testigos de grandes crisis políticas en Sudáfrica, Argelia, China, Estados Unidos y Europa, lo que nos ha dejado en muy mal estado físico y mental”, agrega el pensador.
El tono pesimista que rodea las consideraciones de Achille Mbembe no debería confundirnos o desalentarnos. Por el contrario, como Mbembe sugirió en una charla que dictó en Berlín, él hace una invitación a llamar a las cosas por su nombre y a que dejemos a un lado la idea de que vivimos aislados los unos de los otros.
Este ejercicio de darle un nombre propio a nuestro tiempo histórico y de empezar a hablar desde una perspectiva planetaria y no nacional, es lo que según el filósofo constituye el primer paso para entender la confusión que rodea al mundo y, así, incentivar un cambio.
“Hoy compartimos un sentimiento de decepción pues todo lo malo que creíamos que nunca podía pasar, pasó. Y viendo que la destrucción es inevitable y que el futuro se ve aún más funesto, muchas personas se preguntan entonces ¿por qué esperar? ¿por qué no destruirlo todo ahora?”, enfatiza el teórico político.
El pensador señala que esta visión pesimista del futuro que compartimos como planeta, similar a lo que Walter Benjamin llamó “mesianismo negativo”, está centrada en la sobrevivencia y la inmunización personal.
“Tenemos horror de las aceleraciones y nuevos imaginarios que se nos presentan, por eso buscamos construir alrededor de nosotros mismos fronteras que nadie pueda cruzar. Pero no las fronteras de comienzo de siglo, sino las fronteras digitales como espacios biopolíticos, una de las preguntas más importantes con la que tendremos que enfrentarnos hoy”.
Para Achille Mbebe todos los cambios políticos, sociales y económicos que estamos viviendo están siendo determinados por lo que él llama la razón electrónica y la razón computacional. Las crisis políticas y las guerras de las que somos testigos hoy son diferentes a cualquiera que hemos conocido, pues están marcadas por el desarrollo explosivo de nuevas tecnologías.
“Estamos viviendo un apartheid sin reservas. Las nuevas tecnologías han logrado que olvidemos por completo cualquier idea de comunidad y de esta manera vivimos en un tiempo de violencia pura, pues levantamos toda clase de barricadas y cortamos todas nuestras relaciones con otros en vez de intentar reparar aquello que ha sido roto. Esto es como yo definiría la transformación de la voluntad de cuidar en la voluntad de matar”, argumenta Mbembe.
De manera simultánea, las nuevas tecnologías han traído con ellas un regreso a una cierta clase de animismo, que según Mbembe no es diferente del animismo que regía la cognición social de África.
“En la antigua cultura africana ser un ser humano no era suficiente. Por el contrario, el ser como ser agente solo podía surgir a partir de la agregación y la aumentación de la existencia. Por eso al individuo también se le atribuían propiedades de animales y plantas, de objetos animados e inanimados. Paradigmáticamente, a pesar de que la modernidad rechazó y relegó peyorativamente estas formas de entender la ontología a la llamada ‘niñez del hombre’, hoy con las nuevas tecnologías estamos viendo un regreso a estas disposiciones”.
De acuerdo con el filósofo, las cámaras, los celulares, las diferentes formas de biotecnología que surgen a partir de la nanociencia y todas las plataformas digitales, se han convertido en extensiones de nosotros mismos y han contribuido a que desarrollemos una relación de carácter humana con los objetos que rodean.
“Dicha relación que tenemos con los objetos hoy no es muy diferente de la visión cognitiva africana y al decir esto, no es descabellado afirmar que todos en ese momento estamos en un proceso de devenir africano. Todos nos estamos convirtiendo en africanos”, apunta.
A partir de estas consideraciones, Mbeme se pregunta ¿Por qué nos encontramos de nuevo patinando en un hielo político tan delgado? ¿Qué presagia esta nueva relación que tenemos con nosotros mismos y los objetos para el futuro de la democracia entendida no en términos nacionales sino planetarios, como la responsabilidad que tenemos como individuos con todos los humanos y seres del globo? Ahora que la ciencia parece haberse convertido en ficción y que, a su vez, la ficción se ha convertido en ciencia, nos es imposible tener un consenso de qué es la realidad y cómo acceder a ella.
“En tiempos de desestabilización del conocimiento y por extensión, de desestabilización del poder, no es fácil hablar de responsabilidad. Si no sabemos o podemos decir qué es verdad y qué no, qué está bien y qué está mal, no podemos hablar de democracia. Estamos viviendo de nuevo un advenimiento de la violencia pues no podemos ponernos de acuerdo en los términos de los que hablamos”.
Tecnología y mercado
El filósofo dice que hoy es el mercado el que define qué es la verdad. “Y como el mercado es hecho de algoritmos, ya no somos los seres humanos los que definimos los términos”.
¿Cuál es entonces el destino de la democracia en el contexto de la tecnología?
“Necesitamos una crítica de la tecnología que esté al tanto del avance de las tecnologías digitales y medios computacionales. Las nanocámaras, por ejemplo, han multiplicado nuestra fantasía de mirarnos a nosotros mismos al espejo a un nivel que considero explosivo. Las nuevas tecnologías han hecho que la historia de la sombra y de la opacidad se ponga de rodillas a la luz y lo translúcido”.
En un mundo de cosas, donde cada uno de nosotros puede pintar su propio retrato, donde se nos arrebata la humanidad porque todos queremos convertirnos en objetos de nosotros mismos, el teórico se pregunta: “¿Qué visión de lo político y la democracia podemos tener en ese mundo?”.
Para Achille Mbebe, la pregunta es mucho más valiosa que la respuesta. Lo que sí tiene claro es que en un mundo donde los seres humanos hemos perdido la oscuridad, la sombra, todo aquello que vive en el negro espacio del silencio, no puede existir la democracia.
En el pensamiento filosófico de Mbembe, lo que más ha de ocuparnos hoy en día, si soñamos con nombrarnos a nosotros mismos, con darle un nombre a la confusión en que vivimos, es que si queremos volver a construir conexiones con otros seres humanos y con el planeta entero, debemos empezar a definir de nuevo la intimidad.
Para Mbembe, en un mundo sin intimidad, es decir, en un mundo que acabe con el profundo error de la existencia y, con esto, el error de artefactos, no hay lugar para la democracia. (F)
Crítica
obra
Entre sus libros más conocidos están Crítica de la razón negra y Acerca de la Post-colonia (2000).