Los Guerreros de Terracota aún defienden al emperador
Personas con mascarillas, con gorros parecidos a los utilizados por cirujanos y con guantes toman con sus manos piezas de tonos grises y café. Los trabajadores, con uniformes celestes, permanecen en pie y de cuclillas, con las miradas fijas en las piezas.
La luz blanca de dos reflectores ilumina el oscuro foso en que se encuentran metidos todos. Tiene tres metros de profundidad y el área de una cancha de fútbol. Los hombres y mujeres metidos allí colocan rótulos a los objetos macizos.
Un letrero grande, con el número 11, reza que la excavación que se aprecia allí, en el Mausoleo Qin Shi Huang (China), aún no ha terminado y que continúa.
La semioscuridad predomina cuando se ingresa y se recorren los distintos salones de este sitio histórico, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en el año 1987. Allí están las efigies que mandó a elaborar Qin Shi Huang, primer emperador de la China unificada, que murió a los 39 años, en el siglo III a. C.
En los fosos, con forma de laberinto gigante, se encuentran estatuas del tamaño de un ser humano adulto y reproducciones de animales con cuernos, semejantes a ganado bovino.
Los hombres, de mirada rasgada, uniformados de acuerdo con su rango, armadura y pintados de colores, utilizan trajes militares. Según reza la historia del Gigante Asiático, esos son los famosos Guerreros de Terracota.
Qin Shi Huang había ordenado crear un proyecto subterráneo, de 56 km cuadrados, después de ascender al trono. Miles de soldados que fueron colocados en formación de batalla lucen listos para defender a su emperador de lo que pudiera esperarle en el más allá. Algunas de las imágenes, que están junto a caballos, fueron sacadas de los espacios subterráneos y colocadas en urnas de cristal.
Los visitantes, locales y extranjeros, se asoman para contemplarlas y conocer más de su historia. Hay placas, con una luz cenital, con ideogramas acerca de su origen.
Las efigies expuestas llegan hasta 1,78 de estatura y tienen diversas posturas. Los guerreros están parados y con un sable en la mano, con las extremidades cruzadas en el vientre y con un gesto de genuflexión.
Las fosas tienen distintas categorías: arqueros, soldados de infantería y carros. Asimismo, destacan lanceros, soldados de caballería y dos comandantes. También en una excavación se encuentra el comandante en jefe y 86 soldados, la gran mayoría oficiales.
En ciertas zonas no todas las reliquias están completas. Las hay sin cabeza, sin piernas, sin brazos y hasta diminutos fragmentos que impiden distinguir si alguna vez representaban algo.
Los primeros hallazgos arqueológicos se registraron en 1974 cuando unos agricultores de la zona realizaban labores para obtener agua para el sector. En aquel año la región de Shaanxi estaba sufriendo una de sus peores sequías y los campesinos, desesperados, hicieron pozos más profundos de lo habitual.
Un día, mientras retiraban tierra, se toparon con restos rojos y duros. Abajo habían cabezas de cerámica de tamaño real y varias puntas de flecha de bronce.
De esa manera, detectaron el ejército de 8.000 soldados fabricados en cantidades industriales por las creencias del emperador (2.200 años antes) y considerado uno de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo XX.
En el complejo cultural, justamente, aún se encuentra uno de los agricultores que presenciaron el acontecimiento histórico. El hombre, sentado en una silla y con una mesa colocada en una tienda souvenir, está dedicado a expender libros sobre los soldados y su país.
Los textos autografiados por él ascienden a los $ 30 y sin la firma el precio es menor. También cobra un valor adicional por una fotografía. El hombre, muy delgado y de piel arrugada por el paso de los años, se para junto a los turistas y sonríe ligeramente.
En el pasado han trascendido polémicas por la autoría del descubrimiento, pues algunos se disputan que fueron los primeros en desenterrar las piezas, mientras que otros se acusan solo de observadores pasivos.
Uno de los galpones cuenta con réplicas de los soldados de terracota, tamaño real, para que los turistas se puedan retratar como parte de ellos. El valor asciende a los $ 25.
Y en los exteriores, al salir del complejo, se puede participar de los ritos de la región: hay que tomar un trago fuerte servido en una taza, de un sorbo, y lanzarla hasta que se parta. La bebida es cortesía y “trae suerte”. (I)