Black Sabbath y Thin Lizzy arrancaron su carrera hace medio siglo
“Hoy la gente dice que con −el álbum− Black Sabbath inventamos el heavy metal. Pero el término 'heavy metal' siempre me ha importado poco”, escribía el cantante Ozzy Osbourne en su libro de memorias (I am Ozzy, 2009).
Este jueves 13 de febrero de 2020, el debut discográfico de Black Sabbath cumplió cinco décadas, y aquella frase se repitió incluso más veces que algunas de sus canciones, entre las que destacan “The Wizard” o “N.I.B.”
La primera vez que Osbourne escuchó ese par de palabras juntas, contó, fue en la letra de la canción “Born to be Wild” (de Steppenwolf). “Después fue la prensa quien decidió adoptarlas −aclara quien es la voz original de 'Wicked World'− (...) Nos considerábamos una banda de blues que había decidido componer canciones de miedo”.
El guitarrista Tony Iommi había sido quien sugirió a la banda componer acordes que sonaran malignos. Todo porque cerca del centro comunitario de Six Ways (Birmingham, Inglaterra) había un cine llamado Orient, que agotaba sus boletos cuando allí se proyectaban películas de terror.
De hecho, el nombre de la banda fue una idea del bajista Geezer Butler, una copia en realidad: lo tomó de una película de Boris Karloff (1963). Añadieron sonido de lluvia al tema que abre el álbum, basado en el −lo sabrían años después de haberla compuesto− trítono.
Se trata de Diabolus in musica (El diablo en la música, según el austriaco Johann Joseph Fux), una sonoridad densa y de entonación desplegada en un intervalo prohibido por la Iglesia Católica en el Medioevo, debido a su pesadez, sensualidad y tensión.
“Behind the Wall of Sleep”, “Evil Woman”, “Sleeping Village” y “Warning” son el resto de canciones de una placa que mantiene como fórmula una docena de compases del blues, con influencias del jazz y swing, pero interpretadas con una potencia y estridencia que rayaba en el vértigo.
La portada −escalofriante, no hay que repetirlo− ilustra lo que canta Ozzy: un tipo mira una figura vestida de negro que ha llegado para llevarlo al “lago de fuego”. En el segundo tema ya aparecen los destellos del gran baterista que es Bill Ward, y ese tema incluso hizo que una banda ecuatoriana se hiciera de un nombre (Wizard), pero esa es otra historia.
Una súper banda llamada Thin Lizzy
Mientras Black Sabbath se presentaba al mundo sin sospechar los géneros a los que daría lugar −stoner, doom, metal en todas sus vertientes−, cerca del aeropuerto de Dublín (Irlanda), un cuarteto llamado Thin Lizzy subía por primera vez a un escenario, también el 13 de febrero de 1970.
Fue en Cloghran School Hall que Phil Lynott, Eric Bell, Eric Wrixon y Brian Downey eran presentados por la prensa local como un súper grupo. Todos provenían de bandas de blues o similares y habían empezado a ensayar en The Countdown Club en Mary's Street.
La banda estuvo activa entre principios de 1970 hasta el 4 de septiembre de 1983. Lynott (muerto el 4 de enero de 1986), que además de cantante fue bajista, fue la imagen y base sonora de la banda (compuso la bella canción “Sarah”, para su hija) que llegó a tener en su característica dupla de guitarras a instrumentistas como Scott Gorham, John Sykes o Gary Moore (fallecido el 6 de febrero de 2011).
A fines de los setenta e inicios de los ochenta, la deriva principal de esas guitarras en duelo (“Emerald”, “Cold Sweat” o “Massacre”) fue la llamada Nueva Ola del Heavy Metal Británico (N.W.O.B.H.M., por sus siglas en inglés) que practicaron bandas como Raven, Angel Witch, Grim Reaper o Iron Maiden.
Hace 50 años, la crítica se ensañó con los de Brimingham que serían considerados los cuatro jinetes del Apocalipsis. Y la prensa anunciaba a lo grande el debut en escena de una banda que fue marcada por la muerte. (I)