A estas alturas, tratando de ver el vaso medio lleno, creo que nunca antes Latinoamérica tuvo una oportunidad tan magnífica para la transformación digital. Y no es para menos; el distanciamiento social (forzado o voluntario) es la mejor alternativa para aplanar la curva del covid-19 que no es más que “comprar tiempo” mientras se desarrolla una cura potencial. Ojalá las personas entiendan que la vacuna provisional se llama “autodisciplina”; esto incluye lavarse bien las manos y evitar tocarse la cara (sobre todo la zona T).
Además, unas cuantas semanas de distanciamiento social no son nada comparado con la historia de David Vetter, el “niño burbuja” de los 70. Bastaría ver el filme “A dos metros de ti” para entenderlo. Así que es la hora de aprovechar el momento, mas no de andarse lamentando. Por cierto, eviten mencionar el popular mensaje de “Yo me quedo en casa”. ¡Qué pesar con esa gente que no tiene una!
Días atrás, en Ecuador se pronunciaron algunos sectores públicos y privados, entre los cuales destacan recaudaciones tributarias, servicios básicos, telecomunicaciones y, con suerte, la banca privada. Se informó que los pagos respectivos se congelarían por 60 días, es decir, el tiempo que dura la emergencia sanitaria. ¿Pero qué hay de los más de 3 millones de personas que viven pagando alquiler?
Al día de hoy, este sector no se ha pronunciado que, por cierto, tiene importantes ingresos y no está regulado como es debido. El fin de mes está a la vuelta de la esquina y no hay señales de una posible iniciativa solidaria, sobre todo, con aquellos que viven del día a día. Me pregunto qué piensa el sector de las viviendas de alquiler… (O)
Víctor Eduardo Romero Cueva